Días de cine y rosas

Hace no tanto tiempo, en un recuerdo aún cercano, nos inventábamos el futuro a través de historias heroicas y hazañas eternas que bebían directamente, no de las páginas de la épica medieval o las grandes epopeyas clásicas, sino de las pantallas de cine. Sí, algunos de nosotros, jóvenes impresionables por aquellos entonces, nos intentamos construir a imagen y semejanza de los grandes héroes y antihéroes del celuloide. El caso es que el cine ha sido tan importante en la formación de algunas generaciones como muchos maestros, y más importante para la cultura de mis quintos amplios que muchas tradiciones ancestrales. El cine ha pasado por malas rachas —recuerdo días de lujo en los que estuve prácticamente solo en una sala para ver La batalla de Hadiza o Funny Games el día que conocí a Haneke— pero ahora parecía que se había reinventado para superar los peores años de la piratería. Pues bien, Cineworld, el mayor gigante del cine, ha anunciado que cerrará más de seiscientas salas de forma temporal. No sé si esto es un signo más de esos que confirman que el mundo ha cambiado. El caso es que sé que John Rambo era un flipado de la vida; pero tenía valores como la lealtad, la justicia o el sacrificio. Conozco a Harry Callahan, Han Solo, Conan, Henry Jones, John McClane, Connor MacLeod y un sinfín más pero, si las salas de cine están vacías o cerradas, no tengo ni idea de quién está educando a las nuevas generaciones.