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Recorrido de esculturas en barro por la Cuenca rural

María Dolores Romero, de 86 años, que reside con su marido entre Castejón y Madrid, muestra en Diputación medio centenar de obras que ha donado a Cáritas para recaudar fondos
12/11/2017 - Gorka Díez

Un homenaje a la población del medio rural, tan en peligro de extinción en nuestros días, y, a su vez, a la escultura en barro, que pese a la resistencia de artistas como Tomás Bux también vivió tiempos mejores. Es lo que propone María Dolores Romero Duque (Castejón, 1931) con la exposición, que hasta el domingo puede contemplarse en la sala de exposiciones de la Diputación Provincial, de cerca de medio centenar de piezas realizadas a lo largo de toda una vida cuyos beneficios se destinarán a subvencionar la actividad de Cáritas Diocesana al servicio de los más necesitados.

Mujeres que van a la fuente a por agua o a lavar la ropa, que cuidan de sus hijos y del hogar, son mayoría en unas piezas (donde también hay no obstante cabida para Don Quijote y Sancho) cuya principal inspiración está en la localidad en la que Romero Duque nació hace 86 años. Porque, pese a instalarse a los 19 años en Madrid en busca de la prosperidad económica, nunca abandonó del todo Castejón.

“Empecé con el busto de mi marido, que forma parte de la exposición, y como no me salió mal pasé esculturas de hombres y mujeres, inspirándome en las señoras de mi pueblo hasta el punto de que a una de las figuras le tengo puesto el nombre de María, porque al hacerla me acordaba mucho de una señora de Castejón muy grande y desgarbada”, cuenta.

Romero Duque fue una ceramista tardía, pues durante sus primeros años en Madrid se dedicó a trabajar, como voluntaria, ayudando a discapacitados físicos en el barrio de Vallecas. Pero al trasladarse con su marido, profesor en la Universidad Complutense de Madrid, al barrio de Aluche, y ver que allí no había posibilidad de seguir haciendo algo parecido, se animó a apuntarse a un curso de cerámica impulsado por el Ayuntamiento. Y en el barro encontró su inspiración.

“Nunca he hecho nada de esto para vender, sino por la satisfacción de hacer y de tener todo esto en mi casa”, señala entusiasmada, al tiempo que se acuerda de su primera profesora, Gloria Sola, a cuyos talleres acudió “junto a otras compañeras que luego, cuando empezábamos a aprender, se marcharon, sin que ninguna se haya dedicado a esto como yo”.

A este arte ha dedicado, reconoce, muchas horas de trabajo. “Había días en los que mi marido se iba al trabajo sin que yo hubiera empezado a hacer nada, y, para cuando llegaba al mediodía, ya se encontraba con una escultura hecha. Doy muchas gracias a Dios, porque he tenido muchas facilidades”.

Taller en Cstejón

Aunque fue en la capital de España donde encontró su vocación, ya en el año 1995, al jubilarse su marido, ambos decidieron comprar una casa en Castejón, que diseñaron y rehabilitaron a su gusto, y en cuyo garaje montaron un taller, con horno y laminadora para realizar placas, donde, compaginando la vida en Castejón con la de Madrid, ha mantenido su actividad hasta hace un par de años, cuando sus dificultades físicas fruto de la edad le llevaron a abandonarlo.

“Ya tengo 86 años y no estoy para trabajar de pie, como te exige esto. Y de hacer una escultura estando sentada soy incapaz”, explica.

Ahora, eso sí, confía en que su sobrina, a quien ha regalado los materiales para adentrarse en el oficio, tome su legado, aunque reconoce que “aunque al ver las cosas mías se animó, y le gusta, no se lanza. Quiere que vaya unos días a su casa, en la sierra de Madrid, para que le enseñe”.

También, espera que las piezas, que tras exponerse en Diputación se venderán a través de Cáritas Diocesana de Cuenca, tengan una buena aceptación para, sobre todo, generar algo de dinero que pueda ir a parar “a quienes más lo necesiten”. Porque vivimos tiempos, hace hincapié, de “muchas necesidades económicas”.

Perales, Pedro Mercedes y el adiós a Castejón

Es obligatorio preguntar a María Dolores Romero Duque por el vecino de Castejón más internacional, José Luis Perales, a quien recientemente el Ayuntamiento de esta localidad conquense reconoció otorgándole, como obsequio, una escultura de su autoría. “Como a mí le gusta el pueblo y sé que también hace algo de cerámica, donde ha tirado por su cuenta, como yo”, dice.

Y por uno de los escultores en barro a los que más ha admirado, Pedro Mercedes, de cuyo fallecimiento se cumplirá una década en febrero de 2018. “Mi marido y yo fuimos hace años a verlo para enseñarle algunas cosas mías, a ver qué le parecían. Y dijo que hacía cosas muy buenas y que siguiera adelante, dándome muchos ánimos”. Le obsequió además con unos dibujos que inspiran un conjunto de piezas que conforman la muestra que estos días pueden verse en Diputación.

En la actualidad, ignora si hay mucha o poca gente dedicada a la escultura en barro. Aunque ella no conoce a nadie, “al menos en Madrid”. Y teme que pueda perderse, corriendo la misma suerte que el medio rural. Como la propia Castejón, de la que confiesa que ella y su marido plantean marcharse definitivamente, para lo que ya han puesto a la venta su vivienda, “que diseñamos nosotros y es preciosa”. La razón, explica, es que “nosotros ya somos muy mayores y tenemos que estar en Madrid, porque en Castejón si te pasa cualquier cosa, más allá del médico de cabecera, hay que venir a la capital. Y solo tenemos un hijo que, si se queda la casa, esta puede que se hunda”, concluye.


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