El 27 de mayo de 2004, el escritor Antonio Gala (Brazatortas,1930) paseaba tranquilo con su sempiterno bastón por el viejo claustro acristalado del que fue convento de San Pablo y más tarde Parador de Turismo de Cuenca. Gala disfrutó durante unos días de la parte antigua de nuestra ciudad y de sus imponentes hoces, sin saber por aquel entonces que, veinte años después, un grupo de jóvenes creadores de diversas disciplinas artísticas conviviría en una residencia dando rienda suelta a sus creaciones e interactuando en una suerte de laboratorio de inspiración pensado y madurado por el propio Gala.
La Casa de Sebastián de Covarrubias, en el casco antiguo, acoge el Centro de Creadores Contemporáneos de Cuenca (4C), una residencia impulsada por la Fundación Antonio Gala y financiada por la Diputación Provincial de Cuenca. Hasta aquí se ha trasladado el modelo de convivencia que el escritor cordobés imaginó hace más de dos décadas.
“Este proyecto nada muy inspirado en el pensamiento del propio Gala”, explica su director Manuel Creus, que coordina el día a día de los jóvenes residentes: “Antonio Gala se preguntaba cómo funcionaban las musas en los demás; cómo creaban los músicos, los pintores o los escritores. Quería convivir con ellos y entender ese proceso. Y de ahí nació la Fundación, y ahora el Centro de Creadores Contemporáneos de Cuenca sigue esa misma línea: propiciar la convivencia entre disciplinas”.
Creus subraya que este proyecto, y esta primera promoción de creadores, ha sido posible gracias al Consorcio y la Diputación de Cuenca, que han cedido este espacio histórico a los artistas. Durante ocho meses, los residentes desarrollan proyectos personales en pintura, literatura, cine o fotografía, acompañados por profesores y tutores. “No solo se trata de producir una obra, sino de vivir la experiencia de la convivencia artística tal y como la pensó Antonio Gala”, nos cuenta Creus, quien nos refiere a Gala como un escritor “que empezó muy joven en la narrativa y la poesía, y que estaba muy solo porque su padre, médico de profesión, viajaba mucho”. Desde su alma de escritor, “Gala quería preguntar e interactuar con otro tipo de artistas”.
Entre los artistas de la primera promoción del 4C hay trayectorias y lenguajes muy distantes y distintos, pero todos ellos comparten la necesidad de explorar nuevas formas de expresión y un compromiso con la contemporaneidad.

El pintor Fran Baena tiene 26 años y procede de Priego de Córdoba. Se formó en Granada y Málaga, y su obra parte de los lenguajes visuales de internet. “Mi proyecto trata de coger elementos de las imágenes que circulan por las redes sociales –memes, fotografías de baja calidad, archivos que se reeditan sin autor– y analizarlos desde un punto de vista visual”, nos explica.
“Muchas veces parecen chistes banales, pero en realidad hablan de cosas muy serias: de la vivienda, de la guerra, de la precariedad. Me interesa esa pérdida de autoría, esa imagen que ya no pertenece a nadie y que sin embargo refleja un problema colectivo”.
Baena dice que la convivencia en el 4C es una formación continua donde “todos aprendemos de todos” y que su estancia en Cuenca ha transformado su trabajo: “Esta ciudad tiene una tradición pictórica enorme. La Fundación Antonio Pérez, por ejemplo, me ha influido muchísimo; es un museo que respira humor, experimentación y libertad. Yo he intentado absorber todo eso e incorporarlo a mi lenguaje visual”.
FECUNDACIÓN CRUZADA
Marina Íñiguez tiene 24 años y nació en Villarrobledo. Sus manos trabajan con mimo las ramas del mimbre, algo muy conquense con lo que “reflexionar sobre la tradición”. “El llegar a Cuenca me nutrió increíblemente”, nos cuenta Marina, que empezó a trabajar el mimbre gracias a la conocida ruta alcarreña: “Antes tallaba la piedra y la madera, pero fue llegar a Cuenca y el material me encontró a mí”.
Su proyecto explora la relación que existe entre los oficios artesanos y el éxodo rural. “Nació como una respuesta a la despoblación. Me pregunté qué podía hacer desde el arte y llegué a la conclusión de que era fundamental mostrar al público que la tradición también debe cuidarse. No es algo rancio, es lo que nos conecta y nos da identidad”.
Marina explica que el proceso creativo se alimenta de la convivencia diaria en el Centro de Creadores Contemporáneos de Cuenca. “Cada semana uno de nosotros presenta su proyecto y los demás opinan. A veces un escritor te da una idea sobre el ritmo de una escultura o un fotógrafo te sugiere un enfoque diferente. Es una fecundación cruzada maravillosa”.
EL VIAJE DE HACERSE ADULTO
Cineasta y escritor, el murciano Álvaro Guardiola estudió Comunicación Audiovisual y un máster en Dirección de Cine. “Conocí la Fundación Antonio Gala por antiguos residentes y me fascinaba la idea de vivir para crear. Aquí estoy desarrollando una historia que nace como novela y que más adelante quiero adaptar al cine”, nos explica.
Su proyecto, nos cuenta, sigue a un grupo de amigos desde los once años hasta la edad adulta. “Se trata de una novela sobre la amistad, la pérdida y la identidad. Al principio parece un relato de aventuras, pero se va oscureciendo a medida que los personajes crecen. En el fondo, es el viaje de hacerse adulto”.
Para Guardiola, Cuenca es el lugar perfecto para escribir. “El silencio, el paisaje, la piedra… te concentras de una manera distinta. A veces, cuando te saturas, te asomas a la ventana y ves las hoces y el río, y todo regresa a su sitio”.
“Este lugar es mucho más que una residencia, es una forma de entender el arte y la vida”
El proyecto de María Tenouri, de 26 años y nacida en El Hierro, trabaja sobre la memoria y la transformación del recuerdo. “Parte de la idea de que los recuerdos son imágenes en continuo cambio. Lo que recordamos depende de cómo nos sentimos, del momento vital en el que estamos”, nos explica.
Para su investigación, ha recorrido el Casco Antiguo de Cuenca conversando con los vecinos. “Me cuentan cómo era vivir aquí hace 20 o 30 años, sus infancias, miedos, amores. A partir de esas historias intento crear una narrativa visual que conecte con la memoria colectiva”
María confiesa que Cuenca le ha ofrecido un escenario inesperado y que la convivencia en la residencia ha dado forma a una nueva familia: “Cuenca es un lugar donde es fácil imaginar el pasado. Sales a pasear y parece que las piedras te hablan. Y aquí, nos apoyamos y escuchamos; compartes todo, incluso las dudas”.
Y es que el Centro de Creadores Contemporáneos de Cuenca es mucho más que una residencia. Es, como afirma Creus, una forma de entender el arte y la vida.