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Antonio Santos
23/09/2023

De Bavel a Ravel

Si hace unos días hubiésemos preguntado en la calle si se podía hablar catalán, gallego o euskera en el Congreso de los Diputados; la mayoría habría contestado al tuntún.  Ahora; sin embargo, muchos se echan las manos a la cabeza, cuando lo que parece más lógico es que, más que en ningún otro sitio, sea en el Congreso donde esté representada la pluralidad de España.   Y se puede ser plural e igual.  El caso es que la igualdad no reside en que todos los españoles hablemos únicamente la lengua de Castilla; sino en que todos podamos hablar, libremente, en nuestra lengua vernácula.  Porque el catalán, el gallego o el euskera; son lenguas españolas y su uso no limita mi libertad para hablar en castellano.   Si queremos ver cómo dañar al castellano, deberemos fijarnos en el proyecto educativo de analfabetismo funcional bilingüe que imponen algunas comunidades como Madrid; y que reducen el vocabulario de las lenguas españolas al ridículo.  ¿El problema son las lenguas o Cataluña?  La lengua castellana es grande, gracias, entre otras muchas cosas, a Marsé, Eduardo Mendoza, Montalbán, un sinfín de nombres propios y la Fundación La Caixa. Cataluña es España, y se puede ser catalán y español a la vez; pero Cataluña no es Castilla ni de Castilla.  Del mismo modo, se puede ser castellano y español a la vez; y, cada día tengo más claro, que también se puede ser castellano odiando a españoles. La pregunta no es por qué ellos pueden hablar catalán, gallego o euskera; la pregunta es por qué no podemos hacerlo los castellanos.  Quizás, todo español de verdad, tendría que saber dos lenguas españolas: castellano y otra más.