Habla de su trabajo con pasión, con ilusión, con tantas ganas que nadie diría que lleva 24 años como maestra en el CEIP ‘Virgen de la Rosa’ de Beteta, casi toda su vida profesional. Por esta entrega a su vocación, la docencia, y por mantener viva la llama educativa en una zona castigada por la despoblación, Pilar Pérez recogerá este 9 de marzo uno de los galardones que concede el Gobierno regional con motivo del Día de la Enseñanza.
“Me hace mucha ilusión este premio, sobre todo porque es una mirada hacia lo más alejado, hacia zonas que sufren la despoblación, y supone un gesto de atención”, declara a Las Noticias.
Pilar es en la actualidad directora del centro, pero a lo largo de estos años ha hecho de todo, desde catalogar libros en la biblioteca a cambiar el tóner de la fotocopiadora e incluso fregar en el comedor cuando faltaba la cocinera. “Para mí ha sido algo muy positivo, te abre la mente y te hace ser flexible y valorar mucho más el trabajo que hacen los demás”.
Ama la docencia y la escuela rural de la que solo habla maravillas. “Es un modelo que me encanta y , en contra de lo que se pueda pensar, tenemos los mismos medios que en cualquier centro urbano, no tenemos ninguna carencia. Enseñar aquí es una experiencia que recomiendo a todo maestro”, dice entusiasmada.
Lo que más le gusta de las escuelas pequeñas es que permiten una atención individualizada y cercana “y los niños lo perciben. Poder adaptarse a sus ritmos de aprendizaje es para mí un regalo”. Por eso defiende que se mantengan abiertas y que no se descuiden aunque a veces no resulten rentables. “El hecho de que existan supone poder atender la diversidad y eso es lo bonito, lo que da color a la vida”.
Cuando llegó al CEIP había 80 matrículas. Hoy solo son 12. “Pero no todo son los números y no debe aturullarnos la cantidad. Yo siempre les digo a mis alumnos que seamos los que seamos tenemos que hacer un buen trabajo”.
Cada curso les digo a mis alumnos que seamos los que seamos tenemos que hacer un buen trabajo
APRENDIZAJE MUTUO
A esta maestra ejemplar le resulta difícil quedarse con un momento que le haya marcado especialmente. “No te lo creerás, pero todos los días ocurren cosas especiales, de todos mis chicos aprendo algo, cada uno me aporta una sonrisa”.
Ella, sin duda, también les ha dejado huella a todos por su trato y por guiarles con acierto en el camino. Hoy muchos, ya adultos, pasan por la que fue su escuela como si fuera su casa. “Si algo me agrada es que todos guardan ese buen recuerdo de mí. Como decía Plutarco, el cerebro no es un vaso por llenar, sino una lámpara por encender, y ésa debe ser nuestra labor, encender la ilusión y despertar el interés”.
Sobre qué le espera en el futuro a la escuela rural prefiere no pensar. Afirma que si ha de llegar el cierre, llegará, “pero tenemos un presente y la obligación de hacerlo lo mejor posible aquí y ahora”.
Por eso cada día, desde hace 24 años, se despide igual de sus compañeros tras la jornada laboral: “mañana más y mejor”.
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