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Orión
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26/07/2017

Hartos de incompetentes

Los independentistas catalanes, liderados por el gobierno de la Generalitat, se aprestan a consumar un suicidio colectivo, el suicidio del “proces”. Será una inmolación por frustración pues han comprendido, por fin, que todos los indicios apuntan a un fracaso en la consecución de su objetivo de alumbrar una nueva república tras la segregación de España de su territorio.

Es creciente la desafección a esa estrategia de los ciudadanos catalanes, de los ciudadanos españoles que vivimos en otros territorios, de los catalanes emigrantes, del mundo empresarial, sindical, financiero, funcionarial y de las instituciones europeas. Hasta el propio Papa de Roma les ha negado el derecho a la secesión, que con tanto ahínco invocan.

Nada parecía desalentarlos hasta que han podido constatar las dudas de algunos de sus más fieles que han decidido dar un paso al lado (así les gusta llamar a los abandonos) temerosos de que participar activamente en actos ilegales, por anticonstitucionales y anti-estatutarios, pusiera en riesgo su libertad y su patrimonio (“la pela es la pela”)

Tras un cierre de filas con tintes heroicos, depurados los tibios, se aprestan ahora a convertir el Parlament en un remedo de Numancia o quizás de Masada (ambas fortalezas, rodeadas de enemigos romanos, decidieron el suicidio colectivo, eliminada la opción de la rendición o de un acuerdo honorable).

Hoy es todo más civilizado. No correrá la sangre, pero no se alcanzará la Paz, pues faltará un acuerdo que garantice una convivencia armoniosa. A menos que…

Pero ¿cómo hemos llegado a este punto?

Cada cual tendrá su opinión y todas aspiran a ser respetadas. Nosotros tenemos las nuestras, la mía matizada, la de Evencio (como comprobará el lector más adelante, pues es la que hemos decidido trascribir) directa y por momentos despiadada, pues dice estar harto de sufrir y ver padecer a muchos por lo que todos estamos viviendo, víctimas de múltiples actos de incompetencia, ambición o estupidez.

Incompetencia para entender las consecuencias de promesas que se hicieron del estilo de “lo que aprobéis en Cataluña se aprobará en Madrid” (ZP le llamaban cuando aspiraba a presidir el Gobierno de España) a grupos y personas (Maragall, Mas) que no quisieron o no supieron entender donde estaban los límites que el Estado español no podría nunca traspasar. Enviaron un Estatut infumable que sólo la prudencia y el contrapeso de un Comisión del Congreso presidida por Alfonso Guerra (y el concurso de Artur Mas), permitió aprobar, publicar y someter con éxito a refrendo popular en la región.

Incompetencia de Mariano Rajoy para sortear la ofensiva anti-catalanista de los más cerriles de su partido que impusieron su criterio y llevaron al TC un texto que contenía disposiciones y menciones que si habían apoyado para otros territorios. La sentencia (adoptada con disparidad de criterios por los magistrados) dio la puntilla a la calma que ya se había instalado.

A la situación creada por esa iniciativa judicial, Mariano Rajoy se ha enfrentado con displicencia y apatía, con incompetencia, una vez más.

Incompetentes se han mostrado los nuevos líderes políticos catalanes para diseñar un camino que consiguiera un pájaro en mano en lugar de aspirar a los ciento volando, que nunca tendrán.

Y ahora, sin visos de éxito, cegados y confundidos por sus propias emanaciones tóxicas, se embarcan en el último acto de un drama sin final feliz, pero que podría parecer heroico si no fuera por la carga inmensa de sufrimiento para todos.

Pero volvamos a Masada o a Numancia, tanto da. Allí los judíos y los numantinos percibieron a los romanos como enemigos irreconciliables. ¿Es así como nos ven a los demás españoles los que han decidido emularlos, metafóricamente hablando, en Cataluña?

Apunten la incompetencia política primero a nuestro presidente, el de todos, el que está obligado a procurar el bienestar de los ciudadanos que viven allí y garantizar la armonía y la paz. Y hoy los vientos que soplan no son brisas, son vientos de tormenta.

Y en segundo lugar a esos otros políticos que no han sido capaces de zafarse del apretón de h….s (perdonen el exabrupto pero así lo ha impuesto Evencio) al que los tienen sometidos los más intransigentes, los que ni son partidarios de este sistema ni lo son del que pudiera nacer.

(Este artículo es continuación del publicado el pasado día 7, con el título

“Juegan con fuego” y nosotros no nos creemos que no haya una solución pactada. El problema es que los que deberían encontrarla son unos incompetentes)

Así lo vemos y así queda dicho.

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