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Julio Magdalena Calvo
Julio Magdalena Calvo
05/12/2022

Crispación

Por si fuera baladí lo que llevamos padeciendo desde hace algún tiempo: pandemias, guerras, inflación desmedida y otras maldiciones bíblicas por un estilo, en el suelo patrio la crispación política, como la primavera de Machado, ha venido, nadie sabe cómo ha sido, pero lo cierto es que, no siendo un fenómeno nuevo, si es más intenso y con más calado que los anteriores por su magnitud y contagio.

De tal suerte, en el congreso, senado y restos de instituciones regionales y locales, somos testigos de ¿debates? políticos subidos de tono y generosos con las descalificaciones, los insultos, los agravios y los reproches, siendo del tema a tratar lo que menos importancia tiene, ya que lo importante no es tanto la gestión de los recursos y la resolución de los problemas para garantizar el bienestar de los ciudadanos, cuanto el yo y los míos, el tú más y, sobre todo el maniqueo empleo de los buenos y los malos en función de lo que convenga en cada momento. Fíjense que no digo “grupos”, porque si en un grupo no se está de acuerdo con las directrices fijadas, de inmediato se convierte en sospechoso, en advenedizo y, en algunos casos, en traidor.

He escrito que la crispación es contagiosa y en aumento porque se traslada a los ciudadanos convirtiéndose en un mecanismo de amplificación, pero no se engañen (yo al menos, lo trato), la crispación no solo es dañina en la forma, si no (y más aún) en el fondo, ya que con el ruido se trata de acallar la falta de argumento, la ineptitud, la ineficacia y, por ende, el perjuicio que están ocasionando con su inoperante servicio público y al público.

Así y siendo evidente que existen los fascistas, los comunistas, los machistas, los homófonos, los misóginos, los pros no sé qué y los contras no sé cuántos, a mí ya no me cabe la menor duda, que aun no perteneciendo a ninguna etiqueta admitida como tal por el común de los mortales, como te descuides un pelín, en menos que canta un gallo te endilgan alguna de forma inmisericorde y, por supuesto, sin posibilidad de repuesta, porque la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, señoría, es la mía. Y si no están de acuerdo, me crispo.

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