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Despoblación

La despoblación de Cuenca “hunde sus raíces” en los embalses

Así lo consideran expertos en la evolución de la demografía conquense
La despoblación de Cuenca  “hunde sus raíces” en los embalses
Imagen del embalse de Entrepeñas
22/02/2018 - M. Jiménez

La despoblación que aqueja a la provincia de Cuenca “hunde sus raíces” en la creación de los embalses de Alarcón, Entrepeñas y Buendía y Contreras. Así lo defiende el profesor de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UCLM, Joaquín Saúl García, para quien buena parte de los factores que intervienen en la falta de desarrollo y dinamismo demográfico y económico de la provincia se encuentran en la construcción de dichos embalses.

Y es que dichas construcciones, aduce, “repercuten en la socioeconomía de la provincia porque inundan las tierras cultivables, unas 18.000 hectáreas de buenas tierras perdidas”, pero, además, “expulsa a la población, que queda sin trabajo y desarticulan el territorio inmediato y su conexión con la capital al cortar comunicaciones, que tardan mucho en volverse a conectar”.

García Marchante ofrecía recientemente la ponencia ‘Memoria y actualidad de la población de la provincia de Cuenca’ dictada en el marco de la programación de la Racal y en la que ha compartido los resultados de un trabajo realizado junto al profesor de Geografía Óscar Serrano durante los últimos años.

Con todo, su investigación lleva al experto a aseverar que este mal no es nada nuevo y, en ese sentido, rescata el término ‘demotanasia’ que hace referencia a la “muerte o desaparición de la población de un territorio por la inacción de la administración” y apoya su convencimiento en un documento de 1935 “en el que alguien dice que es una pena que esta provincia no evolucione con los recursos que tiene”.

La misma reflexión queda también plasmada en el Anuario Estadístico de la provincia de Cuenca de 1943, que instaba a “canalizar los recursos

agrícolas, ganaderos y madereros utilizando nuevas técnicas agrícolas”, al igual que ocurre con una reseña estadística del año 1970 del INE, según la cual, la provincia “necesitaría una intervención para un desarrollo agrícola importante”.

Con esos antecedentes, han transcurrido casi cincuenta años y, ya avanzado el siglo XXI, el problema sigue sin resolverse. La respuesta podría estar, a juicio de este investigador, en la transformación del sector primario en “una agricultura que sume valor añadido”.

"La despoblación no es una enfermedad crónica, tiene solución"

Como principales “recetas” destaca la recuperación de esas tierras perdidas en torno a los embalses de la provincia para ponerlas en regadío impulsando, además, un plan provincial de regadío; utilizar maquinaria moderna y las nuevas técnicas de selección de semillas pero también de marketing y comerciales. Junto a ello, cree imprescindible mejorar la conexión por carretera con el Mediterráneo, reducir la brecha digital para favorecer el desarrollo del turismo en zonas deprimidas o la implementación de una salida más rápida hacia la capital por pate de la población “encapsulada” en la Serranía cuyos recursos turísticos deben “sumarse” a los de la ciudad patrimonio de la Humanidad.

Como complemento a su panel de acciones a llevar a cabo en el conjunto de la provincia para luchar contra la despoblación García Marchante no olvida que a esta provincia también “le falta una masa crítica que exija para que los gobernantes se dén por aludidos”.

Se desarrollarán actividades que fomentan el turismo sostenible para todo tipo de públicos

Tras valorar iniciativas como la Inversión Territorial Integrada, se pregunta “qué queremos hacer con ese dinero” y pone como “ejemplo demográfico” a las zonas de la Mancha y Manchuela, que han sabido aprovechar sus recursos vitivinícolas, así como Tarancón, comarca “bastante dinámica” y que aporta soluciones económicas también a zonas de Toledo o Madrid.

En este punto, reivindica la “justicia territorial” que debe favorecer a los territorios más pobres y se muestra moderadamente optimista, subrayando que la demografía no es una ciencia exacta y que la despoblación “no es una enfermedad crónica, tiene solución”.

Lo mismo opina el director de la Racal, Miguel Jiménez Monteserín, cuyos análisis demográficos se ciñen al periodo que va desde la publicación del censo de 1530, cuando la provincia contaba con algo más de 100.000 habitantes, a la publicación del primer censo contemporáneo, que data de 1860 y cifra en casi 250.000 los vecinos de la provincia.

A la luz del análisis de otros documentos como archivos parroquiales y registros de bautismo, afirma que ya entonces era la Alcarria la comarca con más problemas y habla de un crecimiento “bastante visible y claro” hasta finales del siglo XVI, un “bache tremendo” en el XVII como consecuencia, en parte, a la emigración de los conquenses por el “agotamiento de la economía” y una recuperación, ya en el XVIII, gracias a la industria textil.

Por aquel entonces la capital contaba con 9.000 habitantes, pero el desarrollo demográfico que experimenta gracias a la industria textil permite hoy a Jiménez Monteserín insistir en la urgencia de encontrar nichos de actividad “menos volátiles” y no apostar todo al turístico.

Evolución demográfica

En el siglo XVI la capital asiste a un crecimiento demográfico “muy notable”, según Jiménez Monteserín, que alcanza su límite en torno a 1560, cuando llega a los 16.000 habitantes, cifra que no se recupera hasta el censo de 1930, cuatro siglos después. Entre las causas, que la ciudad es ya un centro administrativo relevante, concentra una parte importante de renta eclesiástica y se constituye en centro textil de referencia.

A partir de ese momento, la población comienza a mermar como consecuencia de las migraciones, la falta de trabajo, la proliferación de epidemias y el hecho de que a finales del XVI se pagaban en Cuenca más impuestos que a comienzos de siglo.

No es un fenómeno exclusivo de Cuenca, sino que afecta a la mayor parte de las ciudades de Castilla que, a causa de la quiebra del sistema productivo, las dificultades en el aprovisionamiento debido a las malas cosechas o la difusión de la peste, entran en un proceso de declive “muy grave”.

PÉRDIDA DE POBLACIÓN DESDE 2012

Ambos investigadores ponen a Cuenca capital como “ejemplo demográfico” hasta la llegada de la crisis económica, ya que, si bien en el año 2012 contaba con 57.800 habitantes, el “punto más álgido” de toda su historia demográfica, desde entonces ha ido perdiendo población a un ritmo de 500 habitantes por año, según recuerda García Marchante.

No obstante, ambos son conscientes de que la demografía no es una ciencia exacta y, como muestra de ello, mencionan un informe del Instituto Nacional de Estadística de los años noventa según el cual para el año 2000 las provincias de Cuenca y Guadalajara contarían apenas con 195.000 habitantes. Un año después, en 2001, la provincia conquense superaba los 200.500 y en 2011 los 217.000.


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