La realidad económica de Castilla-La Mancha en la antigüedad romana
La catedrática de Cambridge y premio Princesa de Asturias, Mary Beard, se pregunta el comienzo de La herencia viva de los clásicos, "¿Hasta qué punto puede el mundo antiguo ayudarnos a entender el nuestro? ¿Qué límites deberíamos establecer en nuestra reinterpretación o reapropiación de toda esa tradición?", respondiéndose algo más adelante que "los clásicos probablemente han legitimado tantas revoluciones como dictaduras políticas". El ser humano tiene una larga tradición de mirar el pasado para justificar su presente y predecir su futuro como civilización. Y de entre todos los pasados posibles, queremos creer que en el Imperio Romano están muchas de las respuestas.
Alejados de este uso algo tramposo, la Universidad sigue avanzando en su conocimiento, investigando e interpretando la antigüedad al margen de la ansiedad de la situación coyuntural.
En este sentido la obra Economía romana en Castilla-La Mancha, publicada por Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha "viene a cubrir un vacío en la investigación, ya que no existía una monografía que se dedicara de forma exclusiva a esta temática tan determinante para conocer mejor el pasado histórico de nuestra comunidad", en palabras de Gregorio Carrasco Serrano, coordinador de esta obra y Profesor Titular de Historia Antigua en la Facultad de Letras de Ciudad Real.
"La antigüedad sigue suscitando el interés general y el mundo clásico sigue sorprendiendo en la actualidad. Sin embargo, en los planes de estudio la antigüedad y la filología clásica sufren un gran retroceso", se lamenta el profesor Carrasco, "El latín y el griego están en claro retroceso tanto en los planes de estudio de secundaria como en la universidad.
Ello a pesar de que el estudio de la antigüedad es una gran fuente de ingresos directos, especialmente en Castilla-La Mancha, donde disponemos de importantes parques arqueológicos con gran atractivo turístico. Segóbriga, Carranque, El Tolmo de Minateda, o yacimientos como el de Noheda, son grandes polos de atracción y que deben generar mucha más riqueza. Pero para ello son necesarias la formación cualificada, disponer de guías turísticos especializados, potenciar los talleres de empleo y una apuesta clara por la investigación".
El trabajo colectivo recientemente publicado tiene su origen en el Coloquio de Economía Romana celebrado hace tres años en dicha Facultad y que cuenta con los máximos especialistas en cada uno de los temas tratados, como los dedicados a los intercambios económicos entre ambas Mesetas, a cargo del catedrático Julio Mangas, el estudio de los talleres escultóricos por José Miguel Noguera Celdrán o el que aborda el tema de las producciones musivas (mosaicos) en la Meseta Meridional, a cargo de Guadalupe López Monteagudo, considerada una de las mayores expertas en este tema.
Como explica el profesor Carrasco, "el territorio actual de Castilla-La Mancha en época romana se inserta en unas unidades administrativas que van a ir evolucionando en este período. Cuando se hace la primera división territorial de la Península Ibérica, el territorio regional actual se dividirá entre la Hispania Citerior y Hispania Ulterior. Tras las reformas de Augusto, la mayor parte de Castilla-La Mancha pasó a formar parte de la Hispania Citerior Tarraconensis y dentro de ella en el denominado Conventus Carthaginiensis, aun cuando no exclusivamente".
Una época en la que el actual territorio de Castilla-La Mancha tendría "dos distritos importantes en cuanto a la minería, especialmente en la explotación de cinabrio en el área del suroeste de la provincia de Ciudad Real, y en cuanto al yeso especular (lapis specularis) en toda la zona de Segóbriga", en lo que serían dos de las producciones más rentables del territorio.
Una época en la que nuestro ámbito territorial también destacaría por una gran producción agraria y ganadera, lo que se traduce en una gran cantidad de villas agropecuarias de enorme importancia. Sin olvidar, que por la región pasaban grandes vías de comunicación, por lo que era una importante zona de paso, lo que facilitaba las actividades comerciales y la circulación de moneda.
Retomando la importancia, en la economía regional de la época, del cinabrio (sulfuro de mercurio) conocido en Roma como minium, Gregorio Carrasco cita la "destacable producción de cinabrio que se exportaba a la Península Itálica desde la región sisaponense y que tenía un doble interés.
Por un lado, como elemento importante de pigmentación y también como elemento de obtención de metales preciosos a través de la amalgamación", proceso para el que el mercurio se hace imprescindible.
"Estas minas de cinabrio sisaponense", continúa el coordinador de la obra, "eran propiedad del Estado pero explotadas a través una sociedad arrendataria llamada Societas Sisaponensis, de la cual tenemos noticias y testimonios epigráficos suficientes. Este tipo de sociedades estaban integradas por "publicanos" que se beneficiaban del régimen de explotación."