Barchín del Hoyo, patrimonio arqueológico vivo

“La riqueza de los pueblos está en base al conocimiento de su pasado y la revitalización de su presente. Para ello, se deben de cumplir los axiomas de la modernidad y Barchín del Hoyo, sabe que en su rico pasado histórico debe de estar su apuesta de futuro y su crecimiento en la identidad como pueblo.”
No hay duda y así lo entendió hace algún tiempo, su Consistorio. El actual alcalde Enrique, sus concejales y su secretaria Ana Mª de Santiago, siguen apostando por el futuro cultural, haciendo que sus Jornadas Históricas sobre el Mundo Íbero sigan rompiendo moldes, avanzando en la constancia y provocando sinergias de apoyo en vecinos y visitantes.
Para ello, su baluarte es el yacimiento de Fuente de la Mota, ese mismo que el arqueólogo Antonio Madrigal hace suyo en investigación, puesta en valor y ofrecimiento futurible en ese desarrollo sostenible que debe de guiar a los pueblos en su desarrollo.
Por ello, dentro de muy poco, la inauguración del Centro de Recepción de Visitantes, permitiendo con ello poder visitar adecuadamente ese extraordinario yacimiento, nos permitirá la adecuada visita pública, fortaleciendo con ello, un logro de muchos años atrás.
Y es que, amigos, este bello pueblo tiene mucha agua, quizás por eso lo de Barbachín, Borbotón o yo que sé, en eso del nombre, pero lo cierto es que era tierra de buenos alfareros, no de los de ahora que también lo son, sino los del Bronce, luego Edad del Hierro, después hispano-romanos para llegar a nuestro siglo. En eso está lo del molinillo de alcohol, lavado que se le daba a las vasijas de barro hechas en estos hornos, con tres partes de buena tierra ferruginosa y una de greda, formando esa cocción con el hurgonero y el enhornado, para darle ese baño de sulfuro de plomo en horno traído de Linares.
Hay mucha cerámica en este lugar, sobre todo, en la Fuente de la Mota, ese cerrillo donde un poblado romano quedó instalado, pero que supuso un encubrimiento de otro poblado anterior. Cerámica de incisiones, de bandas pintadas en color rojo, de círculos concéntricos, otras de cordonada ibérica, es decir, un sinfín de elementos dignos de estudio riguroso que hacen de Barchín uno de los lugares más interesantes sobre la Edad Antigua de nuestra provincia. En aquel año del XVII, un soldado llamado Juan de Beleña encontró el famoso tesorillo de Barchín, con fíbulas, un freno de oro de un caballo, monedas de oro, y ello llevó a este lugar a la estela de especial recuerdo de nuestro pasado.
Historia mucha, lejana si cabe, pues hablan los libros que este lugar como poblado romano fue destruido por Aníbal en el siglo III y ello le condicionó su nuevo emplazamiento, quedando ahora en el lugar que habita. Sus gentes cristianas sucumbieron al musulmán que edificó un castillo en lo alto del cerro y sus ruinas mantienen el misterio de su ubicación. Luego, las tropas del rey Alfonso VIII le dieron puebla y Alarcón le adornó con Señorío. Pero sus gentes, valientes, unieron su causa a Isabel de Castilla en aquella lucha contra su sobrina la Beltraneja, hecho que le permitió salir triunfante y por ello, los Reyes Católicos le dieron título de villa en 1479.
Pero a mí me gusta sus gente, su buena gente que ha hecho Asociación Cultural para rehabilitar su iglesia, deteriorada por el tiempo, en honor de la Asunción, la misma que aparece documentada como edificio notable arquitectónicamente, con sus dos ventanas, uno de finales del gótico, recordando en su interior aquel artesonado que solo mantiene sus zapatas, su capilla de san Julián con buen retablo barroco y cúpula con señas de los Melgarejo en el siglo XVI. Sus restos del castillo, su Casa Grande del XVI y su Ayuntamiento abren horizontes de arquitectura rural, enraizada en el paisaje.
¡Enhorabuena barchineros!