El fondo más importante de la Inquisición y otras joyas históricas
Los momentos más duros del Archivo fueron con las invasiones napoleónicas, ya que los franceses orinaban o dormían encima de los documentos. Afortunadamente, se salvó una parte importante
24/02/2017 - N.Lozano
Ha sobrevivido a invasiones napoleónicas, turbas liberales en el siglo XIX, a los desórdenes proclamados tras la Segunda República, y a la Guerra Civil española y periodo de posguerra.
En las dependencias superiores del Claustro de la catedral de Cuenca, al que se accede por la calle Julián Romero, se encuentra el Archivo Diocesano. Y en una de sus salas se encuentra el fondo de la Inquisición más importante que existe en la actualidad en España, objeto de deseo de miles de investigadores de todas partes del mundo y que, para nuestra suerte, ha sobrevivido a numerosos episodios de la historia.
El secretario adjunto del Archivo, Cirilo Sánchez, explica a Las Noticias que se trata de una colección de más de 700 legajos y miles de documentos que recogen confesiones, testificaciones, y procesos del tribunal del Santo Oficio de Cuenca y Sigüenza desde 1480, fecha en que se crean los Archivos del Santo Oficio en las capitales de todas las Diócesis de España, hasta aproximadamente 1820.
Los documentos más antiguos de los tribunales del Santo Oficio de Cuenca y Sigüenza son de 1488.
El tribunal de Cuenca se instaló en el Castillo, donde estaban las armas de los Reyes Católicos. Allí se adaptaron salas para audiencias y autos, archivo, cárceles, cámaras de tormento, y otras estancias para carceleros o ministros. La Inquisición permaneció en la fortaleza hasta 1808 cuando los franceses ocuparon la ciudad.
La custodia del archivo corría a cargo de los inquisidores pero los notarios eran los encargados de la ordenación, registro, o índice de cada legajo, libro, expediente o proceso. Los manuscritos estaban encuadernados en pergamino y becerro y titulados al dorso en letras negras. Muchos de ellos, nos enseña Cirilo Sánchez, están hoy en perfecto estado.
Todos los documentos correspondientes a un proceso estaban cosidos con un folio en blanco delante, en el que aparece el nombre, delitos, fechas, conclusión, resolución y sentencia.
A veces están numerados y abreviados los cargos contra los acusados. Se conserva así todavía una gran parte de los procesos de delitos y expedientes de limpieza.
El Tribunal de la Inquisición de Cuenca fue de los más importantes, por el número de presos y por la calidad de los procesos. Su establecimiento en el castillo, sobre rocas y aislado de la ciudad, ofrecía seguridad a los inquisidores y apartaba a los curiosos.
Juicios célebres
Allí se juzgaron, por ejemplo, a los judaizantes de Belmonte y Quintanar de la Orden, entre los que se encontraban familiares de Fray Luis de León. Importantes fueron también los procesos de los judíos que procedían de Portugal y marchaban a Bayona, Amberes o Ámsterdam. Otras historias más mediáticas que se esconden en el Archivo Diocesano es la del hidalgo Agustín Ortiz, que atacó un molino de viento en El Toboso entre 1594 y 1595 y fue juzgado y encarcelado por el Santo Oficio, proceso que localizaba hace unos meses el investigador Javier Escudero, y que pudo servir de inspiración a Cervantes; o la condena de María la Morena, personaje popular que vivió en la ciudad y fue condenada por blasfemias.
“El estudio completo de los documentos del Santo Oficio de Cuenca nos descubre muchos hechos notables que ayudan a comprender la historia pasada, el presente y el futuro no solo de la Diócesis de Cuenca y Sigüenza, sino de España y de muchas familias sefardíes del mundo”, explica el responsable del Archivo.
El libro de Torquemada
La gran joya de este fondo es el libro de ‘Las disposiciones generales de Torquemada’, del siglo XVI, una compilación de las instrucciones del Santo Oficio sobre cómo debían ser los juicios, cómo tenían que testificar los acusados, o cuáles debían ser las penas de los reos por blasfemia o brujería. Todo ello pulcramente escrito y redactado a mano por los escribanos del gran inquisidor nombrado por los monarcas Isabel y Fernando.
Se trata de una obra de valor incalculable. Solo existen dos ejemplares, uno en Sevilla y el de Cuenca, que es mucho más extenso y valioso. Por este motivo, ha viajado a exposiciones nacionales e internacionales.
Cirilo Sánchez cree que existe mucha leyenda negra alrededor de la Inquisición. En realidad, el fin específico con el que se creó, y en el que coinciden la mayoría de los investigadores, fue para conseguir fondos para la corona y quien tenía el dinero eran los judíos, “por eso iban a por ellos”. De los miles de juicios archivados en Cuenca, más del 60 por ciento es contra los judíos. “Se puede decir que el Santo Oficio era la agencia tributaria de la época”, señala.
Tampoco es cierto, apunta, que se quemara a la gente viva en la hoguera como acostumbra a mostrarnos el cine, ni que se mataran a diario a 100 o 200 personas. “De los miles y miles de expedientes condenados a muerte en este Tribunal durante 500 años, solo hubo 100 condenados a muerte”.
Hoy, numerosos investigadores de América, Francia o Alemania, entre otros países, vienen a conocer este fondo, muchos de ellos judíos.
Objetos de culto histórico
Pero no acaban aquí los tesoros del Archivo Diocesano que se ha repuesto durante siglos a los golpes de la historia. Sin duda, los momentos más duros se vivieron con la invasión de las tropas de Napoleón, ya que los franceses orinaban o dormían encima de los papeles sin mayor reparo.
En 1922 el obispo Cruz La Plana trató de reunir los documentos dispersos y destinó varias salas en el Palacio Episcopal para el Archivo. Después de la Guerra Civil, el Archivo quedó destrozado en su parte material, pero salvó la mayor parte de los fondos que, desde el año 2003, descansan en su actual ubicación. Allí, además de joyas en papel, hay objetos de auténtico culto histórico.
Hablamos por ejemplo de tres piezas del siglo XVI, también relacionadas con la Inquisición: una cábala judía, el pañuelo de una mujer con inscripciones hebreas, y un pequeño Cristo de cera cocida, con el que se pudo practicar una especie de vudú.
Los tres sirvieron para llevar a sus propietarios ante el Tribunal inquisidor conquense y, por supuesto, ser condenados.
Además, hay bulas papales, con el sello pontificio que van desde el siglo XVI al XVIII hechas a mano por los escribanos del Vaticano.
Buscar a nuestros antepasados
Junto al fondo de la Inquisición, está el fondo de Parroquias.
Para cualquier persona de Cuenca que quiera buscar a sus ancestros, éste es el lugar idóneo.
Esta sala guarda documentación de la mayor parte de las parroquias de la provincia -a excepción de los pueblos grandes como Belmonte, Tarancón, o San Clemente, que tienen sus propios archivos- desde el año 1.500 hasta hace un siglo.
Partidas de nacimiento, defunciones, bodas, libros de fábrica que recogen cómo se construyeron las iglesias, datos sobre las cofradías que se creaban en los pueblos…
Se trata de un archivo muy visitado, nos cuenta Sánchez, sobre todo en época de vacaciones, y la mayoría de personas acuden para hacer su árbol genealógico.
Otra estancia en la Sala de Audiencia y Uclés, donde se guardan todo tipo de juicios eclesiásticos, permisos especiales para contraer matrimonio, censos de población de la provincia, o todo tipo de información sobre las órdenes religiosas o las órdenes reales.
Toda esta riqueza histórica y documental está abierta al público para su consulta. Tan solo es necesario el DNI y rellenar una sencilla ficha sobre el documento que nos interesa ver. Para Cirilo Sánchez, la importancia del Archivo Diocesano es incuestionable. “Si somos algo es gracias a lo que nos han legado nuestros antepasados”.
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