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Familias que suman

Cuando salen a la calle no faltan las anécdotas. No son pocos los que se vuelven incrédulos, e incluso se paran, y se ponen a contar cuántos son
12/02/2017 - N.Lozano
En la sociedad de las hipotecas abusivas, las constantes subidas de luz y gas, y también de los precios de los alimentos…¿puede sobrevivir una familia de clase media con ocho hijos y otro en camino? La respuesta la tiene la familia conquense Muñoz Moya que demuestra que no solo es posible, sino que se puede tener una vida cómoda y superar las posibles barreras económicas con organización e ingenio.

Ángel Muñoz (42 años) y Esther Moya (40) no se plantearon nunca tener tantos hijos pero han ido formando una extensa familia que hoy en día podría asustar a muchas parejas: Israel (15), Juan (13), Rebeca (11), Miguel (10), María (8), Pedro (5), Santiago (4), Isabel (2), y Carmen que llegará a este mundo en abril.

Sin embargo, para ellos es algo normal y una experiencia muy positiva. Esther nos cuenta que “tuve al primero con 25 años y esto me ha ayudado a madurar como mujer y también como persona. Para nosotros, nuestros hijos son un regalo del cielo”.

Hacer cábalas
Ambos reconocen que los años más fuertes de la crisis han sido duros y han tenido que ajustarse mucho y “hacer mil cábalas”. 
El sueldo que entra a casa es el de Ángel, que trabaja en una farmacia de la capital, mientras que Esther colabora con una asociación. 

Aseguran que tienen todas las necesidades básicas cubiertas y, además, de vez en cuando pueden darse algún capricho como ir todos juntos al cine en Navidad (lo que supone, ni más ni menos, que unos 80 euros). Todo es cuestión de tener el día a día muy estructurado y que no surja ningún imprevisto un mes “porque eso nos desestabiliza mucho, como le ocurre a cualquiera”, dice Ángel.

Uno de los gastos más significativos es el de la alimentación. Calculan que suelen desembolsar unos 200 euros semanales. El truco para ahorrar al máximo es comprar a diario “y mucho plato de cuchara y olla grande”, dice la madre. Esther reconoce que ir al súper todos los días supone un esfuerzo mayor que hacer una compra mensual grande, “pero es la única manera de adaptarte realmente a las necesidades y ajustarte a un presupuesto”. Por supuesto, todos comen en casa porque es más barato que los comedores escolares.

En el hogar de los Muñoz Moya también hay actividades extraescolares, pero no se paga por ellas. Como señala Ángel, “son las de toda la vida, salir a la calle a jugar, corretear, hacer deporte, ir al parque…”. 

Sociedad no preparada
Para Ángel, la sociedad actual no está preparada para las familias tan numerosas. Basta fijarse en las promociones de viviendas de los últimos 10 años con ofertas que no superan nunca los cuatro dormitorios, o los vehículos ordinarios, que no superan las 9 plazas.

Hasta hace poco nuestros protagonistas vivían en un piso en propiedad de tres habitaciones “y teníamos que hacer un croquis para ubicarnos todos”. Vendieron su casa y ahora están de alquiler en un chalet unifamiliar “y hemos dejado atrás la preocupación de donde meter a uno y otro. La propiedad para nosotros era un lastre. Ahora somos más libres”, señala Esther.

A la hora de viajar los diez juntos es complicado. Al tener un coche de nueve plazas, Esther y uno de los pequeños tiene que viajar hasta el destino en AVE o autobús- donde hacen descuentos por familia numerosa- y el resto se desplaza en el vehículo.
Ángel ve mal que, al igual que ocurre con la vivienda, tampoco el mercado automovilístico esté preparado para gente como ellos. El siguiente coche disponible con más de nueve plazas ya tendría que ser un microbús “que no puede conducirse con el carnet normal, exige llevar un tacógrafo, y no puede estacionarse en el casco urbano”.

Respecto a los momentos cotidianos más complicados, antes solían ser las vacaciones de verano en la playa. Lo intentaron cuando aún eran solo cinco hermanos “pero era un sinvivir”, recuerda Esther. “Molestábamos a la gente en primera línea, teníamos que vigilar a cinco a la vez… para mi no eran vacaciones”. La solución ha sido optar por una casa familiar en Cañete, donde la familia ha encontrado la tranquilidad y el relax. “Los niños disfrutan en el río, hacemos excursiones, damos paseos…son vacaciones de verdad, porque la playa era una agonía”, señalan.

Otro momento difícil es el inicio del curso escolar. “Tenemos que preverlo con mucha antelación y sabemos que la paga extra de julio va entera para comprar los libros y el material escolar”, explican. Hay niveles donde pueden aprovechar los libros de cursos anteriores, pero en el caso de Infantil es imposible, al ser materiales fungibles, y el gasto medio por curso puede superar ampliamente los 200 euros.

Al menos la ropa sí la van heredando de unos a otros y también la reciben de amigos o familiares. “Por supuesto si alguien nos da algo lo recibimos con las manos abiertas, no nos parece ninguna ofensa”, afirma Esther.

El día a día
Para que la rutina diaria vaya sobre ruedas es necesaria una buena programación. Esta familia la tiene. Israel, el mayor, es el primero que se levanta, a las 6:30. Después Ángel, el padre. Y así va dando comienzo el día. Miguel prepara las tazas del desayuno, Esther las mochilas, el resto se asea y se viste y ayuda a los más pequeños… A las 8:15 horas están todos desayunando y después van andando al colegio, al instituto o la guardería.

Ángel se marcha a trabajar y Esther a hacer la compra y otras tareas. La comida es el momento que tienen para estar todos juntos y lo aprovechan para hablar y contar sus preocupaciones. Excepto cuando llegan las notas “que ahí los vamos llamando de uno en uno”.

La sobremesa es el “rato” de papá y mamá y los chicos van a jugar o ver la tele. Por la tarde, siguen los juegos para los más pequeños y los deberes para los grandes. La cena suele ser más distendida y después llega la hora de irse a la cama. Así de lunes a viernes, hasta que llega el fin de semana y, fuera de la rutina laboral y escolar, tratan de aprovecharlo al máximo juntos.
En casa todos colaboran y los de más edad saben hasta poner pañales, termómetros o la dosis de jarabe que tienen que dar a los pequeños en caso de enfermedad. 

Cuando salen a la calle son inevitables las anécdotas. Como nos relata Esther, no son pocos los que se vuelven y se paran incrédulos a contar cuántos son. Incluso una vez que iban por la calle y pasó el trenecito turístico los que iban montados se pusieron a hacerles fotos. “A mi marido le han llegado a preguntar si todos sus hijos son de la misma”, se ríe Esther.

Ventajas
Este matrimonio solo ve ventajas a su prole.  “A nivel afectivo nos dan muchísimo”, señalan, pero, además, está comprobado que los niños maduran antes, son más responsables, aprenden a compartir, y son menos egoístas. “En una familia tan grande puede haber carencias, como que mamá no esté siempre pendiente de todos al mismo tiempo, pero para eso están sus hermanos, nunca están solos”.

Lo corroboran Israel y Juan, los dos mayores que comparten habitación, que no cambiarían por nada tener menos hermanos y más caprichos. “No necesito tener cinco Play stations, no lo veo necesario, tengo todo lo que necesito y soy el más privilegiado del instituto con esta familia”, destaca Israel. “Siempre estamos acompañados y todos nos ayudamos. Es reconfortante llegar a la hora de la comida y ver a tus hermanos y que los más pequeños, cuando les echas una mano, te respondan con una sonrisa”, añade Juan.

A la pregunta de por qué las parejas optan en la actualidad por tener solo un hijo, o dos como mucho, Ángel tiene claro que no es un tema económico sino fruto de la sociedad “egoísta” en la que vivimos. “Nosotros hemos descubierto que se puede sin grandes ayudas y sin sueldos abultados, pero tener hijos supone dar la vida por ellos y quitarte tú de comodidades”.

Para los Muñoz Moya, sus hijos son “una bendición” y están convencidos de que el dicho ‘Dios proveerá’ ha cobrado un sentido real en su hogar.