"El mal ejemplo"
El Rey y Pedro Sánchez viajan juntos a Cataluña y aquí paz y después gloria.
El mensaje de apoyo del poder ejecutivo al monarca, hijo de la Constitución, tiene la elocuencia y el criterio de oportunidad del que carecen Pablo Iglesias y algunos de los ministros de su formación política , marca el territorio y pone de manifiesto la normalidad.
La convulsión en Cataluña (que ya forma parte de la nueva normalidad) no cesa. Los “indepes” son tenaces. Pero no crece. Ahora se miran el ombligo mientras comienzan las primeras escaramuzas electorales.
El oportunismo de Casado parece disolverse como un azucarillo en el vaso de agua en el que agitó la tormenta.
¿Sabremos alguna vez por qué el Gobierno desaconsejó al monarca su proyectado viaje a la fiestecita de los jueces?
¿Tendremos que esperar a que el comisario Villarejo se lo cuente a Corina para enterarnos?
El gobierno debería saber que un poder que no se explica puede convertirse en un poder inexplicable y eso solo le gusta a los seguidores de Iker, el del cuarto milenio. Los demás nos apuntamos a juicios ciertos sobre datos explícitos y explicaciones plausibles. Las mentiras acechan y solo se combaten con la verdad como escudo.
Claro que la ausencia del Rey al acto de entrega de despachos a los nuevos jueces nos permitió comprobar de modo inequívoco por donde respira (y suda) el presidente del Consejo General del Poder Judicial y comprobar cómo aprecia el aleteo de las gaviotas azules que hoy están arropadas, otra vez, por Aznar y su FAES.
Evencio, con su aparente inocencia rural, hace una observación. “Si tanto aprecio tienen al cumplimiento de la letra de la Constitución y tanta devoción a su espíritu predican ¿por qué no dimiten todos y dejan en cueros al Consejo?¿ no sería esa inmolación el mejor modo de servirla y urgir al Parlamento a resolver la cuestión?
Adán, más contemporizador, sugiere que si la ley actual permite a una oposición echada al monte la capacidad real de actuar como minoría de bloqueo se podría aprobar otra que mantuviera la mayoría reforzada en primera votación y la absoluta en las siguientes hasta consumar la elección. Obligaría a todos a negociar, a todos a ceder.
Sánchez atiende a frentes muy diversos… y el personal de a pie avergonzado. ¿De verdad nos merecemos esto?
Es cierto que la pandemia ha puesto al sistema en estado de máxima tensión. Nos ha llevado al límite y seguramente ha superado con creces el punto de máxima elasticidad que permite la aplicación de leyes concebidas para situaciones de normalidad. Pero la grandeza de una sociedad se mide por el modo en que se enfrenta a situaciones extraordinarias haciendo uso de la inteligencia, del compromiso social, de la ejemplaridad y de la generosidad para resolver sus problemas. Guiados, eso sí, por aquellos que se han prestado voluntarios para interpretar la voluntad de todos y ponerse al frente de las enormes responsabilidades que comporta asumir riesgos. Y sobre todo a asumir el compromiso de ser EJEMPLARES.
Y hoy, la lección que estamos ofreciendo es la de la profundización del egoísmo, del discurso maniqueo, del desacuerdo como pauta de conducta y la desobediencia a las normas más elementales que deben regir un sistema que se define como parlamentario.
Es decir un sistema en el que “prima la palabra entre profesionales (de la política se entiende) para dar solución a los problemas (de la sociedad)”, en acertada definición de la R.A.E.
Nadie sabe cuando saldremos de la pandemia. Sí podemos deducir cómo lo haremos: con la necesidad de iniciar el camino de una nueva Transición.
Nota a pie de página. Cuando este texto se estaba concluyendo la moción de censura nos estaba enrojeciendo. Queda dicho.
