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Henarejos pedirá a San Isidro la bondad para sus campos

Henarejos pedirá a San Isidro la bondad para sus campos

29/04/2023 - Miguel Romero

Alrededor del 15 de mayo (su sábado más próximo) se celebra la festividad de San Isidro Labrador, un santo que tiene su origen en el siglo XI y que según el santoral, sufrió tortura y fue mártir frente a los almorávides cuando España sentía el peso de la Cristiandad.

Lo cierto, es que este Santo representa al mundo de los agricultores y son ellos, los que con sentimiento y causa, le provocan la celebración, bendiciendo sus campos, solicitando la lluvia cuando escasea y compitiendo por ver quién es el que ara (labra) los campos con mayor solvencia y habilidad.

Sin duda, nuestros pueblos siguen manteniendo las tradiciones de antaño. Uno de los que vive con intensidad esta festividad es Henarejos, rindiéndole pleitesía con ese volteo de campanas, su misa, procesión y música, sin olvidar la merienda campestre, la bendición de los campos, el baile y la comida popular, mientras los paseos a caballo o las exhibiciones de aves suelen ocupar gran parte de la programación que la Asociación Cultural Ojos de Moya, junto al Ayuntamiento, prepara.

No sé si iniciar recorrido desde la cumbre de Santana o tras el Colladillo; sea por un lado o por el otro, este lugar es de origen histórico antiguo y su encrucijada se diluye entre caminos: el de la Mancha, el de Chelva, el de Aragón por la Vereda y el de Cuenca, todo eso en ese cruce que bien llaman la Encrucijá. Cuando dejas de lado el caserío y te adentras en sus parajes, el ensueño te envuelve, porque no solo son molinos de luz como el de Terradez, sino que desciendes por el Cantón, luego la Peñuela y empiezas a dejar de lado piedras, cañadas y pinares, con manantiales ricos, rocas maravillosas –tal vez esa de la Peña del Gagante- y sin darte cuenta, llegas a las minas. ¡Oh, las minas¡ qué tiempos aquellos, de economía al alza, de esperanzador futuro con línea de ferrocarril en estudio que nunca llegase a ser realidad.

Pero habría que buscar las raíces de este lugar bello. De esta manera, observamos como los topónimos abundan en esa búsqueda, pues el Castellar, el Castillejo, el Pozo de Hierro, el Barranco del Griego, la Mazmorrilla, el barranco del Hierro, las cuestas del Rey y así, unos y otros, que entre Dehesas, Peñacortá, el Roble y la Olmedilla son recorridos por las aguas del Ojos de Moya, tal vez el Cabriel y esas aguas del Henares. Fuentes que endulzan el callejón de la vida, entre los altos del Estrecho o la vega Mediana como la fuente de los Perros o la de la Pacheca. Pero, por ahí, hay restos históricos. En el Renachel, quizás la casa romana, en Royuela, las dos villas medievales, en la Mazmorrilla, los íberos, en el Castillejo, la atalaya defensiva que nos abre entre el collado de Cendio –con algún grabado rupestre- y esas cumbres hacia Moya, Narboneta y Mira, territorios morunos, en otros tiempos.

Por eso, este lugar es bello en su entorno y acogedor en su caserío. Sus gentes, a las que mucho he tratado, son generosas con el que llega, trabajadoras en su terruño y honestas como privilegio de paisanaje. Los tiempos les ha hecho crecer entre la bondad de su término y el sacrificio para sacar “pan de sus piedras”, pero siguen teniendo ese Alma del Pueblo, manteniendo sus tradiciones y sus festividades populares, porque creen en ello y porque sienten que de esa manera, el futuro puede ser más esperanzador.

Por eso San Isidro bendecirá sus campos, ahora, en mayo, y lo hará como él sabe que sus fieles habitantes de Henarejos quieren, al compás de sus bailes, comida y música.

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