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Pedagogía Waldorf

Pedagogía Waldorf: una forma diferente de aprender

La Asociación Madre Tierra de Cuenca abandera este proyecto educativo basado en este sistema que prima el aprendizaje ‘sin corsés’ a través de las vivencias de cada niño
Fotos: Saúl García
14/12/2017 - Nuria Lozano

Cuando pasan al aula los alumnos se descalzan y se ponen las zapatillas de estar por casa. Lo primero que hacen en clase es una sesión rítmica en la que recitan poemas, cantan y trabajan todo el esquema corporal. Ya desde el comienzo, se nota que nada es igual que en la enseñanza reglada.

“Nuestro más elevado propósito ha de ser formar seres humanos libres, capaces de impartir desde sí mismos propósito y dirección a sus vidas”. Son palabras del filósofo austríaco Rudolf Steiner, el impulsor de la pedagogía Waldorf que busca el desarrollo de cada niño en un ambiente libre y cooperativo, sin exámenes y con un fuerte apoyo en las artes y los trabajos manuales. Casi 100 años después de la fundación de la primera Escuela Waldorf en Stuttgart hoy su método está implantado en más de 80 países.

En Cuenca, la Asociación Madre Tierra desarrolla desde hace tres cursos un proyecto educativo basado en esta pedagogía. En la actualidad, unos 40 alumnos, con edades comprendidas entre el año y medio y los 11 años, adquieren conocimiento de una manera distinta en las instalaciones de Casa Maty.

Una de las maestras, Esther Herráez explica que “se trata de que los niños aprendan a través de imágenes creadas y cercanas, con vivencias”. Se huye, pues, de lo meramente cognitivo y del sistema que todos conocemos basado en currículos cerrados, pruebas escritas o deberes.

Las órdenes como ‘siéntate’, ‘escucha’ o ‘estáte quieto’ se sustituyen por melodías o canciones que tararea el docente. “Los chicos ya saben lo que tienen que hacer sin necesidad de que les levanten la voz”.

Herráez recalca que este proyecto abarca todos los contenidos que exige el Ministerio de Educación solo que se emplea una metodología diferente.

Junto con los bloques de Matemáticas, Lengua o Ciencias, tienen vital importancia el arte y los idiomas y, por supuesto, la música. En las clases se puede ver a los niños y niñas hacer ganchillo, tejer con aguja unos calcetines, hacer punto de cruz o un dibujo al carboncillo.

“Trabajamos la voluntad, que es fundamental para que se manejen el día de mañana y tenemos una máxima: con dedos ágiles, mente ágil”. Pero, sobre todo, se hace sentir a cada alumno único y se les atiende según el momento madurativo de cada uno de ellos para darle su tiempo en sus procesos de desarrollo. Como explica Esther, “miramos al niño desde el plano físico, anímico y espiritual, pero sin dogma ni inclinaciones religiosas”.

"En el día a día se huye de los exámenes y las notas y se sustituyen órdenes como el ‘siéntate’ o ‘estáte quieto’ por la música o por canciones que tararean los maestros"
Pedagogía Waldorf: una forma diferente de aprender

Alberto García, otro de los maestros, indica que “es un sistema que entiende al niño como un ser completo y se le responde en cada momento a lo que necesita. Es algo que yo he echado de menos cuando estudiaba, algo más vivencial, aprender a partir de la experiencia. De esta manera se llega mejor al conocimiento”.

Por ejemplo, dice, para aprender a multiplicar no siguen la típica tabla, sino que establecen un juego con saquitos de arena y lo interiorizan a través del movimiento. O para estudiar los verbos lo hacen siguiendo mágicas historias de caballeros. Hasta 5º no hacen ningún tipo de examen. Y tampoco es tal en este nivel, sino una prueba de conocimiento sin calificación numérica. Como expresa Esther Herráez, “poner notas numéricas es una lacra para ellos, no se trata de puntuar sino de saber y conocer hasta dónde puede llegar cada uno según las materias”.

“Para mí es una suerte cada mañana poder recibirlos en la puerta uno a uno, preguntarles cómo está todo, que se sientan vistos y no sea una entrada masiva donde no se puede personalizar”, concluye.

UN MÉTODO QUE “MOLA”

Algo que ellos perciben. Francisco Noguera, de 10 años, afirma que “me gusta esta enseñanza porque estamos muy bien atendidos y los profes nos quieren mucho”. Mientras termina su trabajo de costura, cuenta que “todo es distinto, no solo estamos todo el rato copiando y memorizando. Además, nos explican todo muy bien y hacemos actividades para entenderlo. Esto mola”.

Lo mismo opina su compañera, Indira Roldán, quien destaca que “nos dan más tiempo para entender las materias y nos ayudan más”. O Sebastian Papp, natural de Hungría, que señala que gracias a Madre Tierra ha logrado superar las dificultades que tenía con el idioma al llegar a Cuenca.

"Mi hijo está más perceptivo y tiene más acentuada la curiosidad"

Por su parte, Alonso Benito, de 11 años, apunta que “en mates y lengua me liaba mucho hasta que llegué aquí”. A todos les encantan gestos como que su ‘señorita’ les llame a casa cuando están enfermos. “Estamos muy atendidos”.

Reconocen que hay amigos que les dicen que sin exámenes no van a aprender nada pero ellos tienen la respuesta muy clara: “pienso que aprendermos lo mismo pero de diferente forma”, apunta Francisco.

Ese ‘algo’ distinto es lo que animó a Óscar Moreno y Natalia Pérez a escoger este tipo de pedagogía para su hijo de 8 años. “Él era muy feliz en su colegio pero había cosas que no nos hacían gracia como la presión de los exámenes o los deberes. Intentamos ver si se podía solucionar de alguna manera pero se nos cerraban puertas y esta alternativa era la única que había en Cuenca, nos gustó, y la abrazamos”, cuentan. Lo que más les sorprende es lo mucho que sabe ya su hijo a su corta edad y, por encima de todo, la sensibilidad tan pronunciada que demuestra.

Pedagogía Waldorf: una forma diferente de aprender

“Son muchos pequeños detalles que suman”. Como dice Natalia, “en Madre Tierra se tienen en cuenta los valores, se hablan bonito, no están chillándose ni pegándose”. Óscar, que quiere dejar claro que no tienen nada en contra de la escuela tradicional, indica que las familias Waldorf “somos completamente normales, gente con diferentes profesiones e ideas, no somos una secta ni nada parecido”.

Otro padre, Óscar del Toro, cuyo hijo, Gael, ha empezado este curso en este proyecto educativo, asegura que “el cambio ha sido alucinante”. “Habla de manera distinta, está más perceptivo, y con mucha más autoconfianza y tiene más acentuada la curiosidad por aprender”. Le llama mucho la atención el respeto y cómo los más mayores cuidan de los pequeños.

Nayra Sanz, madre de Gabriela, fue una de las promotoras de esta iniciativa en la capital. Conoció este método en casa de unos amigos antes de la maternidad “y ya entonces me enamoró”. “Mi hija está muy feliz, deseando venir y ver a sus compañeros todos los días”.

La implicación de las familias es uno de los rasgos característicos de la pedagogía Waldorf. Sin esta conexión no sería posible. Por ello colaboran en todas las actividades del centro, como en el mercadillo navideño que se celebrará el próximo sábado 16 de diciembre y al que invitan a todos los conquenses.

Aunque la UNESCO reconoce esta metodología, en el caso de Cuenca aún no cuenta con la homologación de la Consejería de Educación, principalmente por el espacio, ya que para ser certificada como escuela las instalaciones deben cumplir con unos requisitos arquitectónicos muy precisos. Desde la Asociación sueñan con que llegue pronto este espacio definitivo y puedan dar continuidad a estos estudios como ocurre en otras Comunidades Autónomas y en muchos otros países de todo el mundo.