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El convento de las Franciscanas de la Misericordia espera un milagro

Villamayor de Santiago fue uno de los primeros pueblos en donde se instalaron
El convento de las Franciscanas de la Misericordia espera un milagro
12/03/2017 - Mónica Jiménez
Volver a llenar de vida el convento. Ése es el deseo de los vecinos de Villamayor de Santiago, que han visto cómo, desde hace cuatro años y por primera vez en los últimos 150, su monasterio, construido entre los siglos XVI y XVII, se ha quedado sin monjas. 
José Julián Fernández, su alcalde, recuerda cómo, debido a la avanzada edad de sus integrantes, la última comunidad, de entre diez y quince hermanas, tuvo que marcharse a una residencia. Su relevo dentro de la propia congregación, las Franciscanas Hijas de la Misericordia, se antoja complicado, puesto que, a nivel nacional, cuenta con una sola novicia. 

Ajeno a esta “situación crítica”, el convento de Villamayor ha llegado a tener hasta 20 monjas de una congregación que vino de Mallorca y escogió al municipio conquense como “uno de los primeros pueblos de la Península donde se instalaron”, en 1927, aunque también han llegado a tener casas en Horcajo y Pozorrubio. 

“Sinceramente, tuvimos una época donde las monjitas eran muy necesarias en los pueblos”, sostiene el regidor, quien pone en valor la necesidad de un convento para “ayudar a la iglesia, para dar vida a las instalaciones y estar cercano al pueblo”, subrayando que existe un “buen recuerdo de cuando estuvieron aquí, sobre todo por la labor que hacían antes”. 
Una labor que el actual párroco, Alberto García, define como un “bien social para el pueblo”, por lo que no se resiste a ofrecer el monasterio a una congregación religiosa que, a lo mejor, tuviese más integrantes y “pudiese traer un grupito aquí” o a cualquier otra cuyo convento “esté un poco mal y opten por vivir en el nuestro y asentarse en Villamayor”. 

Él ya conoció vacío el monasterio, fundado por las dominicas, que también acogió en su día a una congregación de bernardas y en donde las franciscanas de la Misericordia se instalaron en los años treinta. También sabe que la historia de Villamayor y la de las religiosas “ha sido inseparable  en estos últimos 500 años”. 

Pero, además, conoce la importancia que tuvo la “aportación personal y social” que las hermanas realizaban a la “vida de Villamayor”, donde eran maestras, catequistas, enfermeras, asistían a los pobres y a las familias con problemas y, en definitiva, estaban implicadas en la marcha y el ritmo de la vida del pueblo. 

Ese es, según el párroco, “el recuerdo que queda”, de ahí el cariño “enorme” que siempre le han profesado los vecinos a las integrantes de esta congregación y que “la gente añore que las religiosas estén aquí”. 

Una entrega de las religiosas para con su pueblo que ha sido correspondida con una “gran generosidad” por parte de sus vecinos, que se han volcado en el arreglo de su iglesia, completando el convenio entre Diputación y Obispado. Amenazaba ruina y ha sido totalmente restaurada en su techumbre y su pintura, por lo que ha quedado “en condiciones óptimas”. 

El conjunto arquitectónico cuenta con 25 celdas, sala de usos múltiples, comedor, cocina, capilla interior, una huerta de unos mil metros cuadrados e invernadero. Por tanto, es un convento “muy bien equipado” y “perfectamente habitable”. 
“Conscientes” de que su problema refleja una “dificultad general” dentro de la Iglesia, ya que las vocaciones van decreciendo a un ritmo acelerado y las monjas cada vez son mayores, asegura que los villamayorenses “no quieren tener esa vertiente egoísta”, pero considera que una comunidad religiosa es “un pulmón espiritual y social para nuestros pueblos” y que una localidad con religiosas “es una bendición”.