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Añeja procesión del 31 de mayo por la Casa de Beneficencia y El Sargal

En el salón de actos de la Diputación Provincial de Cuenca se ha podido contemplar, del 9 al 30 de mayo, la exposición “Memoria escrita de la infancia abandonada en Cuenca durante los siglos XVII al XIX”
Añeja procesión del 31 de mayo por la Casa de Beneficencia y El Sargal
Niños y niñas vestidos de Primera Comunión. Foto: Luis Pascual
31/05/2025 - José Vicente Ávila

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n el salón de actos de la Diputación Provincial de Cuenca se ha podido contemplar, del 9 al 30 de mayo, la exposición “Memoria escrita de la infancia abandonada en Cuenca durante los siglos XVII al XIX”, que viene a ser un homenaje a “los niños expósitos sin identidad ni padres conocidos”. En ese recorrido por la historia del antiguo establecimiento conquense se presenta documentación interesante que explica los motivos de los abandonos, el nombre que se les ponía o las instituciones que se han encargado de su cuidado en Cuenca, informaba la Diputación en su página web, que añadía que “en Cuenca las instituciones encargadas de su cuidado fueron La Memoria de Expósitos de San Julián, fundada en 1606 para ocuparse de la alimentación y el cuidado de los más pequeños hasta los cinco años”. 

También se recuerda, “la Memoria y Colegio de San José, fundada en 1718 en Moncalvillo de Huete para ocuparse de los expósitos desde los cinco años hasta los 14. Posteriormente se unificaron en 1773 para dar lugar a la Casa de la Beneficencia que se ubicó en el edificio donde actualmente está la Delegación de Agricultura”. 

Gran parte  de las fotografías presentadas –la mayoría de Luis Pascual– corresponden a la década de los años 50 y 60 del pasado siglo, con actos festivos de las fiestas de San Vicente de Paúl (27 de septiembre), la Virgen Milagrosa (27 de noviembre), sesiones de teatro y comedias y los versos de mayo, “el mes de las flores”, en la procesión del 31 de mayo, con la Banda de Música Provincial.

La foto de los niños vestidos de Primera Comunión que insertamos se refiere a escolares que recitaban versos y no a un grupo de “comunión general”. Se hizo una gran copia para una tienda de Cuenca de trajes de comunión, ya desaparecida. La mayoría de los vestidos que aparecen son de marineros, tanto en niños como en niñas, amén de otros trajes. 

(En aquella época los niños más pobres de barrios humildes o de pueblos, vestían traje de color gris en lugar del blanco, y ello se refleja en la película “Un traje blanco”, en la que el faquir conquense Gonzalo Mena Tortajada “Dajatarto” llega al pueblo con su circo y un enanito luce un traje blanco similar al de la Primera Comunión. Marcos, el niño pobre, no quiere ir vestido de gris, sino de blanco como su amigo Polonio, de ahí que se apropien del trajecito blanco del enanito, que luego aparece cuando se inaugura una estatua…)

 

PROCESIÓN Y VERSOS

Precisamente, la añeja procesión del 31 de mayo, que se celebró durante varias décadas, hasta finales de los 70, ofrecía la singularidad de que los niños y las niñas acogidas recitaban sus versos delante de las imágenes del Niño Jesús, la Niña María y la Virgen Milagrosa. El cortejo recorría los patios de la antigua Casa de Beneficencia, con los grandes ventanales adornados de colchas y guirnaldas, con salida por el camino de El Sargal (antiguo Matadero Municipal) y la huerta paralela al conocido como Parque de Conversa, y a partir de 1967, con los actuales edificios de la Residencia Provincial “Sagrado Corazón de Jesús”, por la calle que da acceso al centro residencial y la instalación deportiva “Joaquín Caparrós”, antiguo campo de la Beneficencia.

La procesión concitaba la presencia de curiosos ciudadanos en los aledaños del benéfico establecimiento y se componía de la talla del Niño Jesús, portado en pequeñas andas por cuatro “aspirantes”, seguidos de parvulitos vestidos de Primera Comunión, que recitaban los versos, acompañados de Hijas de la Caridad con sus tocas blancas almidonadas (luego sencilla toquilla de tela azul); la imagen de la Niña María, llevada por cuatro niñas escolares, y finalmente la talla de mayor altura de la Virgen Milagrosa, que era cargada a hombros por ocho caballeros de la Asociación mariana, que a su vez eran maestros de varios oficios y los profesores de la Escuela de niños y de sordomudos, porque la escuela de niñas y parvulitos estaban a cargo de las religiosas con la debida titulación.

Entre aquellos maestros de oficios que portaban las andas podemos citar, entre otros, a Jesús López (carpintería), Julián Cruz (herrería), Tomás Solera (pintura), Valeriano Ruiz y Eliseo Molina (sastrería), Manuel Fernández y Ángel García (barbería), Pablo Cañas (albañilería), Tomás Muñoz (alpargatería), además de los celadores Juan Crespo, Eustasio Díez, Eladio Ortega, Mariano Pastrana y Marcelino Olalla, entre otros. 

 

Cerraba el cortejo la citada Banda de Música, con educandos de la Casa de Beneficencia, dirigidos por Daniel Muñoz y anteriormente Francisco Zurilla, interpretando “Camino de rosas”, “El abanico”, “Amparito Roca” y una retreta que se repetía en la cabalgata de Reyes. Durante el recorrido los niños y niñas iban recitando los versos que con anterioridad habían pronunciado en los “ejercicios de las flores” que tenían el soniquete de “Venid y vamos todos, con flores a porfía, con flores a María, que Madre nuestra es…”

María Isabel, a sus 70 años, retiene aún en su memoria uno de aquellos versos: “Toda vestida de blanco / como gentil princesita, / esta mañana me fui / camino de la campiña.  / Las flores me perfumaban, / me acariciaban las brisas / y alegres desde sus nidos, / las aves me sonreían. / Iba a buscar unas flores / para ti Virgen María. / Las florecitas del campo / las cogí con alegría / y mi madre me hizo un ramo / para ti Virgen María.  

Madre del amor hermoso, / reina de las almas limpias, / del rosal corté una rosa / del lilar unas lilas / y a la vera del arroyo / un fajo de siemprevivas. / Formando un bello manojo, / las até con una bella cinta / y aquí en mi pecho / las tengo todas prendidas. / Mas hay una, Señora, / que por ti suspira, / la camelia tan humilde, / tan exacta y recoleta, / flores y flores que junto, / y presento como ofrenda / a la que es dueña y Señora / de los Cielos y la tierra”.

Los parvulitos también balbuceaban sus breves versos: “Soy pequeñita, / soy revoltosa, / Madre querida, / ¡toma esta rosa!”. Se ganaban los aplausos de la concurrencia y con su ramo de flores en la mano un “angelito” elevaba su tierna voz: “Como soy tan pequeñito / y tengo tan poquita voz, / nadie me gana a decir / ¡Viva la Madre de Dios!”.

Y los pétalos de rosas iban siendo arrojados al paso de aquella sencilla y emotiva procesión en la que se veía a señoras residentes con sus pañuelos en la cabeza a modo de velo. Y tras los versos a la Milagrosa, los “mayos” al día siguiente a la Patrona Virgen de la Luz, en la ermita del cercano puente de San Antón, lindando con la que fue Casa de Beneficencia, hoy fachada “recortada” de Agricultura. Pero ésta es otra historia.