Beatriz Grimaldos: "Quedan muchos micromachismos que se nos escapan"
Beatriz Grimaldos (Cuenca, 1983), que en 2014 fue nominada a los premios de la Unión de Actores por su interpretación de Nina en la obra de teatro ‘La Gaviota’, de Chéjov, a cargo de la compañía Réplika Teatro, en la que se formó, ha dado un paso más en su carrera como actriz al embarcarse en la representación de ‘Últimos golpes’, del veterano José Sanchis Sinisterra (‘¡Ay, Carmela!’), un monólogo que se adentra en la violencia de género desde el punto de vista de una mujer, Mónica, que tras años de recibir duros golpes por parte de su pareja un buen día dice basta.
“Es un texto muy poético, lírico, que he trabajado tanto con Sinisterra como con Andrea Díaz, con la idea de ponerle un rostro joven a una temática desgraciadamente vieja”, a su entender producto de “un sistema patriarcal machista que está en todos los países”.
A través de la compañía Nuevo Teatro Fronterizo, que Sinisterra fundó en Barcelona en los años sesenta y en 2010 trasladó a Madrid, Grimaldos emprendió la pasada primavera una gira por varios países de Centro América (Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala) en la que, junto a la representación de ‘Últimos golpes’, impartieron talleres sobre el maltrato machista dirigidos a gente de todas las edades, tanto a hombres como a mujeres que buscaban ahondar en un problema que, solo en un país como Guatemala, se cobra la vida de 700 mujeres al año frente a la media de 60-70 que mueren en España por esta misma causa.
“Mientras que en España la violencia de género está como más invisible, más soterrada, en estos países, muy violentos, es más explícita, más evidente, más dura. Aunque se parte de un mismo sistema machista, en estos países es ahora cuando se está empezando a identificar, cuando la gente está empezando a ponerse gafas para entender que hay una relación desigual de poder entre hombres y mujeres”.
En este sentido, Grimaldos tiene claro que, todavía a día de hoy, “el hombre nace con una tarjeta VIP que le da unos privilegios a los que se acostumbra, mientras que la mujer se lleva las consecuencias más graves: no nacemos hombres o mujeres, sino que nos hace hombres o mujeres un sistema al que le interesa mantener esta mirada jerárquica”.
“Queda mucho por hacer”
En el nuevo siglo ha habido importantes avances en España gracias a unas leyes contra la violencia de género en las que Castilla-La Mancha fue pionera, “pequeñas conquistas que hacen el mundo más equitativo”, pero Grimaldos advierte de que “queda mucho por hacer, muchos micromachismos, millones de aristas que se nos escapan”.
Y el teatro cree que es un medio muy apropiado para poder reivindicar una igualdad total entre hombres y mujeres que acabe con la violencia de género. “El teatro no es solo un lugar donde poner en un espejo a la sociedad, sino también un lugar donde transformar la sociedad”, señala.
De ‘Últimos golpes’, destaca el hecho de que su protagonista, Mónica, “no es alguien dependiente económicamente, de bajos estudios, sumisa, esos clichés que tenemos de la mujer que sufre la violencia o el maltrato, como ese otro que dice que todos los hombres que ejercen esto son unos locos, cuando no son sino hijos sanos del patriarcado. Da la impresión de que la gente cree que algo así nunca le va a pasar a él, pero, en realidad, está mucho más extendido por todas las esferas de la población de lo que nos pensamos”.
Su idea, así, es seguir representando ‘Últimos golpes’, para lo que planea viajar a México próximamente y hacer rodar la obra también por España (en Cuenca baraja una representación para inicios de 2017 que se incluiría en la programación de la Asociación de Amigos del Teatro).
También, es de prever que le esperen nuevas funciones de ‘Iliria’, obra teatral sobre una red social de contactos donde los perfiles virtuales se corresponden con los personajes que Shakespeare creó en ‘Noche de reyes’ con la que participó en la última edición del Festival de Teatro Clásico de Almagro, donde la función obtuvo una mención especial.
COMPROMISO SOCIAL
El hecho de que, recientemente, terminara su vinculación laboral, de siete años, en el departamento de Cooperación Internacional del Instituto de Investigación Ortega y Gasset, le lleva a volcarse especialmente con su carrera actoral, que espera que pueda ir unida “a mi militancia social haciendo un teatro político, de reivindicación, que me llene”, aunque sin cerrarle las puertas a otro tipo de ofertas, máxime teniendo en cuenta que la de actriz es una profesión “intermitente” que requiere una “lucha y pelea constante”. “Te puedes estar un año de gira lo mismo que un año sin trabajar, aprendiendo a convivir con la incertidumbre”.
Y, en el caso de que el teléfono no suene, “que en algún momento seguramente será así, siempre podré utilizar mi parte más social para trabajar en ese ámbito de la cooperación internacional. Lo que pasa es que tampoco es un ámbito que esté más boyante. No he elegido profesiones para hacerme rica”, concluye.