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Mira recuerda a Antón Martín

Mira recuerda a Antón Martín

30/05/2021 - Miguel Romero

Me encanta nuestra provincia. No me canso de recorrerla, recontarla y revivirla. Por La Mancha, por la Alcarria o por la Serranía, da igual el camino que elijas. La palpó a pie, en coche o en moto; y es que ahora, me ha dado por revivir aquellos años jóvenes en los que dediqué gran parte de mi vida a hacer cultura y conocer la investigación de pueblos, comarcas, tradiciones, costumbrismo y paisanaje.

Ahora, junto a mi hermano Susy, a mi amigo Ramiro y un servidor, con moto a cuestas, vamos caminando por carreteras enzarzadas en curvas y "costalones" haciendo revivir estampas solariegas, de caminantes o de viajeros sin destino, a fuerza de bocadillo y cuaderno, para anotar recuerdos, anécdotas y sobre todo, Memoria colectiva, esa que nuestros hombres y mujeres, de edad en la mayor parte de las veces, nos quieren contar para mantener vivo el espíritu rural de un lento despoblamiento que tanta sangre está vertiendo en las sociedades modernas de una globalización sin sentido.

Pasear desde Cuenca, por Carboneras de Guadazaón y su convento dominico, luego Cardenete y esa fuente romana de la plaza, dejando Víllora y su torreón casi descuartizado por las tropas de Arnau en la Carlistada, Narboneta a escondidas y sin descanso, a una Mira como última localidad de Cuenca camino del Reino de Requena, aquel que tuvo que conquistar el obispo Jiménez de Rada a almorávides y almohades en tiempos de Reconquista, es un lujo a prueba de pocos.

Mira se siente herida por eso de haber dejado pasar aquel gran emporio económico y comercial que fueron sus "tricotosas" en tiempo de comienzo de modernidad; pero allí donde hay buena gente, donde reviven una Semana Santa siempre especial, en la que crece y crece su recuerdo de tiempos inmemoriales, sigue estando en pie y en calleja de buena restauración, la casa de aquel Antón Martín, fraile intelectual que diera calle y plaza en Madrid y que, siendo militar en venganza, acogió la llamada de Dios, creando ese Hospital de San Juan de Dios en Atocha, luego otro en Córdoba, en Sevilla, en Lucena, en infinidad de lugares, haciendo de su labor la espiritualidad y la solidaridad como banderas.

Por eso Mira es un lugar a visitar. Interesante y lleno de sorpresas. Entre esos parajes, de pinos, monte bajo, algún que otro valle, el tendido ferroviario, el gran puente, sus recorridos por las huertas del río Ojos de Moya, ahora llamado Mira, donde nos encontramos muchísimos despoblados y aldeas que conformaron población numerosa en otros tiempos. Por eso, Fuencaliente, la aldea más poderosa de todo el término, la Cañada, Cañadavedija, el Cañaveral, la Somera, Casa Alaúd, Charandel, la Fuente la Higuera, las Hoces, el molino de la Hoz, el molino de la Piedad, el molino del Sargal, el molino de la Peña el Carro, el Panizar, el Portichuelo, el Rincón del Álamo y el rento del tío León. No sé si los restos de sus ermitas, como la de San Agustín, San Roque, San Pedro, la misma de la Fuencaliente y la Piedad, contiguas al casco de la villa, recuerdan la devoción intensa que aglutina la afamada de la Cuevasanta –ya citada-, a recorrido de siete kilómetros, bellísima, misteriosa y ancestral con ese subterráneo “en el cóncavo de un peñasco” según citan las Visitas episcopales, con sus paredes calcáreas cubiertas de estalactitas y estalagmitas, al pie de ese cerro cubierto de matorrales en esa piedra de color rojizo con entrada en agujero natural donde nos recibe San Marcos en su capillita y que como Cueva Santa acoge en romería a otros pueblos de la comarca, pueblos ahora valencianos, romeros históricos.

La provincia de Cuenca está llena de sorpresas y yo os aconsejo que la recorráis y visitéis.

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