Porsiacaso

Entre setas, un frío que no llega y jóvenes agricultores dedicados al ya tradicional cultivo en la provincia de Cuenca, de la maría; se consumen los días del otoño conquense. Mientras, la Lotería de Navidad hace acto de presencia en todos los círculos de amistad y trabajo. 

Siempre hay alguien que dice «la probabilidad de que te toque el Gordo es de 1 entre 100.000»; y otro que añade «es más probable nacer con un dedo más que ser premiado con el Gordo». Entonces te vienen a la cabeza todos los conocimientos de probabilidad acumulados durante años: ¿La regla de Laplace? Ni hablar. 

Recuerdas que fulanito decía que era más probable entrar en Harvard, que menganita decía que era más probable quedarse embarazada tomando la píldora, que zutano decía que era más probable vivir cien años. 

Recuerdas que fulanito no era una lumbrera, que la pareja de menganita era un ofendidito pichafloja y que zutano tenía un hígado conservado en alcohol.  Pero todos ellos y tu cuñado tienen algo en común.  

Dicen todas estas cosas después de haber comprado un décimo.  Así que te rascas el bolsillo y compras uno.  No porque pienses que te va a tocar a ti —queda claro que no es muy probable—, sino por si les toca a ellos.  

Y, una vez más, un año más, por la ley inexorable del porsiacaso, que también llena maletas, llevo gastado ya un dineral.