Tarancón y la Puerta del Cierzo
Veintidós mil euros como subvención, aportados por la Diputación Provincial tendrá la culpa de que la simbólica puerta del Cierzo de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción en esta localidad conquense pueda ser, por fin, restaurada.
Por ella, salen todas y cada una de las procesiones que organizan las diferentes Cofradías que conforman la Semana Santa de Tarancón.
Este magnífico portón, hecho y colocado en el siglo XVII, tiene unas medidas de tres con quince metros por cinco con cincuenta metros y ha sufrido todos los avatares, tanto bélicos que padeció la población en tiempos de la guerra de la Independencia y la Carlistada, dificultando su apertura y cierre en los últimos años como consecuencia del roce de los peinazos con el suelo y el alabeo vertical de los montantes.
Se eliminarán los restos de pintura, se cubrirán los agujeros y fendas causadas por el paso del tiempo y por la acción de los insectos (termitas, carcoma y barrenillos), se repasarán todos los elementos de paso, como peinazos y postigos y se corregirá el alabeo vertical de los montantes. Se protegerán las superficies metálicas mediante lacas anticorrosión y las maderas recibirán tratamiento antixilófagos. Los portones se terminarán con una imprimación a base de barnices al agua de poro abierto de alta protección. También se reforzará el sistema de carga y giro en los quicios, goznes y ceniceros para que resulte fácil y cómoda su apertura.
Hablar de la historia de Tarancón es obligado. Y, lo es, haciéndolo de sus personajes más célebres. Melchor Cano y Luisa Sigea quienes abren el sentimiento espiritual y lírico bien entendido. Pero antes, hacerlo de su historia también nos trae curiosidad con aquel Duque de Riánsares en la España del XIX, al lado de la regente María Cristina en los comienzos del reinado de Isabel II. Aquí creó su palacio que ahora es Ayuntamiento, pero antes y después, otros personajes también hicieron hogar solemne en casonas o palacios, tal vez la casa de los Salcedo donde se hospedase el pretendiente Carlos en 1837 o la de los Parada. A su alrededor, fuentes que alimentan al caserío tales como la de Silos, Ontanilla y Corpa que están bien vigiladas por esos cerros que le circundan, el de Ontanilla (del mismo nombre que la fuente), Villarejo y Cabeza Gorda.
Pero la historia aquí ha sido curiosa. Primero este lugar fue una aldea dependiente de Alhajilla, despoblado que habita en la ribera del Tajo, luego aldea de Uclés como titular con su convento de la propia Orden de Santiago hasta el 1537 en que el emperador Carlos V la exime dejándola como villa exenta y agregándola a la jurisdicción de Ocaña.
Sin embargo, ahora, pasear por su caserío es encontrarte en el recuerdo con muchos personajes bien considerados. Tal vez, el doctor Hernán Cano el que luego apadrinara a su hijo Melchor, teólogo magistral, obispo de Canarias, el mismo que enseñase esa buena teología al maestro Mixta y al doctor Sánchez Ochoa. Y es que el prior Juan de Velasco, un poco antes, por allá por el siglo XV, visitó este lugar para entender de tributos, aprovechando bien el momento para ayudar a costear su parroquial de la Asunción, un templo señorial de sillarejos y sillares en las esquinas, con tres portadas, siendo la del Sur la principal con ese arco de medio punto con frente de platabandas y la más principal, la del norte como más monumental con sus columnas dóricas que le embellecen, grupo escultórico y entablamento. En la altura más solemne esa torre de siete cuerpos que se divisa desde miles de metros a la redonda, siendo sus dos últimos hexagonales con remate final. Bellísimo templo por fuera y, por dentro, con sus retablos, sobre todo el del Altar Mayor y esos lienzos de bellas imágenes bien policromadas. Ahora es noticia, su Puerta del Cierzo y eso le hace más señorial.