El ministro Garzón

El ministro de Consumo, Alberto Garzón, cada vez que habla es motivo de polémica, y eso que habla pocas veces, pero es que dicha sea la verdad, si no habla esas pocas veces, quién se acuerda de que forma parte del gobierno de la nación.

En esta ocasión ha saltado a la palestra por sus declaraciones al diario británico 'The Guardian' en las que ponía en tela de juicio la carne que se exporta desde España y de las que el ministro se defiende diciendo que se trata de una campaña en su contra orquestada por el "lobby de ciertas grandes empresas que promueven macrogranjas contaminantes".

Con independencia del fondo del asunto en cuestión, cuyo calado obliga a las partes a abordarlo en profundidad dada la importancia que tiene en la economía, el medioambiente, el bienestar animal y, por supuesto, el impacto directo en las localidades donde se implantan las explotaciones ganaderas, como todo en el mundo en que vivimos tiene un trasfondo político, y es desde ese trasfondo ꟷsiempre oportunistaꟷ donde surgen las descalificaciones, los insultos, los desmarques, los bulos, los ataques y las justificaciones de todo tipo, diferentes y explicables según su procedencia, pero de las que quiero destacar el énfasis puesto en si las declaraciones de Garzón lo son a título personal o como parte del ejecutivo al que representa.

Ante esta dicotomía, me surgen las siguientes reflexiones: ¿un ministro en el ámbito de sus competencias, puede tener opinión propia “stricto sensu”, como la mía o la suya?, pongamos por caso. ¿o se trata solo de una opinión personal, porque no existe ámbito de competencia alguno? Las respuestas que se me ocurren no se las voy a decir para comprobar si coinciden con las suyas, pero si les voy a dar una pista: cuando yo trabajaba en el área de consumo, el máximo órgano estatal en esta materia era una dirección general y, en la actualidad, es un ministerio. No sé si me explico.