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Edificio de Cáritas: 53 años al servicio de los necesitados

El taller más reciente es uno dirigido a la atención de personas mayores y cuidado del hogar, un sector en el que se ha detectado que hay demanda
05/07/2016 - G. D.

El edificio de Cáritas Diocesana, que recientemente celebró unas jornadas de puertas abiertas que se prolongaron durante dos semanas, es uno de lo inmuebles de la provincia que más actividad genera, tanto por su número de trabajadores, medio centenar, como por las personas que acuden diariamente a sus talleres, en torno a otro medio centenar, los treinta que residen en alguno de sus pisos de acogida y quienes se acercan al edificio a solicitar ayuda – ya sea económica, psicológica o asesoramiento– o a mirar, y en ocasiones comprar, en la ropa de segunda mano puesta a la venta en la tienda de Ropacor.


Recorrer el inmueble, abierto desde septiembre de 1963, lleva su tiempo. Son en torno a 4.800 metros cuadrados distribuidos a lo largo de ocho pisos con cabida para varias habitaciones, individuales y dobles, salas de estar, un amplio comedor, un aula de internet con una quincena de ordenadores, varias salas de talleres (de cocina, de atención a personas mayores, de carpintería, de encuadernación), despachos para la atención a personas vulnerables o un salón de actos.


Su director desde hace dieciséis años, Silvestre Valero, muestra una especial predilección por los espacios destinados a la convivencia, como el comedor, en marcha desde 2008, donde los residentes se juntan todos los días a comer y a cenar, y la sala de desayunos y meriendas con máquina de café y de refrescos, donde los alumnos de los talleres se dan de vez en cuando un respiro. “Son sitios donde conviven distintas culturas, religiones”, valora.


El taller más reciente es uno dirigido a la atención de personas mayores y cuidado del hogar, un sector en el que se ha detectado que hay demanda. Lo dirige Rosa Font y está siendo seguido por una decena de personas, todas mujeres. “Mucha gente nos ha venido demandando empleados para el hogar, así que esperamos que puedan conseguir empleo. De aquí van a salir preparadas en cuestiones de cocina, limpieza, prevención de riesgos y atención a los mayores con cuidados como la medicación”, cuenta Font, que no obstante lamenta que en este primer taller, cuya duración rondará las 200 horas, no participe ningún hombre a pesar de que, según asegura, hay familias que demandan usuarios varones para el cuidado de dependientes hombres.


Otro taller de reciente creación es el de cocina. En él, los alumnos, mayoritariamente mujeres (aunque aquí si hay algún varón) aprenden a cocinar y a manipular alimentos. Es de esperar que algunos encuentren trabajo dado el auge que también tiene el sector hostelero. Aunque se da la circunstancia de que tanto la atención a mayores como la hostelería son dos sectores un tanto esclavos, “trabajos que nadie quiere”, pero “ahora mismo es lo que hay”, señala la monitora del taller de cocina, Isabel Pardo. Al menos invita al optimismo que en cada uno de los últimos dos años Cáritas ayudara a que encontraran un empleo algo más de cien personas que realizaron talleres en sus instalaciones.


Trabajo en equipo

En otros talleres sin tanta salida laboral, como el de encuadernación y Ropacor, lo que principalmente se busca es que los alumnos aprendan a trabajar en equipo, a cumplir unos horarios, a asumir una responsabilidad. Quienes siguen el segundo se encargan de seleccionar la ropa de segunda mano que llega a Cáritas, de lavarla, de plancharla y de etiquetarla para llevarla a la tienda en las mejores condiciones. Todo “con corazón”, señala su monitora, Cristina Pina.


El director de Cáritas reconoce que no es fácil encontrar subvención para todos los talleres. Que a veces es la propia Cáritas la que tiene que acarrear con los primeros gastos y esperar a que las administraciones convoquen una subvención. Y que se la otorguen, claro. Pero también ayudan otras entidades privadas como, en la actualidad, la Obra Social de la Caixa, que con el programa ‘Incorpora’ contribuye a financiar los trabajos que Cáritas realiza para facilitar la integración laboral a personas en riesgo de exclusión.


COCINA DIARIA

Y la actividad de Cáritas no está solo en los talleres. También hay mucho movimiento en la cocina, donde cinco trabajadores, dos cocineras y tres repartidores, preparan a diario la comida y la cena para los residentes del inmueble y, también, para cerca de 70 personas mayores dque ya no pueden hacerse la comida en sus domicilios. Cada día salen de Cáritas furgonetas cargadas de unos menús “muy variados y en los que no escatimamos en nada y tienen en cuenta qué puede comer cada uno y qué no”, señala Silvestre Valero.


Ya en la planta baja, donde tienen sus despachos los trabajadores sociales y psicólogos, la actividad es igualmente intensa todo el día. No en vano, en torno al 10 por ciento de los ciudadanos de la capital, algo más de 6.000 personas, acudieron el pasado año a pedir ayuda a esta ONG al encontrarse en una grave situación económica.


ACOGIDA DE RECLUSOS

Lo que se encuentra sin actividad es el piso de acogida que antaño se dedicó a reclusos y exreclusos. Valero recuerda que lo tuvieron que cerrar en 2012, al poco de que María Dolores de Cospedal accediera a la Presidencia de Castilla-La Mancha. “Los recortes tienen efectos concretos, y este fue uno”.


Son diez las habitaciones que conforman este piso, que además cuenta con su propia cocina, su comedor, su salón con sillones, televisión y biblioteca. Un amplio espacio que lleva ya casi cinco años sin actividad. Lo que hace esta ONG es aprovecharlo esporádicamente, alojando en él a residentes temporales, como hace poco hizo con un grupo de sacerdotes de Getafe.


Los reclusos siguen teniendo las puertas de Cáritas abiertas, pero se les da cobijo en pisos junto a otro tipo de residentes, como inmigrantes. “Que tuvieran su propio piso era bueno porque es gente que tras dejar la cárcel necesita recuperarse a nivel afectivo, psicológico, de valores, que tiene que encontrarse consigo misma. Aquí tenían un trabajador social solo para ellos y venía gente de Aranjuez, de Ocaña, de Estremera, de Albacete… Pero mantener la atención requería unos 60.000 euros y ahora no hay subvención”, lamenta Valero, que adelanta que la volverá a solicitar.


Lo bueno del edificio de Cáritas es que, según su director, es “muy funcional” y lo mismo que permite mantener cerrados determinados espacios que estos, en función de las necesidades, se pueden reducir o ampliar. “Los tabiques son finos y se pueden quitar, mover, hacer salas de 20 o de 40 metros cuadrados. Y el edificio se puede conservar bien con poca inversión”.


A este edificio Cáritas añade, además, el Albergue de Transeúntes, por el que cada año pasan cer ca de 100 personas sin hogar, o la residencia de mayores La Cerca, ubicada en Huete, que ofrece medio centenar de plazas.