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Las maestras conquenses que revolucionaron la educación

Castilla-La Mancha nombra ‘hijas predilectas’ a Felisa García, Pilar Martínez y Maribel Sahuquillo, las creadoras de las cartillas Micho que traspasaron fronteras en los años 80
Las maestras conquenses que revolucionaron la educación
La maestra conquense Felisa García posa con la primera edición de la cartilla Micho.
31/05/2025 - Eduardo M. Crespo

Hay historias tan sorprendentes como la vida misma. La que van a leer en este reportaje nace en un colegio público de la barriada conquense de La Paz recién estrenada la década de los 80, cuando tres maestras jóvenes y vocacionales revolucionan desde sus aulas de párvulos el modelo de aprendizaje de todo un país. Sus nombres son Pilar, Maribel y Felisa, y aunque ninguna de ellas esperaba la repercusión de sus cartillas Micho, lo cierto es que aquella metodología nacida en un colegio de Cuenca logró abrir las puertas al conocimiento a varias generaciones de españoles. “Había que hacer un sistema que sirviera para que los niños y niñas disfrutaran al mismo tiempo que aprendían y lo hicimos con muchísima ilusión”, nos cuenta Felisa García.

Con motivo del Día de Castilla-La Mancha, el Gobierno regional ha reconocido a estas tres grandes mujeres conquenses como hijas predilectas de Castilla-La Mancha, “un reconocimiento que no esperábamos”, pero que reciben con gran ilusión “porque es una forma de dar las gracias de parte de todos los profesionales de la enseñanza, de quienes se han entregado a una profesión tan bonita y necesaria día tras día”.

Felisa García (Vellisca, 1945) llegó al Colegio de La Paz, entonces Primo de Rivera, recién aprobadas las oposiciones de maestra con 28 años y allí coincidió con Pilar Martínez y Maribel Sahuquillo, de quienes jamás se separaría ni en lo profesional ni en lo personal: “Éramos maestras y éramos amigas. Cuando yo llegué al colegio llevaba el sistema onomatopéyico para enseñar a leer y a escribir, y se daba la circunstancia de que a Maribel y Pilar ese sistema también les daba buen resultado. Emilia Canga Argüelles era otra de las maestras del colegio que también tenía ese sistema y quiero recordarla”. Y así nació Micho, con los ecos de una barriada obrera que crecía gracias a las familias que llegaban desde los pueblos hasta la capital para trabajar y que buscaban para sus hijos un futuro mejor.

CREANDO EN EQUIPO

“¿Qué nos empujó a crear el método? Sobre todo, el notar que algunos niños de La Paz tenían como un poco de rechazo, les costaba eso de ir a la escuela. Había que hacer un sistema que sirviera para que ellos disfrutaran al mismo tiempo que aprendían. Y esa era la ventaja del método, que se adaptaba a los intereses y a la mentalidad de los niños”, explica Felisa García mientras repasa la primera cartilla Micho editada en 1981.

 Felisa, Pilar y Maribel se reunían todos los días después de las clases para compartir experiencias, preparar juntas las lecciones y analizar cómo les había ido en el aula ese día, “porque es importante ver cómo trabajan los demás y tener la humildad de aprender y la humildad de enseñar, de tal forma que fuimos sacando de cada clase lo que nos parecía más atractivo para los niños”.

En aquella puesta en común de las maestras conquenses, Pilar Martínez aportó la aventura de unos gatos de nombre Papá Micho y Mamá Gata y de sus hijos Morito, Canelo y Michín. A los personajes fueron anexionando canciones para hacer los grafismos y los fonemas, y todo ello con movimientos y colores que siempre tenían un sentido. “Por la noche, mientras mis hijos dormían, yo hacía todos los dibujos del método Micho, hice hasta el logotipo con los tres gatitos y un libro abierto y me fui inventando las distintas aventuras. Pilar hizo las letras con rotulador, una a una, muy redonditas, muy perfectas, muy fáciles para los niños. Maribel lo fue pasando todo a máquina. Cada una de nosotras daba lo que tenía de bueno”, recuerda Felisa García. 

Micho es la historia de una metodología pedagógica… pero también psicológica, “porque tenías que meterte un poco en el niño y ver cómo era en realidad” y todo en este método de enseñanza para preescolar tenía un porqué: “Las letras que tienen el mismo sonido van en el mismo color. Si el sonido es fuerte van en un color y si el sonido es suave van en otro color. Los niños se lo pasaban muy bien en el aula y terminaban el parvulario sabiendo leer y escribir perfectamente”.

CELITA Y EL MÉTODO MICHO

Una vez que el método Micho estaba creado, entró en escena una inspectora de educación “sorprendida de los progresos de la niña Celia”, más conocida como Celita e hija de la mujer que se encargaba de limpiar su casa. “La inspectora me dijo que a Celita no había quien le sacara una palabra del cuerpo y que con nuestro método hablaba, se expresaba, cantaba, leía poesías, leía los letreros e incluso hacía los movimientos espaciales. Celita había empezado por fin a interesarse por el mundo que le rodeaba”, explica Felisa.

Lo que habían creado las tres maestras de Cuenca era algo tan valioso que el método fue editado por la editorial Bruño y salió del Colegio de La Paz para instalarse en cientos de colegios de toda España, de norte a sur y de este a oeste. Felisa fue la encargada de llevar el método por toda España: “Llegaba julio y daba cursos de verano por todo el norte, en ciudades como Bilbao o San Sebastián, también los di en Valencia y en el sur, por Sevilla, Córdoba, Antequera… Fue muy gratificante ver que la gente se interesaba tanto y que lo que habíamos hecho era útil para muchísimos profesionales”.

Con el método educativo que traspasó fronteras aprendieron a leer y a escribir los tres hijos de Felisa en el colegio de aquella barriada obrera de Cuenca, y con Micho han aprendido sus nietos, “porque hasta en el Ministerio de Educación se sorprendieron con los dibujos y por lo bien que nosotras conocíamos a los niños”. 

Con 80 años cumplidos, Felisa García aún no puede creerse que vendieran tantas cartillas, aunque eso no era lo más importante. Lo esencial para estas tres mujeres que dedicaron su vida a la docencia era poder observar orgullosas cómo desde la educación llegaron a transformar la vida de tantas personas. Porque para Felisa, Pilar y Maribel, la escuela lo era absolutamente todo: “Era nuestra vida, un lugar donde la comunicación con los padres era extraordinaria, con las familias, con el barrio, conocías a la gente, te daban conocimiento de su propio mundo, de la evolución de sus hijos, enseñabas y te enseñaban… el colegio es algo grande que llena la vida de las personas”. 

Maribel falleció hace unos años, Pilar tiene 92 años y sigue viviendo en Cuenca y Felisa transita entre Madrid y Cuenca en función de las dolencias de la edad y las visitas al médico. El nombramiento de hijas predilectas de Castilla-La Mancha, concluye Felisa, “es un gran honor” que quiere dedicar a todos esos maestros y maestras que con su labor silenciosa logran cambiar la vida de tantas personas.