Día Internacional contra el Acoso Escolar
“Mi hija cambió totalmente, llegaba a casa y se echaba en el sofá a llorar”

"Mi hija cambió totalmente, llegaba a casa y se echaba en el sofá a llorar”. Son las palabras de Andrea -nombre ficticio; pide mantener su anonimato-, una madre que vivió en primera persona el maltrato que sufrió su hija a los once años.
Lo que en principio se quedó en un simple altercado, fue en aumento hasta que Andrea se vio obligada a pedir ayuda. Fue entonces cuando se topó con #TúCuentas y el equipo profesional de intervención en Cuenca, que, a día de hoy, sigue con su caso.
Desafortunadamente, cuando ella comenzó a pedir ayuda, no obtuvo la respuesta que esperaba. No tuvo el respaldo necesario por parte del centro educativo. Tras el primer insulto, llegaron las consecuencias. Tal y como explica su madre, la niña perdió por completo el apetito y su autoestima empezó a decaer. Los efectos psicológicos incluso empezaron a hacer mella en su salud física.
Andrea, sin saber en ese momento el motivo de las dolencias de su hija, la llevaba constantemente a su centro de salud o a urgencias por cefaleas y afecciones en el estómago. “Vi un cambio en mi hija. Empezó a sufrir con solo 11 años. Yo intentaba ver qué le ocurría, por qué dejó de comer”, explica.
La menor llegó a perder hasta seis kilos a raíz del acoso escolar. Su salud mental se vio cada vez más afectada conforme pasaba el tiempo e incluso desarrolló ansiedad. Gracias al trabajo de la víctima, de esta madre y de los profesionales del equipo de intervención, ahora empieza a recuperar su salud y a recobrar la confianza en sí misma.
Al llegar al instituto, se ha tropezado de nuevo con sus agresoras. “Les dijo que se había terminado, que ahora ha vuelto a ser la que era”, señala. “No voy a mentir, fue maravilloso. Ver a mi hija, que había estado fatal, que pensaba que su vida se había acabado y que no tenía sentido, que hiciera esto y tuviera el valor de enfrentarlas es lo mejor que me ha pasado después de meses de sufrimiento”.
Andrea se siente completamente agradecida “de corazón” con el equipo de profesionales y con los sanitarios del centro médico que la ayudaron también. “Lo está superando, pero ya no es lo que era. Le cuesta confiar en las personas, tiene miedo”, relata.
CIFRAS
La historia de la hija de Andrea tiene un desenlace feliz. Sin embargo, esta historia es tan solo una de las que cada año ocurren en los centros escolares. No es el primer ni tampoco será el último caso en la provincia de acoso escolar. Actualmente el equipo de profesionales lleva 27, a los que se suman este mes dos más.
Los números han ido en aumento desde el primer registro del programa en 2017, cuando se trataron 10 casos. Incluso descendieron a partir del 2019, con nueve y 2020, con el menor recuento, seis. A partir de 2021, tendieron al alza con 11 casos, que, en 2022, crecieron notablemente. Ese año el equipo profesional atendió a 32 menores, 16 niños y 16 niñas. Dentro del total, 25 de esos casos estaban activos a final de año.
Amelia López, delegada provincial de Bienestar Social, y Pilar Martín, jefa de la Sección de Infancia de Bienestar Social, señalan el alarmante aumento del uso de las nuevas tecnologías como forma de intimidación, lo que empeora la situación.
El menor ya no solo sufre el maltrato en su centro, más bien este acoso se traslada a cualquier parte. Los medios más utilizados son las redes sociales y los servicios de mensajería, que constituyen un 40%.
“Hay muchos más casos. Estoy segura de que duplican a los que nos han llegado a la delegación. Desde la Junta llevamos siete años tratando de ayudar en todo lo posible. Por desgracia, hay personas que aún no conocen el servicio”, señala López.
“Hay muchos más casos. Estoy segura de que duplican a los que nos han llegado a la delegación”
#TúCuentas
El acoso escolar tiene muchos entresijos y múltiples rostros. El del agresor, el afectado, la familia y los docentes. Al otro lado está el programa #TúCuentas, un trabajo conjunto de las Consejerías de Educación y Bienestar Social, con una financiación en torno a los 450.000 euros.
Hay repartidos por la región seis equipos de intervención formados por educadores sociales y psicólogos, uno por provincia, al que se suma otro en Talavera de la Reina. Han participado 3.215 alumnos de la provincia en los talleres del programa, en concreto, en 49 colegios y 19 institutos.
Pilar Marín señala que el proyecto tiene dos pilares fundamentales; intervención y prevención. Ahora, además de centrar sus esfuerzos en el profesorado y en los estudiantes, el programa pone el foco en los padres con unos talleres nuevos familiares en los que participan junto a sus hijos.
Afortunadamente, las víctimas cada vez más cuentan su caso, tal y como explica Isabel Berlanga, educadora social del equipo de intervención de Cuenca. El bullying también puede detectarse desde casa. Pesadillas, falta de apetito, una caída en el rendimiento académico o una baja autoestima son señales de que el menor sufre acoso, según Berlanga. “Los padres tienen que hablar con ellos mucho y preocuparse por lo que les pasa para que, cuando ocurra algo, los hijos tengan la confianza de acudir a ellos”.
Reconocer a un hijo como víctima es, por lo general, más frecuente que admitir que es el agresor. Así lo explica Óscar de la Hoz, psicólogo del equipo. Este profesional considera que este es uno de los grandes problemas actuales porque, esta falta de aceptación, impide que el menor que provoca el acoso también se acoja al servicio de psicología, una atención que es necesaria. De la Hoz indica que otra de las claves es que los ‘espectadores’ del acoso, pasen a la acción y denuncien, en lugar de observar.
El acoso escolar es una lacra social que solo puede erradicar la educación.