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Valeria, escenario del arranque del nuevo cómic de Mateo Guerrero

El origen de la historia, cuenta Mateo Guerrero, se encuentra en una lápida que hay en el Museo de Arqueología de Cuenca y que perteneció a Aelio Hermeros, un auriga
16/11/2014 - Gorka Díez

‘Gloria Victis’. Así se llama el nuevo cómic, publicado el pasado 31 de noviembre en Francia, de Mateo Guerrero, historietista natural de La Línea de la Concepción (Cádiz, 1976), pero afincado desde hace siete años y medio en Cuenca que, tras dos décadas dibujando casi sin parar de publicar abandona momentáneamente el género fantástico para adentrarse en el histórico y poner imágenes a un guion firmado por Juanra Fernández que arranca en la Valeria anterior al nacimiento de Cristo y está protagonizada por un conductor de cuadrigas.


El origen de la historia, cuenta Mateo Guerrero, se encuentra en una lápida que hay en el Museo de Arqueología de Cuenca y que perteneció a Aelio Hermeros, un auriga (como se les llamaba a los conductores de cuadrigas) que murió en una carrera en Elche. “Cuando Juanra me propuso su idea no se había hecho nada sobre cuadrigas, y como no sabíamos nada más de Hermeros, ni el número de victorias que logró ni nada, decidimos empezar con su muerte y que fuese su hijo quien lo sucediera, contando  su ascensión en el mundo de las carreras hasta llegar a Roma”.


Así, el arranque del primer cómic de la serie (está previsto que se publiquen cuatro, y de momento el segundo ya está casi terminado) se sitúa en Valeria, un aliciente para los lectores conquenses, que podrán ver una recreación de cómo era la localidad hace más de dos mil años, con casas colgadas con voladizos de madera. 


Habrá que esperar para que ‘Gloria Victis’, que tiene “el formato clásico de álbum francés, como los de Asterix”, con 56 páginas de 23,7 por 31 centímetros, se pulique en España, pero Guerrero confía en que sea pronto, en 2015. “Ya hay un par de editoriales interesadas en comprar los derechos y todo lo que hago fuera lo acaban publicando aquí”, dice. Fue el caso de sus series francesas ‘Turo’, ‘Beast’ y ‘Dragonseed’, las dos primeras publicadas originalmente por Le Lombard y la tercera por Les Humanoïdes Associés, así como de ‘Warlands’, por la que inicialmente apostó la editorial estadounidense DreamWave.


No siente que en España no confíen en él para publicarle, ya que, con apenas dieciocho años, se inició con la editorial española Camaleón con ‘Zeon, el llanto de los dioses’, a la que siguieron ‘Crónicas de Menese’, editadas por Dude Cómics. También publicó durante varios años ‘Cazadores en la red’ en el desaparecido suplemento infantil de El País.


Lo que sí que tiene claro es que los cómics son mucho más demandados en el mercado estadounidense, y sobre todo francés, que en España. “Solo tienes que ir a un supermercado Auchan: dedican a los cómic tanto espacio como aquí a los videojuegos y DVD. En Francia los dibujantes y guionistas participan en debates televisivos: tienen otro estatus”. En España, cree, “hay muy buenos creadores pero falta tradición”.


No hay además fronteras cuando internet y las nuevas tecnologías permiten comunicarse al instante con casi cualquier punto del planeta. “Cuando empecé, en 1994, no había internet, y tenías que mandar los originales a la editorial por correo y mensajería. Ahora ya todo se hace desde casa, escaneando y mandando por servidores FTP. Y la red permite que conozca tu trabajo a través de los blog, las redes sociales: así me han venido varios encargos”.


DE LUNES A DOMINGO

Reconoce, eso sí, que hacer un cómic lleva su tiempo. “Un solo libro me cuesta entre seis y ocho meses”. Así que su jornada es dura.  “Me levanto a las siete, me tomo un café y me pongo a trabajar hasta las siete o las ocho de la tarde. Y, como hay unos plazos que te marcan las editoriales, eso de lunes a domingo, porque los fines de semana generalmente también pringo (ríe)”, confiesa.


Hay que tener en cuenta que su trabajo, explica, “no consiste solo en hacer los dibujos, sino en narrar una historia, por lo que una vez que tienes el guion hay que programar: dividir la historia por páginas, por viñetas, con el fin de contarla de manera que sea fácil. Y la gente se piensa que esto lo hace el ordenador, pero las herramientas son totalmente manuales: lápiz, sacapuntas y gomas Milan. Dibujo además en tamaño de 35 por 50, casi el doble del impreso”.


A esto hay que añadir, en este libro, todo el trabajo de documentación, “porque hay que tener rigor histórico para que no te pillen” (ríe). 


¿Historietista de profesión? Se puede

Mateo Guerrero dibuja “como decimos todos los dibujantes, desde que tengo uso de razón. Todos los niños, de hecho, dibujan, lo que ocurre es que llega un momento en el que dejan de hacerlo y nosotros no. Yo no me acuerdo de la cara de mi profesora, pero sí del primer día que en el colegio me pusieron un lápiz en las manos: eso lo tengo grabado”.


A eso de los doce años, le marcaron por el camino del dibujo series animadas como ‘Dragon Ball’ y ‘Los Caballeros del Zodiaco’, además de los cómic de superhéroes.


Autodidacta, no se planteó estudiar Bellas Artes ni nada relacionado con el cómic. “Ahora hay escuelas de cómic en Madrid, cursos para dibujos de animación, pero cuando yo empecé, en los noventa, no había absolutamente nada de eso. Y La Línea de la Concepción pillaba a 1.200 kilómetros de Barcelona, donde está el mundo editorial de cómics”.


Fue clave en sus inicios el historietista Carlos Pacheco, todavía en activo, que en los noventa trabajaba para Marvel. “Vivía en el pueblo de al lado del mío, San Roque, y trabajaba para Marvel: fue el primer español en trabajar regularmente en EEUU. Y eso me ayudó para darme cuenta de que se podía. Ver cómo trabajaba un profesional me sirvió además de inspiración para proponérmelo muy seriamente”, dice.


Curiosamente, por lo que se decidió fue por estudiar Educación Física. “Siempre recomiendo a todo el mundo que tenga un plan b, sobre todo cuando te dedicas a una cosa tan extraña como dibujar tebeos”.


Sobre su estancia de siete años y medio ya en Cuenca asegura sentirse satisfecho. “Yo ya soy un conquense más. La capital tiene lo bueno de las ciudades que son capitales de provincia, que tienen servicios suficientes. Yo estoy abastecido gracias a la librería de Bellas Artes y a la tienda de cómic. No me hace falta más. Y además es un sitio muy tranquilo. Sobre todo Arcas del Villar, donde vivo, que es directamente campo”.


El azar, confiesa, tuvo mucho que ver en su llegada a Cuenca. “Una vez vine de visita con un amigo y conocí a la que hoy es mi mujer. Y como tengo libertad de movimientos, porque puedo llevar mi oficina donde quiero, aquí me instalé”.