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El juego de bolos sigue haciendo tradición popular

01/08/2023 - Miguel Romero

Durante el verano, especialmente en esta estación climatológica, la provincia de Cuenca revive con ilusión y sentimiento los Juegos Populares, dando con ello muestras de lo que ha supuesto y supone para el Costumbrismo Popular. Los Juegos de la Serranía alternan con los de la Alcarria y sin dejar, de lado, la Mancha, Manchuela o Campichuelo, se ponen en valor, destreza, habilidad, diversión y voluntades.

Está claro que la calva o el boleo, sin dejar de lado, la petanca, han sido y son, muestra de ejercicio popular en la Serranía, donde la Huerta del Marquesado, define carácter; o el barrón o la barra castellana en el Campichuelo, donde Zarzuela comandó tiempo de prestigio, sin que esos otros divertimentos, provoquen entre vecinos y forasteros, un sinfín de encuentros y desencuentros, llenos de tensión y de deporte competitivo. Sotos, Mariana, Cañete, Landete, La Ventosa, Chumillas, Almodóvar, Motilla, Huete, Villalba, etc.

Pero quería llegar a una costumbre que sigue viva y con ilusión: los Bolos conquenses en su Recreo Peral o Juego de Bolos, rincón tradicional de la Cuenca capitalina, al lado del Júcar y entre el serpentín de la Fuente de la Sirena y el tintineo de los cubatas que allí refrescan las gargantas. Varios amigos forman equipos, compiten con entusiasmo y endulzan sus paladares con algún que otro “copazo”, los jueves de estos meses de estío. Habilidosos algunos saben afinar bien sus destrezas heredadas o adquiridas, de tiempos ancestrales o de credos actuales. Otros, intentan estar a la altura, compiten, disfrutan y se enzarzan, entre dialécticas de buen humor y de gran amistad. A buena hora, casi a punto de dar las campanadas de madrugada, llegan –cuando el estómago ha recibido buenas viandas- y buscan en ese lanzamiento de bolos de madera con la intención de enfilar, cuantos más mejor, esos juncos o palitos que mantienen el equilibro entre delgadez,  habilidad y postureo.

Los hay buenos lanzadores, tal cual Cachitos o Pedro Joyeros, y también finos estilistas como Andrés, Javi, Juanma, Cortinas, Benito, Ivan, Checa, Ramon, Carlos y Pedrito “polilla” o algún otro que suele estar siempre, y luego están otros, que se entienden entre los más y los menos, como Fernando, un servidor, otro Fernando que por ahí llega, un Luis, Migueles, un José o un Víctor, el Picoleto y algún que otro Pedro, pero sin duda, todos saben estar, afrontando los retos con armonía, entretenimiento, compañía, servicio y especialmente, esa convivencia que la “buena gente” sabe expresar.

Y claro está, también quisiera pedir perdón por los olvidados, porque también se lo merecen y para ellos, vayan mi saludo y mi abrazo.

Por eso, la tradición conquense sigue viva, y sigue porque interesa mantener la esperanza de que el pasado es parte del presente y vital para entender el futuro. No podemos dejar de lado, las tradiciones populares como esas señas de identidad que hicieron grande a los pueblos y que nuestros padres y abuelos mantuvieron con firmeza, con orgullo y con deseo.

El Recreo Peral como lugar de encuentro; el Juego de Bolos, como espacio de diversión y entretenimiento, y el puente del Bordallo, de los Descalzos, de los Frailes o de las Angustias, como bien queramos llamarlo, sirven de testigos de la buena camaradería, del bueno “rollo” y de hacer que la amistad haga su camino para creer en las buenas costumbres.

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