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Adicciones

Cada vez más enganchados a las adicciones sin sustancia

Las cifras alarmantes del abuso de las nuevas tecnologías por parte de los jóvenes ha llevado al Gobierno central a aprobar la primera Estrategia Nacional de Adicciones
Cada vez más enganchados a las adicciones sin sustancia
Foto: Saúl García
23/02/2018 - Nuria Lozano

"Reconozco que no puedo vivir sin el móvil aunque trato de controlarme porque sé que podría llegar a engancharme de forma grave”. Es el testimonio de Malena, alumna de 2º de Bachillerato del IES San José de Cuenca. Ella, al igual que sus compañeros y compañeras, son conscientes de que forman parte de la generación de los tecnoadictos o dependientes de las llamadas adicciones sin sustancia como son los smartphones, Internet o los videojuegos. En su entorno conocen a varios jóvenes con patologías severas “incluso les estás hablando y ni te miran ni te escuchan”, declaran a Las Noticias a la hora del recreo.

En el centro está terminantemente prohibido el uso de móviles, dentro del aula pero también en el patio. “Algunos intentan buscar recovecos en el recreo para mirar el móvil, incluso lo utilizan para copiar en los exámenes. No es lo habitual, pero ha ocurrido”, explica Pablo Pérez, director del San José.

A pesar de que se arriesgan a que se les retire durante varios días, a algunos les puede más la necesidad de seguir pegados a la pantalla que el castigo. Lo cierto es que este tipo de adicción empieza a preocupar y mucho, hasta el punto que el pasado día 9 el Consejo de Ministros aprobaba la primera Estrategia Nacional de Adicciones que incluye actuaciones frente a las nuevas tecnologías y al juego.

Según datos del Ministerio de Sanidad, el 18 por ciento de los adolescentes de entre 14 y 18 años usa Internet de forma compulsiva. A través de estos dispositivos contactan además con el juego y las apuestas, de forma que el 44,8% de las personas con problemas de juego, un 0,9% de la población, ha jugado antes de la mayoría de edad.

Clara explica que tiene un caso muy cercano que, por problemas familiares, ha creado un mundo alternativo en las redes y vive para los videojuegos. “Solo se despega para cubrir las necesidades básicas como comer”, señala.

Jaime, por ejemplo, reconoce que pasa más del móvil pero, al mismo tiempo, “siempre que estoy estudiando y desconecto cinco minutos lo hago para mirarlo y a veces los cinco minutos se convierten en media hora”. Marta o Alejandra han podido llegar a ver de una sentada por Internet la temporada completa de una serie o quedarse hasta las 3 de la mañana jugando a los Sims o al Candy Crash. Algunas de sus amigas pasan el día subiendo fotos a Instragram. “Sabemos que es una droga más, que a lo mejor no daña inmediatamente, pero sí a largo plazo”, aseguran.

Es la realidad. Los bits y los megas pueden causar daños neurológicos y psicológicos importantes, al igual que el alcohol o la marihuana.

El uso excesivo del móvil, encerrarse en la habitación a menudo, prescindir de los espacios comunes del hogar, no mirar al hablar o ansiedad cuando no tienen cerca los dispositivos, son síntomas claros de adicción

SÍNTOMAS

Pero, ¿cómo saber si nuestros hijos están realmente enganchados y cómo abordar esta adicción propia de la era tecnológica?

Enrique Cuesta, educador con una amplia experiencia y gerente de la empresa Pulediamante, organiza charlas y talleres para familias sobre el uso adecuado de las nuevas tecnologías, sus riesgos y las estrategias para controlar las posibles adicciones.

Ha atendido en Cuenca algunos casos muy extremos, chicos y chicas a los que Internet ha anulado por completo lo que ha repercutido en todos los ámbitos de su vida. Los adictos presentan cuadros de ansiedad y violencia cuando se les retira el móvil, aislamiento social y bajo rendimiento académico. “El principal factor que desencadena este tipo de adicción es neurobiológico. Desde muy pequeños les damos una pantalla táctil, con estímulos súper inmediatos, y ya solo reaccionan ante esto. Este problema se está generalizando porque les educamos socialmente en lo inmediato”. Los adultos, muchas veces, tampoco predican con el ejemplo.

La confianza es fundamental para prevenir. “No podemos facilitar una conexión a Internet un joven que no demuestra responsabilidad en su vida real. Si la tiene, cuando esté navegando y tenga algún problema nos lo dirá y pedirá ayuda”.

Hay pistas muy claras para saber si un joven está enganchado en mayor o menor grado. Lógicamente, un indicador es el tiempo excesivo en el uso del smartphone o la tablet, pero también encerrarse muchas horas en la habitación, prescindir de los espacios comunes en el hogar, apartar la mirada al comunicarse con alguien, o ansiedad o sudor de manos cuando no tienen cerca el dispositivo. “Se trata sobre todo de detalles comunicativos. Antes nos decían que la calle era peligrosa, pero hoy lo que es peligroso es un adolescente en su cuarto con un ordenador y la puerta cerrada”, matiza. La familia y la educación son claves para revertir la situación. “Se puede salir de esto, pueden volver a conectar con la realidad, porque la realidad termina siendo más potente, pero lleva tiempo y trabajar mucho con su entorno más cercano. Con los chicos hay que buscar el control de los impulsos, reeducar su cerebro, y encontrar nuevas actividades que les motiven para que vayan ocupando esos tiempos que antes llenaban navegando por la red”.

Entre las estrategias que Cuesta recomienda se encuentra, en primer lugar, colocar el portátil en un lugar común de la casa para que se use de una manera más racional. También diferenciar entre normas y límites. Lo explica así: “la norma debe ser que solo podrá jugar a la consola los fines de semana pero con un límite de dos horas, de cuatro a seis, por ejemplo”. Asimismo, se pueden activar filtros de contenidos y horas de conexión en el ordenador, así como cambiar la wi-fi semanalmente.

En definitiva, que vean desde edades tempranas que la ventana al mundo que es Internet no tiene por qué cerrarse pero tampoco convertirse en un agujero negro por el que acabar precipitándose.


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