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El milagro de JR Fernández

Este encantador de 'cuenquenses' llamado Juanra Fernández ha conseguido implicar a todo el tejido social de Cuenca, empresas privadas e instituciones públicas en su última película 'Rocambola'
El milagro de JR Fernández
09/11/2019 - Pepe Alfaro

El título de la primera película del exitoso director Javier Fesser, El milagro de P. Tinto, nos sirve de punto partida para establecer una especie de alegoría con el último film de Juanra Fernández. El personaje que da título a la película de Fesser sueña desde niño con engendrar una numerosa descendencia.

Desde que conozco a Juanra todo su esfuerzo y capacidad están encaminados para intentar sacar adelante sus proyectos cinematográficos.

Los Pinto veían pasar los años sin que llegaran los hijos; el director conquense ya ha parido tres películas (sin contar los cortometrajes) con desigual fortuna, pues todavía tiene pendiente de estreno su segundo trabajo De púrpura y escarlata, proyecto “maldito” que por diversas circunstancias se vio obligado a recortar hasta dejarlo en un atisbo de lo que podría haber sido si hubiese tenido oportunidad de rodar el guion original con los medios adecuados.

El verdadero milagro de este encantador de cuenquenses llamado Juanra Fernández está en haber conseguido implicar a todo el tejido social de Cuenca, a muchísimas personas, empresas privadas e instituciones públicas de nuestra, en ocasiones, algo adormecida provincia para conseguir sacar adelante su última película, un proyecto de entretenimiento de inciertas expectativas en la selva comercial que es el mercado audiovisual actual, por una parte saturado de productos y por otra colonizado por la poderosa oferta norteamericana.

Por ello resulta más necesario que nunca valorar el esfuerzo de todos los implicados, directa o indirectamente, en la realización de esta carambola milagrosa que lleva por título Rocambola, quizás la primera película a la que se puede aplicar, en toda amplitud y con verdadero carácter, el sello made in Cuenca.

Recientemente, los productores tenían el detalle de ofrecer a la ciudad la presentación de la película, tras haber sido presentada en diversos festivales internacionales donde se ha reconocido la labor de sus principales intérpretes.

Dos salas de los Cines Odeón del Mirador, completamente llenas, acogieron a las fuerzas vivas de la ciudad, políticos de todas las corporaciones y signos, junto a representantes de las empresas que respaldaron la propuesta, medios de comunicación locales y un amplio espectro de colaboradores y participantes, con los protagonistas Juan Diego Botto y Jan Cornet a la cabeza. Sin duda, el acto social de la semana que permitió a muchos reconciliarse con el cine en una gran pantalla, como debe sentirse.

Rocambola comienza con los títulos de crédito impresos sobre unas impresionantes panorámicas de diferentes (y reconocibles) parajes de esta ciudad de provincias, acompañados por los impactantes acordes compuestos para la ocasión por Pedro Pablo Morante, una de las aportaciones destacables del film; su música consigue establecer un nexo narrativo entre las escenas y trasladar la tensión de los personajes al espectador, que no es poco.

Tras estas bocanadas de luz deslumbrantes el director nos encierra en un caserón (con muchas vibraciones musicales entre sus paredes, como atestigua el apellido Barambio del propietario), convertido en un personaje fundamental de la historia, a partir de ahora gris y tenebrosa.

En la película el dueño de la casa se llama Cruz, como reseñan los detalles de la cámara. Lamentablemente, una vez más, la falta de presupuesto (una película cuesta mucho más de lo que parece) limita considerablemente las posibilidades narrativas y la viabilidad para desarrollar en su totalidad la capacidad y el oficio de un entusiasta equipo capitaneado por el director conquense.

El resultado, pues, adolece de estas limitaciones, a las que el autor consigue sobreponerse centrando su cámara en los personajes, sin apenas aportar información sobre ellos, apenas algún apunte elemental, juego en el que el espectador deberá completar las elipsis insinuadas en la narrativa. Botto da vida a Saeta, un ex-militar que ha regresado de una misión bélica con dos cicatrices, la que no se ve es la peor y el origen de todo.

Cornet interpreta a Dante, un ladrón atrapado en una tela de araña transitando, en orden inverso, por los mundos de la Divina Comedia; otro más entre muchos detalles. Frente a la contención de Botto, su oponente consigue transmitir, mediante unos ojos que casi se salen de sus órbitas, su angustia y desesperación; y es que Jan Cornet sobrecoge.

El resultado ya está aquí. Ahora solo falta que una distribuidora pueda cumplir el sueño de cualquier obra cinematográfica: la oportunidad de llegar al mayor número de espectadores. Suerte que ya no depende de quienes han puesto su esfuerzo (y dinero) para completar Rocambola. Ánimo a todos. Y Juanra, a por la cuarta…