Peliagudo asunto
De tanto en tanto –cada vez, la verdad, menos– vuelve a saltar al fugaz ahora de nuestra capitalina actualidad comunicativa el tema del posible futuro de la hoy por hoy, y casi desde siempre –casi desde luego durante la totalidad de los doce años que han transcurrido desde su inauguración allá por mayo del 2010 hasta nuestro hoy– del llamado Bosque de Acero, la estructura diseñada por el estudio Moneo-Brock ubicada en nuestra capital cabe las riberas del Júcar en los terrenos que cada año acogen el patronal ferial de las estivales festividades sanjulianeras y más ocasional y esporádicamente tal cual cita más o menos lúdica de ocio o esparcimiento, convocatorias en las que casi nunca ha participado más que con la mera presencia de su llamativa pero realmente inane estructura prácticamente útil para nada salvo para alguna, desde luego en muy escaso número, ocasional y puntual actividad.
En estos días ha vuelto a asomarse a la agenda noticiosa de estos nuestros lares con las declaraciones del jefe del ejecutivo autonómico, Emiliano García Page que, al hilo de su reciente visita a la ciudad, hablaba de –convirtiendo, dejaba dicho, los problemas en oportunidades– dar una solución, entre este año, añadía, y el próximo, a la lamentable situación de nulo servicio de la peculiar construcción dándole lo que calificaba de “otro enfoque”.
Ardua y peliaguda es sin embargo la empresa si nos atenemos a la propia desafortunada historia –dada de lado casi desde el principio la más que interesante planificación que para el resto del paraje se diseñaba en la nunca acometida segunda parte del infortunado proyecto, miniauditorio al aire libre o lago a la par que estético añadido regular de las eventuales crecidas del río incluidos, que vaya si no hubiese propiciado una espléndida configuración funcional-paisajística del área– de las más o menos bienintencionadas posibilidades para su utilización para esto o para aquello de vez en cuando planteadas bien desde las instancias regidoras ciudadanas –las actuales ya han señalado que de momento nada concreto estaría hoy por hoy sobre la mesa– bien desde la iniciativa popular más o menos potenciada por alguna abierta convocatoria de ideas. Ojalá –crucemos cuantas veces nos sea posible los dedos– que pese a tales antecedentes se pueda llegar a un plan que de verdad y por fin, enfrentándose al mal fario que l a su devenir ha venido aquejando, dé práctica y eficaz solución a tan hasta hoy irresoluble cuestión. Qué quieren, no hay que perder nunca la esperanza, ¿no?
