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A Carlos González Carralero (in memoriam)
Foto: Club Cuenca Motor 4x4

A Carlos González Carralero (in memoriam)

Algo ha pasado en Cuenca. Con la rutina diaria no me daba cuenta de lo que era o es, pero desde hace un tiempo, Carlos, nuestro Carlos, sí, el de Los Montes de Cuenca, se nos ha ido para siempre.

Aquel amigo parsimonioso, irónico, flemático, el de las frases con doble o tripe sentido, y sobre todo aquella buena persona, no pudo seguir luchando a brazo partido, como él hizo, contra la implacable lacra de nuestro tiempo, el cáncer.

Ha sido la falta de dos amigos conquenses el motivo que me ha hecho reaccionar y darme cuenta lo efímero y rápido que es el tránsito humano por este mundo. Dos amigos de esa tierra muy queridos, Florencio y Carlos, se han marchado sin hacer ruido, callados sin querer molestar, cualidad que ambos tenían a raudales.

Florencio hace tiempo que nos dejó, pero sigue estando en el día a día de sus amigos. Nos quedan los recuerdos, los momentos vividos disfrutando de nuestra común afición las carreras de coches. La organización de Los Montes de Cuenca era, como se decía por los mentideros del  automovilismo patrio, una de las mejores organizadas. Y el secreto no era otro que mantener durante muchos años a las mismas personas en los mismos lugares, y eso era garantía en la buena realización de la prueba, al margen de “los pellizquitos de monja” con los que gratuitamente nos obsequiaba la Federación Española, siempre tan solícita y eficiente a hacer la puñeta a La Montes, a poner piedritas en el camino. Son ya recuerdos, pero a quien le corresponda dentro de la R.F.E. de A., gracias por la falta de aptitud y empatía que siempre mostró con “La Montes”.

La desaparición de Carlos González Carralero, Carlitos, me ha sacado de mi letargo y rutina. Amigo entrañable desde hace muchos años, como Florencio, compañero de afición, los coches, o mejor todo lo que pudiera ir deprisa, correr en definitiva.

No por esperada, “la marcha” de Carlos, no ha sido sentida. Nos ha hecho trizas las coronarias, los sentimientos. Su esposa Conchita, como es lógico, destrozada y refugiándose en los nietos. Conchita recuerda, ni Hacienda pudo con Carlos, verdad. Desde hace años sabíamos lo terrible de su enfermedad. Es de admirar la feroz lucha que Carlos mantuvo durante años para intentar vencer el cáncer. El llamado mal de nuestro siglo, conocido como “LAS TRES C”, Cáncer, Corazón y Carretera, tres circunstancias que en la actualidad esquilman a los humanos. Desgraciadamente, a Carlos le toco la primera.

Me unían a Carlos aficiones como el automovilismo, o la afición a los aparatos de radio antiguos, o descubrir los recónditos y maravillosos rincones conquenses que tan magníficamente conocía, y que junto a otros dos muy buenos amigos conocían, también de “La Montes”, como son Agustín Rodas y Justo Carrasco.  La falta de Carlos me hace retrotraerme a épocas pasadas cuando yo pertenecía a la Federación de Automovilismo de Castilla-La Mancha, cuando iba a Cuenca a dar los cursos de oficiales de automovilismo. Era la época cuando sus dos hijos eran pequeños, aunque pequeños los hijos de Carlos creo que no fueron nunca, al menos de talla. Aquellos fines de semana encerrados en los locales del “Quinto Pino” aprendiendo y recordando el Código Deportivo Internacional CDI. En aquellos coloquios que aprendíamos a cómo cumplir los reglamentos y las legalidades deportivas para llevar a “La Montes” a las más altas cotas del automovilismo español, siempre guiados y capitaneados por aquel manojo de nervios que era y sigue siendo mi entrañable amigo Agustín Rodas.

Yo, que me he movido por toda España como Comisario de Automovilismo, puedo decir con enorme orgullo que la organización de “La Montes” era santo y seña de las organizaciones de Raid en España. Cada uno sabía su función y cometido y lo desarrollaba a la perfección.

Carlos fue en La Montes un puntal, junto a otros, y que gracias a ellos “La Montes” se conoció y se recordará siempre.

Con estas letras quiero plasmar mi agradecimiento y cariño a “la Montes” en general y a ese ramillete de conquenses que la hacían posible entre los que siempre estuvo mi amigo CARLOS.

Carlos, amigo por qué nos hiciste esto. Allá donde estés, recibe con estas líneas el mayor cariño y admiración a la persona que fuiste.

Juanjo Bustos.

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