Implante coclear: un motor de vida más allá del sonido

Victoria nació un mes de febrero de 1993 en Avilés (Asturias). En ese momento, ni ella ni nadie sabía que era sorda, y fue su madre quien, con el paso de los meses, empezó a observar que cuando pasaba el aspirador delante de la bebé, ni se despertaba ni reaccionaba a cualquier otro ruido. A los pocos meses de dar a luz, la llevaron a un otorrino en Pamplona, donde le dijeron que la pequeña tenía un 100% de pérdida auditiva en los dos oídos.
Sin llegar al año de vida, ya le pusieron audífonos para que pudiera escuchar, y empezó a ir al colegio Poeta Juan Ochoa de la localidad asturiana. Su discapacidad no le supuso ningún problema, no tenía ningún impedimento para relacionarse con sus compañeros de clase, y fue gracias a los profesores de dicho centro con los que empezó a oír y a hablar. Tenía un docente de apoyo para ella, y recuerda Victoria, los deberes que le mandaban eran que su madre hiciera de logopeda con ella como complemento al que ya iba.
“Mi madre luchó mucho para que tuviera una vida lo más normal e independiente posible a pesar de mis dificultades”, relata la asturiana, quien sobre el año 2006, cuando se mudó a Cuenca, ya le empezaron a hablar del implante coclear. Es un dispositivo que suple la función del caracol (cóclea) en el oído interno cuando éste está severamente dañado. Recoge el sonido del exterior y lo transforma en impulsos eléctricos que transmite el nervio auditivo para que el cerebro perciba una sensación sonora.
Así, en el año 2007 comenzó a hacerse estudios clínicos en el hospital Ramón y Cajal de Madrid para ver si ella era apta para someterse a la intervención quirúrgica, y en octubre de ese mismo año, le implantaron este instrumento.
Después de un mes de reposo, a finales de noviembre ya pudo conectar el audífono al imán que le colocaron en el cráneo, y desde ese momento su audición pasó de 0 a 100 con un simple gesto.
Victoria nació con el 100% de pérdida auditiva en ambos oídos y cree que si no se hubiera operado, su vida habría sido diferente ya que con los audífonos que portaba antes no recibía la misma audición“La sensación que viví era extraña, porque a pesar de que había llevado audífonos muchos años, no tenía una audición perfecta”, rememora Victoria, quien asegura que después de este implante coclear tuvo que aprender de nuevo tanto a hablar como a escuchar, así como identificar los sonidos que ya tenía previamente asociados.
Aunque al principio tuviera ciertas dificultades para desarrollarse socialmente, gracias al apoyo tanto de la Asociación de Padres y Amigos del Sordo de Cuenca (Aspas) como de su familia y amigos ha conseguido derribar obstáculos y romper barreras y ahora goza de una independencia absoluta.
“Si no me hubieran implantado, mi vida hubiera sido peor, porque al fin y al cabo esta intervención quirúrgica me ha permitido avanzar mucho en la vida”, asegura orgullosa Victoria, quien ha recibido la ayuda de ASPAS desde que se implantó el dispositivo en ámbitos como la logopedia o la audición.
Desde entonces, solo se ha encontrado con pequeños problemas que ha sabido resolver de forma excelente. Como explica su madre, durante la etapa de instituto de Victoria en la capital conquense no tuvo ningún docente de apoyo y eso le ocasionó alguna traba con ciertos profesores. Le llegaron a suspender asignaturas como inglés. “Si estaba aprendiendo a escuchar y hablar en castellano, que ya era un mundo para ella, ¿cómo iba a poder hacer lo mismo en inglés?”, se pregunta años después, quien no duda en afirmar que su hija “es tan valiente que todo se lo pasaba por ...”.
Y es que, una persona sorda, explica la mujer que le dio la vida, aunque hable, necesita apoyo de lenguaje labial, y de ahí la necesidad de que tuviera una persona de apoyo en clase porque, sin ella, le resultaba difícil hablar. Otra de las situaciones que relata es el mantenimiento del dispositivo. Una vez al año tiene que ir al hospital madrileño para su revisión y seguimiento, y si se da la casualidad de que se estropea el aparato externo, tiene que dar 500 euros de depósito sí o sí para que se lo arreglen. “Si no los tienes, no lo arreglan”, lamenta la madre, quien también detalla que las pilas del aparato (el de Victoria gasta una al día) no están subvencionadas, y cada mes se pueden ir en torno a los 40 euros en este bien de primera necesidad.
El implante coclear y el paso de los años ha ayudado a Victoria a ganar independencia, aunque sí le puede ocurrir que, en las colas de un supermercado o cualquier tienda, a lo mejor le están hablando desde atrás y no se da cuenta, porque en su caso, necesita tener a la gente en frente y mirar a los labios de su interlocutor.
“La pandemia fue un infierno”, explica Victoria, ya que como auxiliar de enfermería que es en la actualidad y la obligatoriedad de la mascarilla, la interacción tanto con sus pacientes como con compañeras de trabajo era muy complicado. Tanto que incluso llegó a pedir la baja por ansiedad durante los meses más duros, y cuando la situación sanitaria se relajó, cada vez que necesitaba interactuar con otra persona le pedía, por favor, que se bajara la mascarilla cuando le estuvieran hablando para así poder escucharlos.
Aun así, Victoria siente que nunca la han discriminado por su discapacidad. Todo lo contrario: cada persona que se ha cruzado ha comprendido su situación y la han intentado ayudar en todo momento. Por eso, pide que la gente tenga empatía hacia las personas que llevan un implante coclear, puesto que por mucha nitidez que tengan, pueden darse momentos que o por ruidos de fondo u otros factores no pueden comprender al 100% lo que les están intentado decir.
Con todo, Victoria se ha convertido en un ejemplo de superación dado que ha logrado llevar una vida independiente gracias a su esfuerzo, lucha contante y al servicio prestado por ASPAS.
La asociación ASPAS atiende en la actualidad a trece usuarios: diez de ellos en rehabilitación tras recibir el implante y tres en materia de empleo
ASPAS
La asociación atiende en la actualidad a 13 personas que tienen implante coclear. Diez son niños, y tres adultos. Lo ponen de manifiesto Tamara González y Mónica López, presidenta y técnico de empleo de la entidad, que en julio cumplirá 15 años de vida ayudando a los sordos de la provincia de Cuenca. “Es muy gratificante trabajar con los usuarios que tienen el implante coclear porque les cambia la vida”, sostienen desde la Asociación. Y es que, desde la primera planta del número 6 de la calle Fermín Caballero ofrecen a los implantados apoyo tanto antes de la operación como después. Antes, en el Servicio de Atención y Apoyo a las Familias prepara al usuario para oír, asociando los sonidos a estímulos visuales o táctiles y que comprendan el mundo con el sistema de comunicación bimodal, el cual apoya el lenguaje oral en gestos para que puedan asociarlos a los objetos o sus necesidades.
Al mes del implante, cuando se activa, comienza el entrenamiento auditivo, que consta de cinco fases: detección (detectar entre sonido y silencio), discriminación (diferenciar dos sonidos por cualidades como la duración), identificación (reconocer un sonido o palabra dentro de un grupo), reconocimiento (discrimina sonidos o palabras de una lista abierta) y comprensión (capacidad para procesar la información que recibe auditivamente y decodificar el lenguaje).
En todo este tiempo, ASPAS ha atendido a 28 personas con implante coclear, que van desde los tres hasta los 70 años. No hay edad específica para la implantación, puesto que la hipoacusia puede presentarse a lo largo de la vida. Las ventajas de este instrumento son “innumerables”, ya que permite el desarrollo y la integración en la sociedad.
Al mismo tiempo, ASPAS ofrece a los usuarios servicios de atención y apoyo a las familias, de atención temprana, una red de intervención logopédica para niños, jóvenes y adultos un servicio de inserción laboral y, como no, talleres de sensibilización y concienciación de la sordera.