Recuperar la convivencia escolar tras prohibir el móvil
Una decisión valiente, pero necesaria. Así fue la medida que tomó el IES Santiago Grisolia después de la pandemia, cuando anticipándose al decreto del Gobierno regional que regula el uso de móviles en los centros educativos de la comunidad autónoma, decidiendo prohibir su uso durante toda la jornada lectiva, desde las ocho y media de la mañana hasta las dos y media de la tarde.
Lo pone de manifiesto la directora del centro, Paloma Yébenes, quien incide en que nadie puede usarlos, ni siquiera los mayores de edad de Bachillerato o Ciclos Formativos, incluidos los profesores. Y aunque al principio sonó esta como una medida drástica, hoy la responsable del centro habla de la misma con la serenidad de quien sabe que ha funcionado.
Todo empezó antes de la orden de la Consejería de Educación en la que se establecía la prohibición del uso de móviles en lo centros educativos de la comunidad. “Nosotros lo aplicamos un año antes: primero lo limitamos solo en clase, y se podía usar en los recreos, pero fue un desastre. En cuanto sonaba el timbre, todos salían con el móvil en la mano y dejaron de hablar entre ellos”, recuerda Paloma, añadiendo que “ya no se oían risas, solo el clic de las pantallas”.
La dirección, entonces, decidió dar un paso más y prohibir el móvil en todo momento. “El decreto nos vino fenomenal, porque avalaba algo que ya habíamos comprobado que funcionaba”, cuenta Yébenes.
La norma es sencilla: el alumno puede traer el teléfono, pero debe mantenerlo apagado y guardado en la mochila. “Si se saca o se usa, se considera falta grave y puede conllevar la expulsión de un día… Es algo que saben perfectamente”, explica.
¿Y cómo lo encajan los adolescentes? “Pues como en casa”, responde la directora, quien detalla que hay veces en la que los jóvenes “se mosquean, claro”. “Pero es lo mismo que cuando un padre o una madre le quita el móvil al hijo: es cansado, hay que repetirlo mil veces, pero al final lo entienden”.
Los más jóvenes, asegura, lo aceptan mejor. “El mayor problema lo tenemos en los ciclos formativos”, sostiene Paloma, quien incide en que como algunos alumnos son mayores de edad, les cuesta más entenderlo, porque se sienten ya adultos y creen que deberían tener más libertad. “Pero un instituto no deja de ser un espacio común, donde conviven menores y mayores, y las normas tienen que ser iguales para todos”.
Yébenes insiste en que la decisión no se toma contra la tecnología, sino a favor de la convivencia. “El móvil puede ser una herramienta estupenda, pero en el aula no lo es, puesto que les distrae, les roba la atención”. Es algo que incluso la directora lo ve en su propia casa, cuando la alarma del móvil suena cada dos segundo. “Así no se puede concentrar nadie”.
La prohibición del uso del móvil afecta tanto a alumnos como profesores, independientemente del curso en que esté o la edad que tenga
Los efectos de la medida se notan. “En los recreos han vuelto las pelotas, las risas, los chavales hablando entre ellos, jugando, corriendo. Es una gloria”, dice con una sonrisa. “Ahora ves vida en el patio”, apostilla.
También han desaparecido los problemas más serios. “Antes había conflictos porque se hacían fotos sin permiso, se grababan vídeos, se subían cosas a redes sociales... Con menores de por medio, eso es muy delicado. Y además estaban las pérdidas, los golpes, los móviles carísimos que se rompían o desaparecían. Era un problema constante”, detalla la directora del instituto.
El centro cuenta con casi 90 docentes y más de 900 alumnos, y todos conocen la norma. “Si vemos a alguien con el móvil, hay que recordarle que no puede ser, porque si bajas la guardia, la medida deja de tener sentido”, asegura.
Además, renunciar al móvil en clase ha obligado a los profesores a reinventarse, pero Yébenes lo ve como una oportunidad.
“Tenemos carritos con portátiles y buscamos alternativas. Esto no significa que no usemos tecnología, sino que lo hacemos de otro modo, más controlado”, sostiene la directora, quien detalla que el IES Santiago Grisolía fue pionero en aplicar esta medida, y hoy sus resultados respaldan la decisión. “Pensábamos que iba a ser complicado, pero ha sido justo al revés, puesto que es más fácil prohibirlo del todo que andar con excepciones y la convivencia ha mejorado muchísimo”, afirma la directora.
Y concluye con una frase que resume todo el cambio: “Hemos recuperado algo tan sencillo como hablar, mirarse y reírse en el recreo. Y eso, hoy en día, es un regalo”.