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Mustang: El camino hacia la liberación pasa por la escuela

Mustang: El camino hacia la liberación pasa por la escuela
05/04/2016 - Pepe Alfaro

Por pequeño que sea, enmarcado a través de unos personajes y unos ambientes, cualquier película contiene un segmento de la propia existencia del género humano. Cuando las realidades personales y el contexto cultural llegan al espectador de una manera sencilla, sin afectaciones ni demostraciones gratuitas, el efecto es doblemente gratificante. Es la sensación desde las primeras imágenes de esta producción francesa titulada Mustang que nos traslada hasta Turquía, un estado que pretende reflejarse en el espejo de una Europa que a su vez lo quiere ver como una alambrada infranqueable donde ocultar la vergüenza.


Cinco jovencitas a caballo entre la niñez y la adolescencia se despiden de su maestra, salen del colegio, juegan y ríen en una playa como en cualquier otro lugar del mundo. La juventud y la alegría de vivir forman parte de la esencia del ser humano. Hasta la siguiente escena, cuando nos situamos en la realidad social y el entorno familiar de las cinco hermanas huérfanas, cuyos sentidos acaban de despertar a la vida. La tradición, la religión, la familia, la costumbre, la (in)cultura, el arcaísmo, la herencia, la creencia y otros mitos de profundas raíces se encargarán de levantar muros y rejas para encarcelar lo inaprehensible.


A través de los ojos de la hermana pequeña participamos del futuro que aguarda a cada una de las hermanas, después de pasar por una especie de “fábrica de esposas”, donde aprenden a cocinar, a coser y a satisfacer al futuro marido. No es fácil, desde nuestra acomodada y privilegiada atalaya occidental, esquivar los maniqueísmos y caer en esquemáticos juicios de valor que en el fondo esconden nuestro orgullo y nuestra fortuna natural marcada por el simple nacimiento geográfico. Por ello tiene más valor el testimonio de la guionista y directora Deniz Gamze Ergüven (Ankara, 1978), acercándose a una realidad que para nada le es ajena; sorprende con su primera película por la madurez de su historia, la sencillez narrativa, la naturalidad de cada escena y la calidez de sus imágenes, conformando un canto a la vida más allá de cualquier frontera, sea ésta geográfica o cultural. 


Mustang es una película trenzada de emociones y de energía. Un río de imágenes familiares que fluyen a través de cinco espíritus de fuerza universal, como las personas, unas condenadas en vida y otras destinadas a luchar para perdurar. La lección final, ese abrazo natural y humilde de la última imagen, permanece en la retina como un escueto mensaje de esperanza. Para la directora el camino de la liberación pasa necesariamente por la educación y la escuela. La excelencia de la sencillez en un solo fotograma, una pequeña lección de libertad en esta pródiga asignatura de la vida. En una metáfora apropiada a la película, la mordaza del himen solo se rompe con el acceso a la cultura.


Aunque los premios no son reflejo de una sensatez y juicio divinos, me parece oportuno reseñar que mientras la Academia del Cine Español otorgó a Mustang el premio a mejor producción europea, la Academia de Hollywood finalmente se decantó por conceder el Óscar a la producción húngara El hijo de Saúl, que podremos ven en el Cine-Club Chaplin en la sesión del próximo 13 de abril. Un díptico imprescindible del mejor cine del momento: poesía y estremecimiento. Vivir o subsistir, esta es la cosa (que diría el don Pío galdosiano).