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Reconocimiento

Testigos del devenir del Casco Antiguo de Cuenca

Dos de los vecinos más veteranos del barrio, Joaquín Ruiz Hernaiz, de 99 años, y Damiana Benítez Roival, de 89, rememoran sus vidas
Testigos del devenir del Casco Antiguo de Cuenca
Fotos: Saúl García
26/07/2020 - Dolo Cambronero

Han sido testigos del devenir del Casco Antiguo de Cuenca durante la mayor parte de sus vidas. Por ello, la asociación de este barrio de la capital rendió un emotivo homenaje hace unas semanas a Joaquín Ruiz Hernaiz, de 99 años, y Damiana Benítez Roival, de 89, por ser dos de sus vecinos más longevos.


El reconocimiento tuvo lugar en unas fechas en las que en otros años esta zona de la capital habría estado celebrando sus fiestas del Solsticio de Verano. La pandemia obligó a suspender los actos aunque decidieron seguir adelante con el homenaje a vecinos veteranos que instauraron el año pasado. “Las personas mayores son la esencia del barrio. Dan mucha alegría”, destacaba la secretaria de la Asociación de Vecinos del Casco Antiguo de Cuenca, Pilar Suárez.


Nacido en mayo de 1921, Joaquín Ruiz Hernaiz conoce bien el barrio. Aunque pasó los tres primeros años de su vida en el municipio conquense de Villares del Saz, su familia se trasladó posteriormente a Cuenca capital, habiendo vivido desde entonces hasta en seis viviendas de la ciudad, la mayor parte de ellas en diferentes calles del Casco Antiguo.


“He sido panadero toda la vida, desde los 20 años hasta que me jubilé a los 63”, cuenta Joaquín, que se casó con Jesusa Arteaga, fallecida hace dos años y con la que tuvo dos hijos y una hija, que le han dado cuatro nietos.


Desde que enviudó, vive solo, en un tercero sin ascensor, aunque en la planta de abajo reside uno de sus hijos -el único que queda en Cuenca ya que el otro está en Madrid y la hija, en Mallorca.


Pero ¿cuál es el secreto de su ‘juventud’? Joaquín cree que haber practicado actividad física siempre. “También me gustaba ir a bañarme al Júcar”, rememora. Y todavía hoy, a las puertas de cumplir un siglo, sigue paseando a diario, apoyado en su bastón, por un Casco Antiguo en el que ha pasado casi toda su vida.


Uno de sus hijos, el que vive en Madrid y se llama también Joaquín como su padre, apostilla que el secreto de su progenitor para mantenerse tan bien a esta edad ha sido así “comer poco, andar mucho y tener ilusión”.

Testigos del devenir del Casco Antiguo de Cuenca

DERROCHE DE ALEGRÍA
Derrochando alegría, Damiana cuenta que nació “arriba, en la casa de Queipo de Llano, en la calle San Pedro”. “Y de allí, por asuntos de la vida, me bajaron a la Casa del Corregidor”.


Y de la Casa del Corregidor ha salido dos veces vestida de novia: la primera, a los 23 años, cuando se casó con Antonio Fernández Cruz, que falleció hace ya más de diez años y con quien tuvo cinco hijas, que les dieron diez nietos -siete varones y tres chicas-. Y la segunda fue cuando la pareja celebró las Bodas de Oro.


“Y en la Casa del Corregidor he criado a mis hijas y a mis nietos. Los conductores de los autobuses me llaman la abuela de los top model”, bromea esta mujer, que también estuvo viviendo en Madrid unos años, trabajando de camarera. “Solo venía a Cuenca cuando daba a luz”, rememora.


“He pasado mucho en la vida. En mi casa, teníamos hasta ama de llaves. Y de estar tranquila a tener que trabajar muy duro después...”, reflexiona esta mujer, que ahora vive en la calle Alfonso VIII, después de que las familias de la Casa del Corregidor -ahora en proceso de remodelación- tuvieran que ser desalojadas hace una década debido a su mal estado y reubicadas en otros edificios.


Antes de la pandemia, la rutina de Damiana pasaba por subir al centro de mayores San Pedro a jugar a las cartas. “Antes también hacía manualidades pero ahora estoy perdiendo este ojo”, asegura, al tiempo que reconoce que el confinamiento le ha sentado mal. “Me ha quitado la vida”, dice. Eso sí, celebra que ya se va viendo la luz.