En consonante
Que un expresidente del Gobierno —sea quien sea— visite Cuenca, es siempre noticia.
Nunca faltará gente para rodearlo y hacerse una foto o intentar soltarle un soplamocos. Lo primero, es la erótica del poder; lo segundo, la estupidez humana.
Rajoy ha estado en Cuenca, se ha paseado por el Casco y se ha dado un auténtico baño de multitudes por lo que las fotos atestiguan.
Eso sí, había menos de seis millones doscientas dos mil setecientas personas; que es su récord más importante.
Además de fotos, Mariano nos ha dejado alguna frase a reseñar, aunque no de las que le hicieron un hueco en el Olimpo de la retórica.
Este periódico, por ejemplo, recogía ésta: «Hay que huir de la demagogia barata y el populismo». Me pregunto si, mientras decía esto, estaba pensando en Mónica Oltra.
Su dimisión no es un gesto generoso ni un sacrificio por la causa; su dimisión, en sus circunstancias, es una obligación; no se podía hacer otra cosa.
Luego puede ser inocente pero, después de todo lo llovido, un político imputado debe dimitir automáticamente.
Creo que en eso estamos todos —rojos, fascistas, comunistas, moderados, liberales y nueve de cada diez dentistas— de acuerdo.
Pero no hagamos demagogia barata y populismo: ¿Si un político imputado debe dimitir, un partido condenado hasta tres veces en los últimos años qué debe hacer? ¿gobernar?
Apliquemos la rima del cinco.