Es noticia en Provincia: Despoblación Vivienda Plan de Empleo en Zonas Rurales Deprimidas Día Mundial Médico de Familia

Carlos Martínez Rubio ya tiene su calle en Las Pedroñeras

16/04/2016 - Ángel Carrasco Sotos

El pasado 4 de abril se aprobaba por unanimidad el pleno de Las Pedroñeras lo que por justicia quizá no tendría ni que votarse. La muy desconocida travesía de Martínez Ramírez de Las Pedroñeras pasa a llamarse calle Carlos Martínez Rubio. No es casualidad esa coincidencia en el Martínez, pero sí que esta historia está llena de ellas, casualidades que tienen su origen, eso sí, en el destino, o en una mano invisible que va disponiendo todo aquí y allá para que todo cuadre lo mejor posible. Y esta casualidad o causalidad (tanto monta) cuadra de veras.


A Carlos Martínez Rubio el alcalde le dio a elegir su calle en el pueblo. Y él no quiso otra que esa escondida (“senda por donde han ido...”), esa escondida callejuela sin vecinos, esa cuestecilla que desemboca en la calle de su tío. Un antojo, pero quien conozca la historia sabrá que más que antojo es un anhelo, pues Carlos pasó su niñez y su juventud en el pueblo donde nació, en Pedroñeras, y en la esquina de esa travesía con la Montejano vivía su amor, y ese amor verdadero un día se consagró en unión, perdurable unión hasta que vino un día una señora de negro a trastocarlo y enlutarlo todo. Allí, día tras día, Carlos hablaba con su Beatriz, en la acera o a través de la ventana, y Carlos solo quiso para él esa calle, la que tantos recuerdos le traía, no una principal ni más larga, solo esa llena de ecos de aquel amor siempre tan cercano.    


RINCÓN ENTRAÑABLE

Así que la voluntad de un pueblo, que tanto debe a Carlos durante su cargo como gerente del hospital conquense, así como esa mano que va disponiendo todo desde arriba, sintió que le debía ese rincón entrañable, el breve tramo donde ocurrió el milagro del amor entre él y su Beatriz, a la que reza, a la que idolatra.


Más aún, esa pequeña calle era afluente de la de su tío, el aviador laureado Félix Martínez Ramírez, con lo que ahora andarán (volarán mejor dicho) paredaños, el uno junto al otro en un eterno vuelo, tío y sobrino, tío al que veneró el sobrino y del que aún guarda recuerdos entrañables de su niñez.


A Carlos, si alguien lo visita alguna vez, le abrirá las puertas de su casa, cortés, sin preguntarle si es de un partido o de otro, si cree en Dios o no cree, si es rico o es pobre... porque eso, incluso el pensarlo, sería sencillamente obsceno en una persona de bien. Si es de Pedroñeras, ya puede uno encontrarse en su propio hogar. Franqueará la puerta de su piso conquense en Princesa Zaida, y de frente se dará de bruces con un pequeño cuadro, una viñeta enmarcada del gran Mingote. En ella un niño está sentado en las rodillas de su anciano abuelo. El niño le pregunta al viejo: “¿Qué es preferible, abuelo, ser de derechas o de izquierdas?” A lo que el sabio, pero no senil, abuelo le responde: “Antes que nada, no ser gilipollas, luego ya...” Eso lo ha aprendido este también sabio anciano, pero no senil ni decrépito, Carlos: que importan las personas mucho más que las ideas o la honradez mucho más que el fanatismo.


SIGUE IRRADIANDO VIDA

Me alegré mucho desde que conocí la noticia, pues mi relación con Carlos Martínez Rubio, va aumentando en años a medida que él se va acercando a la centena y nos va haciendo viejos a todos. ¡Quién llegará a esa edad con la clarividencia y la locuacidad con que te acogen siempre sus palabras, con esa felicidad siempre dando vida a su cuerpo vivaracho, irradiando afecto, calor, vida! Enhorabuena amigo Carlos, por esa calle sin vecinos que espíen vuestros secretos, por esa placa tan hermosa y digna que luce en esa esquina para ti siempre tan cercana, tan presente, aunque vivieses ya lejos de ella.