El Centro Ocupacional de Tarancón cumple un cuarto de siglo
Hace veinticinco años, la insistencia de un grupo de familias de Tarancón, agrupadas en la asociación AFAMIT, hizo realidad un sueño: la creación de un centro ocupacional que ofreciera a las personas con discapacidad intelectual un espacio donde desarrollarse personal y laboralmente. En el año 2000 abrió sus puertas y desde entonces han pasado por sus instalaciones 77 personas, aunque actualmente prestan apoyo a 40 personas y tienen ocho plazas libres. “Fue un logro de las familias”, recuerda Antonia Villegas, directora del centro. “Pelearon mucho para que Tarancón contara con este recurso”, apostilla.
El centro está concebido para acompañar a personas con discapacidad intelectual desde los 18 años, aunque actualmente hay un usuario con 70 “muy autónomo”, apunta Villegas. “Nuestro objetivo principal es que alcancen la máxima autonomía posible, que tengan autodeterminación, que puedan decidir por sí mismos y, cuando se pueda, acceder al mercado laboral”, explica la directora.
El trabajo diario de la entidad se divide en tres grandes programas. El primero, de desarrollo personal incluye talleres de habilidades sociales, manejo del dinero, cocina, imagen personal y actividades para la vida diaria. El de formación laboral les forma en manipulados, confección y lavandería industrial para dotarlos de la formación necesaria para acceder al mercado laboral. Además, cuentan con un servicio de alojamiento en el que conviven ocho personas. “Intentamos hacer también actividades fuera del centro, que participen en la comunidad”, comenta Villegas. “Van a actividades deportivas, a zumba, piscina, a pin pon e incluso hay algunos usuarios que están cursando un grado de FP básica”, explica.
Eso sí, aunque conseguir una inclusión real es todavía un objetivo a cumplir, desde el centro han conseguido que varios usuarios logren un empleo, pero la directora reconoce que todavía queda mucho por hacer. “Hemos tenido chicos trabajando en el Ayuntamiento, en la lavandería de Huete y en otras empresas, pero todavía cuesta romper ciertos estigmas. Cuando se habla de discapacidad los empresarios piensan más en la física o sensorial, y la intelectual sigue siendo la gran desconocida”, incide.
A pesar de que todavía existe cierta reticencia a contratar personas con discapacidad intelectual Villegas defiende la capacidad de los usuarios: “Son trabajadores ejemplares, responsables, constantes. Les cuesta más entrar, pero cuando lo hacen, dan el cien por cien”.
Ahora, cuando se cumplen 25 años desde su puesta en marcha, la directora destaca la estabilidad del centro que, aunque depende de la Junta, está gestionado desde su apertura por la Asociación Benéfica Geriátrica. “Esa continuidad es fundamental porque los chicos nos conocen y nosotros a ellos. Eso les da confianza. Somos una gran familia”, resume Villegas.
Con 48 plazas en total —de las cuales ocho están disponibles—, el centro afronta el futuro con ilusión y con el objetivo de seguir acompañando a cada usuario en su propio camino. “Queremos que cada uno de nuestros chicos consiga sus metas, sus sueños. Nosotros solo somos el apoyo, la guía que les acompaña para que puedan lograrlo”, concluye Antonia Villegas.