Rafael Talavera, el poeta de Iniesta vuelve a casa

Para el poeta Rafael Talavera, natural de Iniesta, donde nació en 1948, escribir es como respirar. Dejó sin terminar sus estudios de Medicina y Filosofía porque su meta no era otra que encontrar un trabajo cómodo, de oficina, con un horario de ocho a tres que le dejara las tardes libres para sentarse tranquilamente frente al folio en blanco. Lo consiguió en Madrid, donde reside desde mediados de los sesenta, y en un sector que ni entonces ni ahora le resulta atractivo: la banca. “No me gustaba nada y me jubilé sabiendo menos que el día que entré, pero me daba de comer y tenía un espacio para expresarme y crear mis cosas”, cuenta.
En 1971, con apenas 23 años, Talavera logró un accésit en el Premio Adonáis de Poesía con ‘Tres poemas y calcomanías’, publicado por Rialp en 1972, al que siguió ‘Llámale como quieras’, que sacó a la venta la editorial taranconera El Toro de Barro tres años después. Pero la que parecía destinada a ser una obra prolija, de repente se paró. Aunque solo de puertas para afuera: el siguió escribiendo, pero sin ganas de invertir parte de su tiempo en la farragosa tarea de rematar sus libros y buscar editor. Y así durante más de treinta años, hasta que en 2008 la Diputación Provincial se animó a publicar de un tirón bajo el título ‘Gran Angular (1976-2006)’ los doce poemarios que Rafael fue escribiendo durante nada menos que tres décadas.
Ahora, según reconoce, ya no va acumulando tantos poemarios en casa, sino que trata de que estos vayan saliendo a la luz: sus últimas obras son ‘Miraba las cenizas’, Premio de Poesía Barcarola en 2012, que está previsto que se publique próximamente, y ‘Pallaksch o la búsqueda del alma’, editado por Vitruvio en 2013 y presentado el pasado martes en la sede de la Racal, dentro del ciclo ‘Los martes, en la Academia’.
‘Pallaksch o la búsqueda del alma’ es un poema único y, como toda mi obra, es una búsqueda del sentido de la existencia”, explica.
En el acto del martes se animó a leer sus versos aunque reconocer que leer su poesía en alto es algo que no le gusta demasiado. “Creo que la poesía es algo muy íntimo y que además la mía no es demasiado fácil, por lo que al escucharla se pueden perder cosas. Aunque imagino que algo siempre se quedará”, dice.
Como lector, confiesa que lee más poesía extranjera que española, y cita autores como Rimbaud y Wallece Stevens. Eso sí, no leyó su primer libro de poesía hasta que tenía dieciocho años. “En Iniesta, donde viví hasta los 16 años, no había libros y no leía nada. Fue cuando fui a Madrid, a trabajar y a estudiar a la vez, cuando empecé a leer en serio”.
Junto a la poesía, otro de sus placeres es pintar. “Fue un descubrimiento absolutamente espontáneo que tuve a los 36 años. Me fascinó tanto que la poesía pasó un poco a segundo plano, aunque no del todo, ya que la propia poesía aparece también en algunas de mis pinturas”, apunta.
Relación con Cuenca
Rafael Talavera regresa de vez en cuando a su Iniesta natal. “Hasta hace poco tuve allí a mis padres y ahora están mis hermanos”. La capital la visita menos pero la califica de “preciosa” y reivindica el Museo de Arte Abstracto, “una joya increíble”. En su juventud, cuenta, tuvo contacto con algunos de los poetas conquenses más importantes de la historia reciente: Diego Jesús Jiménez, “que era medio familiar”, Federico Muelas, “una persona divertidísima, encantadora”, y Carlos de la Rica, “que me editó en 1975 y con el que tuve sobre todo una amistad epistolar”. También tiene muy buenas palabras para el Servicio de Publicaciones de la Diputación, con Marta Segarra y África Cotillas a la cabeza.