Un problema de aúpa

No es un fenómeno, desde luego, exclusivo de nuestra provincia –una extensa parte del territorio de nuestro país tiene densidades municipales muy por debajo de las consideradas críticas– pero sí somos, junto con Soria y Teruel, de los más afectados por la despoblación, con las densidades de población más bajas de todo el territorio nacional, por debajo de los diez habitantes por kilómetro cuadrado en las otras dos, nosotros sólo levemente por encima. Es un fenómeno demográfico y territorial, síntoma de graves problemas estructurales, de más que peligrosas consecuencias incluso a corto plazo y que en nuestro caso se presenta especialmente acentuado y palpable en la Serranía y en la Alcarria, que precisamente por ello van a ser las zonas que, junto a la comarca soriana de El Burgo de Osma y las localidades turolenses de la de Gúdar-Javalambre, va a recorrer, entre los próximos 24 y el 26 de este mes, un grupo de senadores en una visita especialmente planteada, según la Red de Áreas Escasamente Pobladas del Sur de Europa, para, a través de reuniones con empresarios, representantes de la sociedad civil y autoridades locales, conocer de primera mano y sobre el terreno tan amenazante problemática y analizar con ellos con ellos las medidas a tomar para primero frenar y después invertir tan peligroso proceso, algo sin duda más que complejo y desde luego nada fácil pero no imposible: ahí está, por ejemplo, por buen ejemplo, el de las Tierras Altas escocesas que tras haber perdido población ininterrumpidamente desde 1850 hasta 1961, a partir de ese año le dieron la vuelta al proceso hasta llegar a crecer, datos de ahora, un 22 por ciento. Eso sí, habrá de ser una labor de esfuerzos coordinados, más que bien coordinados, donde sin duda deberán jugar un papel decisivo las llamadas Inversiones Territoriales Integradas, el instrumento arbitrado por la normativa europea –dentro de sus propuestas legislativas para la política de cohesión para el periodo 2014 a 2020– para facilitar el apoyo a las acciones integradas en un territorio; un instrumento creado para permitir combinar la financiación vinculada a diferentes objetivos temáticos y a diversos programas operativos apoyados por los distintos fondos Estructurales y de Inversión europeos. Dicho de otro modo, para posibilitar que los Estados miembros de la Unión combinen financiación de varios ejes de prioridad de uno o más programas operativos para crear una intervención multidimensional e intersectorial, pero que, ¡ojo!, sólo se podrán usar de manera eficaz –y ahí, ahí habrá que poner toda la carne de las voluntades y el buen hacer en el asador– si a la zona se la dota de una estrategia territorial intersectorial e integrada. Y hay que hacerlo ya –el problema es más que urgente– mediante un hacer que, además, por otro lado, puede ser a la par la más apasiónate y la más válida de las tareas si consideramos que, como en alguna ocasión ha señalado la antes citada Red de Áreas Escasamente Pobladas del Sur de Europa, las pequeñas poblaciones en espacios periféricos suponen laboratorios excepcionales en los que experimentar políticas novedosas frente a los retos –cambio climático, energía, globalización– que encara ya no sólo nuestro país sino toda Europa. ¿Seremos capaces de ponernos a ello?