El fuego no espera, y los primeros en llegar para contenerlo son los retenes terrestres, la primera línea que combate las llamas, valora el riesgo y comienza el ataque. Estos equipos representan el 80 % del personal desplegado en la campaña de extinción de incendios forestales. No son solo brigadas que actúan en verano, trabajan durante todo el año en la prevención, vigilancia y restauración del monte. “Son la columna vertebral de un operativo que actúa los 365 días del año”.
Así lo han subrayado el delegado provincial de GEACAM, Eduardo Mena, quien junto al técnico de prevención, David Cuesta, asistía esta semana al inicio de actividad del retén de Cañada del Hoyo.
En total, la provincia cuenta con 13 retenes terrestres distribuidos por todas las comarcas, sobre todo en el norte donde la masa forestal es más densa. Cada retén está compuesto por ocho personas: un jefe de unidad, un conductor, cuatro brigadistas y dos efectivos asignados a la autobomba y al vehículo de transporte.
Forman parte del despacho automático que se activa en cuanto hay un incendio y están asignados a zonas específicas para que puedan responder de inmediato, en coordinación con autobombas, patrullas y brigadas helitransportadas —estas últimas con un radio de acción de 50 kilómetros—, su intervención es clave en los primeros minutos de un incendio.
“El retén de tierra llega primero, valora la situación, informa a la central y activa el resto del operativo. A veces se puede atajar desde el principio, pero otras hay que combinar ataque directo con líneas de defensa”, explica Sergio Villar, jefe de unidad en el retén de Cañada del Hoyo. “La clave es llegar a tiempo. Si se te va de madre, cuesta mucho pararlo”, apostilla.
A diferencia de otros medios, los retenes de tierra están en contacto directo con el terreno, lo que les permite intervenir en zonas complicadas y mantener un conocimiento preciso del entorno.
La orografía conquense obliga a decisiones técnicas sobre el tipo de ataque. “A veces ves el humo en un barranco, pero no puedes llegar con los camiones. Hay que empalmar mangueras de varios vehículos o acceder andando. Decidir bien cómo actuar es clave”, señala.
Frente al fuego, los retenes valoran si emplear ataque directo (descargas de agua y contención inmediata) o indirecto (creación de líneas de defensa para frenar la propagación). Esa decisión depende de la pendiente, viento, tipo de vegetación y disponibilidad de agua o accesos. “El monte de Cuenca no es fácil. Hay zonas con pendientes muy fuertes donde no entran ni los todoterreno”, explica Cuesta.
El personal recibe una intensa formación antes del inicio de la campaña. Todos los integrantes cursan un módulo básico de bombero forestal y, en función del puesto, se suman formaciones específicas: prevención de riesgos laborales (PRL), vigilancia en torres, manejo de autobombas o actuación en brigadas helitransportadas. “Todo el personal llega a la campaña con una preparación técnica adecuada, destaca el delegado de GEACAM en Cuenca. “En prevención de riesgos son 60 horas obligatorias. Pero la formación real es mucho más amplia, y se repite cada campaña”, apunta.
“El retén de tierra llega primero, valora la situación, informa a la central y activa el resto del operativo”Día a día de los retenes
En campaña de incendios, los retenes entrenan físicamente, realizan simulacros, marchas, despliegue de material y revisión de procedimientos. El objetivo es garantizar la respuesta en cualquier condición. “Nos preparamos cada mañana, y por las tardes hacemos prácticas de ataque, tendido, manejo de herramientas…”, explica Villar.
En caso de incendio, los brigadistas se adelantan al camión, orientan el acceso y realizan el ataque directo. “Vamos delante, guiando al conductor, buscando la mejor ruta. El fuego no siempre está donde parece, puede estar en una hondonada y hay que improvisar para llegar”, añade.
Pero su labor no empieza ni termina con el incendio. Desde el otoño hasta la primavera, los retenes trabajan en prevención con la realización de tareas selvícolas como desbroce, apertura de fajas auxiliares, cortafuegos, mantenimiento de pistas forestales... “Sin ese trabajo, no podrías contener un fuego en verano”, advierte Villar, quien destaca que la prevención supone, fácilmente evitar el 60 % de los incendios. “Si haces un buen trabajo de limpieza y preparación, puedes frenarlo antes de que se haga grande”, apostilla.
CAMPAÑA 2025
Este año la primavera ha sido especialmente húmeda en la provincia, lo que genera un doble efecto, por un lado mejora la humedad del monte y reduce el riesgo inmediato y por otro favorece el crecimiento de vegetación herbácea que puede convertirse en combustible en los meses secos. “Eso implica mayor riesgo cuando llegue el calor intenso”, alerta Cuesta. Puede parecer que no hay peligro, “pero sí lo hay”. La campaña regional lo recuerda: ‘No pasa nada hasta que pasa’, recueda el delegado de GEACAM.
El problema, dice, no está solo en el monte, una parte importante de los incendios se produce en la interfaz agrícola-forestal. Por ello, desde hace dos años se aplica un protocolo específico para maquinaria agrícola, que ha reducido de forma notable los siniestros. “Antes había dos o tres salidas diarias en época de cosecha; ahora, una o ninguna”, destaca. Este año, señala, las restricciones se han flexibilizado para facilitar el trabajo agrícola, “pero siguen siendo necesarias”.
El trabajo de los retenes no termina con la extinción. También se encargan del remate y vigilancia nocturna, permanecen en el perímetro para evitar rebrotes, recorren las zonas quemadas y controlan posibles reactivaciones.
“Estamos antes, durante y después del incendio. Nos quedamos hasta el final. Si hay que vigilar dos noches, lo hacemos. Aquí nadie se va hasta que el fuego está realmente apagado”, afirma Sergio Villar.
Son, en definitiva, la base del operativo. Un 80 % del personal de extinción forma parte de los retenes desplegados en zonas rurales donde, además, generan empleo estable y desarrollo. “En pocos pueblos una empresa genera 14 empleos fijos y cualificados como un retén”, señala Mena.
No obstante, el sector sigue siendo muy masculinizado. Solo el 9% del personal de campo son mujeres, y aunque en los ultimos años la presencia femenina se ha duplicado, la incorporación de la mujer sigue siendo una asignatura pendiente. Una realidad que a juicio de Mena tiene un origen estructural.
“En FP y grados de Ingeniería Forestal hay muy pocas mujeres. Y de ahí se nutren los operativos”. Mena explica que, a diferencia del sector privado donde aún persisten filtros ligados a la exigencia física, en la empresa pública no hay distinción entre hombres y mujeres: “Aquí no hay filtros, puede entrar todo el mundo. El problema es de base social y educativa”.
“Estamos antes, durante y después del incendio. Aquí nadie se va hasta que el fuego está realmente apagado”Merce Martilla se ha incorporado este año al retén de Cáñada del Hoyo. “El campo me encanta. Es algo que hay que proteger. La gente piensa que es trabajo de hombres, pero no lo es. Yo me siento una más. Quizá ellos tengan más fuerza, pero nosotras podemos tener más visión, más iniciativa. Esto va de habilidades y de equipo. Se trata de complementar capacidades, no de competir”.
Mónica Ruiz, en el operativo desde 2019 y con plaza fija desde 2024 también lo confirma. “ He pasado por varias cuadrillas. Siempre me han ayudado, explicado, acompañado. Hay compañerismo. Y eso es lo que define este trabajo. No es sólo fuerza, es maña y coordinación. Se trata de saber cuál es tu trabajo y cómo desarrollarlo”. Cuando empezó en extinción en el retén eran solo dos mujeres, y hoy en su base hay cuatro. “Animo a las mujeres a que se incorporen, trabajar en el medio natural merece la pena”.
Concienciación
Más allá del despliegue técnico, del número de retenes o del tipo de intervención, la lucha contra los incendios forestales en la provincia de Cuenca requiere también la implicación de toda la ciudadanía. Así lo ha subrayado el delegado provincial de GEACAM, Eduardo Mena, quien apela a la responsabilidad colectiva para prevenir fuegos en el medio natural. “Las imprudencias tienen un precio muy caro. Además de al medio ambiente, afecta directamente al trabajo y la vida de muchas personas”, concluye.