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Resina

Los bajos precios ponen en peligro la campaña de la resina

La Asociación de Resineros de Cuenca exige ayudas directas para mantener la actividad, ya que el precio por kilo ha caído de 1,60 euros en 2022 a poco más de un euro en 2025
Los bajos precios ponen en peligro la campaña de la resina
Foto: Saúl García
08/06/2025 - Eduardo M. Crespo

En el municipio conquense de Sotorribas está todo preparado para resinar y empezar a producir. Eso sí, hay dos problemas: el clima, que ha hecho que se pierdan ya dos picas por pino, y los bajos precios de la resina porque “no se valora el producto nacional”.

Para Honorio Gallego, presidente de la Asociación de Resineros de Cuenca, las perspectivas “son negativas” por un precio de la resina “que en la actualidad está por los suelos”. Todo ha subido, afirma Gallego, excepto la resina que ha bajado. “La previsión de esta campaña es negativa por el precio de la resina que en 2022 se pagaba por kilo a 1,60 euros mientras que ahora se paga poco más de un euro el kilo. Se está importando de Brasil mucho más barata porque allí la resina es más barata”.

Hoy por hoy, son cuatro las empresas que compran resina en nuestro país, la demanda es escasa y los precios, bajos. A juicio de los resineros conquenses, las ayudas directas al sector serían un alivio para seguir. “Necesitamos ayudas de la administración, las mismas ayudas que tiene cualquier actividad del sector primario. Nosotros también hemos sufrido dos años de sequía, los pinos han producido muy poco y no nos han ayudado”, relata Gallego, para quien las ayudas al sector implicarían tener una rentabilidad y “sacar un salario digno para vivir” ya que cada pino produce alrededor de dos kilos y medio de resina, lo que se traduce para el resinero en unos 12.000 euros anuales de los que hay que descontar la Seguridad Social.

“Si no tenemos esas ayudas, la gente se va a trabajar donde puede y abandona las zonas rurales. Muchos resineros se han ido y tienen la resina solo como complemento a otras actividades que son más productivas. Si el precio de la resina está bajo prefieren estar cogiendo piñas”, asegura el presidente de los resineros conquenses.

Esta situación ha hecho que desde 2014 hasta hoy, la producción de resina apenas alcance el 50 por ciento, alejando a Sotos de épocas notablemente productivas en las que se extraía más resina que en Tardelcuende (Soria) o Tierra de Coca (Segovia).

“No se valora el producto y es importantísimo que esa situación cambie. De hecho, países como EE.UU. no solo tienen reservas de oro, sino también de resina porque priorizan la resina natural a los derivados del petróleo. La resina es ecológica y renovable”, nos cuenta Gallego, quien recuerda el papel que tiene el resinero en los montes de la provincia y que “repercute en el bien de la sociedad”: “El resinero es el primer actor en el caso de que se produzca un incendio, somos los primeros en ver las plagas y los que luchamos contra la despoblación”.

En Sotos hay diez personas trabajando actualmente la resina, cuando en 2014 llegó a tener 28 resineros dedicados plenamente a la actividad. Se resinan unas 600 hectáreas “y podríamos llegar a las 1400, pero es imposible”. La experiencia del resinero, nos dice Gallego, es importante, pero “no han llegado a adquirirla porque han tenido que abandonar al no salir rentable”.

 

 Honorio Gallego es el  presidente de la Asociación de Resineros de Cuenca. Foto: E.M.C.
“El resinero es el primer actor en el caso de incendio, plagas y lucha contra la despoblación”

La climatología es el otro factor que condiciona la producción de resina en Cuenca. “Hemos empezado mal. Para nosotros es bueno que llueva en invierno, pero cuando llega la primavera tiene que hacer un poquito de calor y hasta la semana pasada no ha hecho calor, es decir, el trabajo que se ha hecho no ha producido”, detalla Gallego, quien calcula que la pérdida de cada pino es de unos 700 gramos. “Confiamos en que el calor acompañe y que con lo que ha llovido, el monte pueda recuperarse”.

El proceso de producción tiene sus tiempos. La preparación del monte implica quitar la corteza o derroñar, momento en el que se colocan las grapas en forma de V para guiar la resina hacia el pote o recipiente, lo que se consigue con un estimulante que calienta el pino y hace que la resina salga mejor y más fluida. “Después se van dando picas cada 20 días para que el pino siga llorando. Cada 3 picas, se hace una recolección o remasa que se traslada a la industria para su posterior peso”, y así hasta el final de la campaña. La resina que se obtiene de los pinares de los montes de Cuenca servirán para un sinfín de aplicaciones, como son la industria farmacéutica, las tintas, los esmaltes, el tóner de las impresoras, los chicles o las cremas depilatorias.