Huete, Valencia y la Antonio Pérez
Hubo momentos en que la imagen fotográfica tuvo especial presencia en la agenda artística de nuestra capital provincial con la extensión a ella de varias muestras de la amplia oferta de PHotoEspaña, el festival que, impulsado por Fundación Contemporánea y organizado por La Fábrica, hace que Madrid y España se conviertan cada año en punto de encuentro nacional e internacional de esa modalidad expresiva, una presencia hoy por hoy perdida para la agenda artística capitalina que anda que no le vendría bien recuperar, que sin embargo, afortunadamente, sí alcanzaba este año a nuestra provincia gracias a la exposición de Laura Torrado “Specularia. El reflejo de Venus” que, dentro de la oferta de esa cita, recaló del 10 de junio al 3 de septiembre en el Museo de la Fotografía de Huete, la sede de la Fundación Antonio Pérez que ubicada en El Cristo, el antiguo convento renacentista de monjas de Jesús y María, está especializada en la atención precisamente a la imagen fotográfica en una más que meritoria labor a la que quizá –o sin quizá– no prestamos la atención que merece. Porque vaya si lo merece, ahora mismo la sede oferta en los distintos espacios de su edificio cuatro muestras de singular valía: “El oficio de mirar” de César Lucas, uno de los hitos del fotoperiodismo de nuestro país autor de una obra ecléctica que abarca desde la vida cotidiana a la moda, los viajes o el reportaje; “Todo fue negro” de Rosa García, una serie de fotografías cuyo carácter dispar ocasiona en el espectador un desconcierto ligado a lo más inmediato; “Escenografismos”, las imágenes con la que Isidro Ferrer ilustra el hacer literario de Mary Shelley, e “Ibérica” de Ricky Dávila, uno de los nombres señeros de la fotografía en nuestro país en una trayectoria plena de galardones que le ha ido llevando del fotoperiodismo a la fotografía personal, actual director del Centro de Fotografía Contemporánea de Bilbao, que despliega en las imágenes que conforman esa exposición todo el valor de lo cotidiano en un personal inventario de nuestra actual sociedad mediante el diseño de una cartografía de nuestro espacio vital hispano a partir de los retratos de sus protagonistas en cierta manera al modo como –reivindiquemos de paso nuestros propios valores– nuestros conciudadanos Jesús Cañas y Diego Castillejo nos ofertan el palpitar de nuestra popular Carretería en la exposición que también estos días alberga la Sala Iberia de nuestra capital y a la que me refería en estas mismas páginas en mi texto de la pasada semana. Y por cierto: ya que hablamos de la Fundación Antonio Pérez y de la deseable repercusión de nuestra realidad expositiva fuera de nuestros ámbitos, aplauso para esa embajada que esta institución plantaba este jueves en Valencia, en el MuVIM, el Museo Valenciano de la Ilustración y de la Modernidad, que, dentro de la conmemoración de sus veinticinco años de existencia, ha llevado a la capital levantina una muestra de la amplia colección de Objetos Encontrados de su fundador; esas piezas a las que él ha dado el apelativo de “Homenajes” y que, en lo que también él denomina como “guiños” a los artistas que para él han tenido una especial relevancia dentro del arte actual, juegan una más que personal relectura lúdicamente cómplice de la propia historia del arte contemporáneo y que en esta recién inaugurada muestra establecen abierto diálogo con una serie de obras de creadores también integrantes de los fondos de la institución.