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Campaña de Incendios

Vigilantes de torretas, los ojos del monte contra el fuego

Desde sus puestos, a 15 o 20 metros de altura, son los primeros en detectar la presencia de humo, lo que desencadena la activación de todo el dispositivo de lucha contra los incendios forestales
Fotos: Saúl García
29/06/2023 - C.I.P.

Desde lo más alto, en soledad, y con la  mirada siempre atenta  en extensas áreas forestales, los expertos y atentos ojos de los vigilantes de incendios rastrean el horizonte para detectar a tiempo cualquier indicio de fuego.

La pronta detección y rápida respuesta ante los conatos de incendio son elementos cruciales para evitar que las llamas se propaguen y alcancen dimensiones que dificulten su extinción. De ahí que los puestos fijos de vigilancia, ya sean torres o atalayas estratégicamente ubicadas en puntos altos sean una pieza crucial en el operativo para la prevención y detección de los fuegos forestales 

Los vigilantes de las torretas son los primeros en alertar sobre la presencia de humo o fuego, lo que desencadena la activación de todo el dispositivo de lucha contra incendios. Son los ojos, los oídos y la voz del monte, auténticos guardianes del medio natural, como reconoce Antonio Alarcón, director provincial de la Empresa Pública de Gestión Ambiental de Castilla-La Mancha (GEACAM).  De hecho, el 70% de los incendios en nuestra provincia se detectan desde estos puntos de vigilancia.   

Por su orografía y extensión de la superficie forestal – el 47,3% del total– Cuenca es la provincia con más torres fijas de vigilancia, concretamente cuenta con 36. “Si pensamos que en provincias como Toledo solo hay cinco, nos puede dar una idea de la importancia que tienen aquí”.

Setenta y dos vigilantes (dos turnos por torreta) trabajan en estas estructuras metálicas de 15 o 20 metros, ubicadas en puntos clave de la provincia de Cuenca. Están diseñadas para brindar una visión panorámica del territorio, lo que permite a los vigilantes observar y detectar incendios en etapas tempranas. 

Cada señal de fuego, es un indicio que “no puede pasar desapercibido”, señala Enrique Moya, vigilante de la torreta de Valdeganga. Su tarea  es dar la voz de alarma lo antes posible y aportar información al Centro Operativo Provincial (COP). Cuantos más datos y más precisos sean más rápido se podrá movilizar la respuesta al fuego.

 

Foto: Saúl García

 

Los vigilantes poseen un conocimiento profundo del territorio y una intuición especial que les lleva a detectar la posible causa de un incendio con una precisión asombrosa. Durante meses, pasan diez horas diarias observando el monte y cada jornada es un nuevo desafío. “Somos gente muy experimentada y la mayoría de las veces acertamos, alguna vez te puedes confundir pero hay un acierto de más de un 90%”, dice Enrique Moya.

Desde las alturas realizan una labor esencial. Equipados con prismáticos y mapas detallados, exploran su área asignada con minuciosidad y destreza. A través de la alidada de Pínulas (una especie de brújula sin imantar muy precisa) pueden determinar con precisión la ubicación del incendio, algo fundamental para que de forma inmediata se active el engranaje del dispositivo de lucha contra incendios. 

Lo primero que hace Enrique Moya cuando inicia su jornada laboral es pasar un parte a la central para comprobar que todo el equipo funciona, especialmente el de comunicación. Después, lo repite cada dos horas. “Desde el COP se llama a todas las torretas, de forma que se comprueba que las emisoras tiene batería o que el repetidor no da problemas”. 

Enrique lleva tres años como vigilante de torreta. Hasta entonces su puesto era el de bombero jefe de unidad, cargo que ha desempeñado a lo largo de 25 años.

“El cambio de una actividad a otra se nota mucho. Acostumbrarme me ha costado. Los primeros años echaba mucho de menos el retén, y más viendo a los compañeros actuar desde aquí”.

Su retén es el de Valdeganga pero él viene todos los días desde Cuenca, la torreta está cerca de la ciudad.  Aquí pasa 10 horas al día en soledad, observando el monte para detectar cualquier indicio de fuego y alertar de inmediato. Una labor esencial que requiere estar en alerta constante. 

La mayoría de incendios que se detectan desde las torretas de la provincia están causados por rayos y por cosechadoras. “Detectas todos, pero los rayos hasta que dan la cara, cuesta mucho. Y cuando la dan ya es grande el incendio, por eso es necesario avistarlos pronto”, señala el vigilante de Valdeganga, quien cuenta que cuando un rayo cae sobre un árbol lo va quemando lentamente, sin apenas señales, pero cuando estalla la propagación es muy rápida. 

En el caso del fuego causado por una chispa de las cosechadoras, es diferente. “Normalmente son los que están cosechando los que nos avisan si prende la llama. Pero los rayos, si no es el vigilante, son muy difíciles de detectar. La red de carreteras que tenemos no tiene visibilidad y cuando diese la cara el incendio sería muy grande”, apostilla el director provincial de GEACAM. 

 

Foto: Saúl García

Desde que Enrique Moya está en la torreta no se ha registrado ningún incendio complicado en la zona. Este año, la temporada arrancó con malas perspectivas. Las altas temperaturas junto a la ausencia de lluvias en invierno y primavera hicieron saltar todas las alarmas a mediados de mayo. “A esas alturas el monte ya era un polvorín”, recuerda Moya. En estos momentos, gracias a las abundantes lluvias que han caído durante los últimos 15 días la situación ha dado un giro. 

“Es un alivio tremendo”, dice Antonio Alarcón. Con todo, destaca que en la provincia de Cuenca la clave está en las tormentas de julio. “Si traen agua, fantástico, pero si son secas tenemos graves problemas”.  Cuando se da este tipo de fenómeno meteorológico pueden caer en una sola tarde entre 20.000 y 30.000 rayos en la Serranía de Cuenca y no es hasta el día siguiente, o más, cuando salen los incendios.

Sin la figura del vigilante de torreta –muchas veces invisible para la ciudadanía–las consecuencias de estas tormentas eléctricas serían catastróficas. 

 

La pronta detección y rápida respuesta es crucial para evitar que las llamas se propaguen y alcancen dimensiones que dificulten su extinción

Armados de prismáticos, mapas y alidadas, cuando avistan humo proporcionan los grados exactos de las coordenadas geográficas donde se ha producido el incendio, facilitando así una acción inmediata del retén de tierra.  “Es lo que llamamos despacho automático” precisa Alarcón. “cuanto antes se llegue más pequeño será el incendio y más posibilidades tenemos de hacernos con él.

En caso de duda, antes de dar el aviso se consulta con otras torres de vigilancia cercanas para confirmar la información.  En el caso de la torreta de Valdeganga triangula con Abia de la Obispalía y Los Palancares

“El vigilante es la vista y los oídos de los compañeros. Parece que uno está aquí solo, pero el incendio también se escucha y cuando está cerca de tu zona además de la comunicación, puedes incluso guiar al retén, añade Moya.

Además de su labor de alerta, Moya realiza una evaluación técnica del incendio. El retén que acude a combatir el fuego depende de la información que les proporciona el vigilante. “Saber como es la columna de humo, el color y dirección, son pistas que ayudan a enfrentarse de forma adecuada a la situación que se pueda encontrar en el lugar del foco y dar una respuesta efectiva y segura”, señala Enrique Moya, que por sus muchos años de trabajo en el retén de tierra es un experto en la materia.

Las torretas de vigilancia se complementan con unidades móviles, patrullas terrestres, aeronaves de extinción y equipos de emergencia. La coordinación entre todos los dispositivos garantiza una respuesta integral para controlar y extinguir los incendios forestales. 

En Cuenca, el Plan Especial de Emergencia por Incendios Forestales está formado por 500 personas y 100 medios, entre aéreos y terrestres, activos en su totalidad desde el 1 de junio, con la entrada de la fase de riesgo alto y extremo que se prolonga hasta el 30 de septiembre.

 

Foto: Saúl García