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Antonio Corrales y la fotografía en sí misma

Antonio Corrales y la fotografía en sí misma
28/09/2014 - Samir Delgado
El mundo de hoy es impensable sin la fotografía. El predominio de la imagen ha rebasado todos los límites de lo posible con todas sus contradicciones. Nada es real si no demuestra su imagen. Precisamente en los territorios del arte, la fotografía lejos de ser una segunda variante en favor del cuadro, se ha revalorizado como un espacio de creatividad y de innovación que no termina de tirar la toalla ante los cantos de sirena que señalaban la temida pérdida del aura original de las obras de arte.

Hay en la facultad de Bellas Artes un departamento de fotografía en el que se puede conocer de cerca todos los procesos de lo fotográfico, su técnico responsable es Antonio Corrales, artista de procedencia extremeña que lleva un cuarto de siglo vinculado al mundo de la imagen en Cuenca. No hace mucho, en la primavera pasada expuso él mismo una muestra de su trabajo creativo en el Laboratorio Modulable Artístico del barrio de San Antón.

Conocedor de los matices y las cadencias del color, Antonio Corrales muestra sus querencias y carencias, una mirada nostálgica sobre el mundo y las relaciones humanas, que no acaba en la simple rememoración de sombras arboladas y paisajes crepusculares. La fotografía en sí misma aparece como un ámbito de reflexión permanente. Algunos de sus cuadros juegan con el acontecer de la realidad, sus guiños a lo femenino, al mar y el bosque, contienen un enfoque muy personal, casi al borde de una rendición consciente, ante la vorágine del tiempo implacable y la imposibilidad de conocer la totalidad. Tal vez su amor por el cine- con la experiencia de dirección de cortos que le llevó a protagonizar una obra inspirada en un cuento de Juan Rulfo- le mantenga alerta sobre las tendencias que abordan la movilidad de los cuerpos, los subterfugios que gravitan entre las lindes del paisaje como objeto de la mirada y el papel móvil de toda sombra, en el amor y en la amistad, sobre la tábula rasa de la memoria.

ACERCARSE A LOS ARTISTAS
A fin de cuentas, el universo de lo fotográfico posee una mirada de constelaciones enigmáticas y de alcantarillas fraudulentas que requieren ser chequeadas para certificar su lugar en el imperio de la imagen. Quienes se atrevan a dar un paso más en su relación con la fotografía, lejos de los móviles de última generación y el revelado de álbumes familiares, deben saber algo más. Acercarse a la obra de sus artistas: desde Man Ray a Chema Madoz, los paisajes urbanos de Fontana, los retratos de Cartier-Bresson y visitar todo Robert Capa. Tal vez la lectura necesaria del ensayo de Susan Sontag que advertía sobre el instrumento de poder de una cámara fotográfica en manos de los turistas y la capacidad de la imagen para gestionar los anales de la historia oficial. 

La fotografía en sí misma es una referencia, una estadística, algo más que un duplicado de lo real en el panorama superdigital de este siglo.   Para conocer de cerca cómo funciona de verdad un laboratorio fotográfico, los procesos de diseño y de fabricación de la imagen, en esta ciudad no hay mejor oportunidad para los estudiantes de Bellas Artes que bajar a los semisótanos de la facultad donde Antonio Corrales desempeña su trabajo profesional. Nadie como él para vislumbrar una visión panorámica sobre los derroteros actuales de la fotografía en Cuenca. Un artista de los imprescindibles, trabajador del píxel y defensor de todo lo humano y lo divino, aquello natural imaginario que todavía destellea en los objetivos fotográficos.