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Patrimonio

“Ruinas de una capilla cercana a Cuenca” (1810), dibujo del general francés Bacler

Casi con toda seguridad, este grabado del cartógrafo y pintor retrata la primera ermita de San Isidro Labrador, iniciada en 1728 y que sufrió los desastres de tres guerras
“Ruinas de una capilla cercana a Cuenca” (1810), dibujo del general francés Bacler
Vista de la ermita de San Isidro, que ha sufrido tres restauraciones. Foto: Josevi
15/05/2022 - José Vicente Ávila

La ermita de San Isidro Labrador (Vulgo de Arriba) es una de las más antiguas de las existentes en Cuenca. Según los datos de la Hermandad y sus Constituciones, y de un documento  facilitado a la Hermandad por Luis Cañas López, la ermita se empezó a construir el 6 de octubre de 1728 por orden de su fundador, el señor Juan Francisco de Luján y de Arce, señor de la Elipa y Canaleja, Corregidor y Justicia Mayor de la Ciudad de Cuenca, encargando su construcción al maestro arquitecto Pedro Martínez Palacio “en precio de catorce reales de vellón por cada estado de pared de piedra de mampostería”.

En las Constituciones aparecen datos del siguiente año, 1729, dando a entender que la citada ermita se construía a expensas del obispo Juan Lancaster, que rigió la diócesis conquense entre 1721 y 1733.

Pasaron once años hasta que finalmente quedó terminada la obra de la ermita, edificada “extramuros de esta ciudad en el camino de las fuentes que llaman de Martín Alhaja, sobre la huerta de Oña, con entrada por la puerta del Castillo sobre las peñas y término que llaman de la Moratilla”.

Además de Juan Francisco de Luján y Arce se citaba en otro documento, ratificado por el ermitaño Juan Manuel González, que ordenaba “la dicha fábrica y construcción de la hermita referida los señores prebendados Juan de Lancaster Noroña, Duque de Abrantes y Linares, obispo de Cuenca y sus sobrinos los señores don Álvaro y don Isidro de Carbajal, canónigos de la Santa Iglesia Catedral”. 

El 15 de mayo de 1739 se celebró la primera fiesta sin misa, por no estar bendecida la ermita, siendo trasladada “una efigie del Santo desde la villa de Madrid, a imitación y firma del que hay allí”, siendo finalmente bendecida la ermita el día 15 de octubre de 1739 por el licenciado don Juan del Cañizo, cura de la iglesia de San Pedro, siendo obispo de Cuenca don José Flórez Osorio, que mandó terminarla tras unos años de obras paradas.

El 18 de octubre se celebró una procesión desde la iglesia de San Pedro hasta la ermita con los Cabildos de esta iglesia y de Santa María de Gracia (Catedral), con pólvora, estandartes, músicos y mesas para descanso de los labradores que llevaban las andas. Se gastaron más de 700 ducados para dejar la imagen de San Isidro con trono de fiesta de misa mayor.

La Venerable Hermandad de San Isidro Labrador se fundó pocos años después, el 20 de mayo de 1744, tras la celebración de la fiesta isidril, con la autorización del obispo Flórez Osorio.

¿Cómo era aquella ermita que sufrió los desmanes de las guerras de la Independencia, del Saqueo de Cuenca de 1874 y la guerra civil española (1936-1939)? El grabado que ilustra este trabajo es una litografía del general francés Louis Albert Guislain Bacler d’Albe (1761-1824), que acompañó a Napoleón Bonaparte en campañas militares, siendo uno de los cartógrafos más importantes de su época y destacado pintor. Durante su estancia en España, en la Guerra de la Independencia, realizó numerosos dibujos de diversas ciudades españolas.

“Ruinas de una capilla cercana a Cuenca” (1810), dibujo del general francés Bacler

Del paso por la provincia de Cuenca de Bacler d’Albe (así firmaba sus grabados) han quedado una litografía del Monasterio de Uclés y el grabado que publicamos que lleva la leyenda “Ruines d’une Chapelle pres Cuenca” (Ruinas de una capilla cerca de Cuenca), cedido por Luis Cañas para el folleto editado por la Hermandad en 2022. Está datado hacia 1810, año en el que la ermita ya había sido objeto de serios daños.

A la vista del grabado todo parece indicar que se trata de la primera ermita de San Isidro Labrador en el paraje rocoso de la Moratilla, en el camino de Valdecabras, que nos lleva también a la Fuente de Martìn Alhaja. Se aprecia a la derecha una puerta que da a un corralón arbolado donde se construyó el cementerio y sobre la pared que cierra la ermita al fondo se construiría hacia 1860 el cementerio de los canónigos de la Catedral, tras la cesión del terreno por parte del Ayuntamiento, como recoge el libro “La muerte edificada”, de Diego Gómez Sánchez. El paisaje montañoso del fondo delata la Hoz del Júcar.

 

QUEMA DE LA ERMITA

El dibujo del general francés Bacler de las “ruinas de una ermita cercana a Cuenca” nos recuerda la invasión francesa que no sólo hizo cuantiosos estragos en la ciudad con sus monumentos y enseres, entre ellos la Catedral y la Custodia de los hermanos Becerril, sino que también arrasaron la ermita de San Isidro, con la quema y saqueo que se recogen en las Constituciones de la Hermandad, pues “casi todo lo talaron y asolaron, haviendoles cavido quizá la mayor parte a esta desgraciada y siempre constante capital, y no fue la menos nuestra hermandad, pues saquearon toda la cera y caudal que había en ella, quemaron el altar, puertas, ventanas y pulpito y todo lo demás, que en la hermita, sacristía y casa del santero existía, y ya que con el edificio material no pudieron hacer lo mismo, saciaron su infernal furia demoliendo hasta el tejado, quedando tan solo las tapias útiles…

En el año 1814 comenzó la reparación de la ermita, recomponiendo el tejado y campanario, además de todo el interior dañado por el fuego. Las obras concluyeron un año después como bien se recoge en las Constituciones, celebrándose procesión y misa solemne.

El texto aparece sin acentos y con la grafía de la época: “Hallandose ya la hermita en disposición de poder colocar al Santo en su antiguo trono, acordo la hermandad hacerlo, verificándose la tan deseada translación el dia 13 de mayo del corriente de 1815. A las seis de la tarde de dicho dia se saco el Santo Patron de la ya referida iglesia parroquial cantando por toda la carrera solemnemente el Santo Rosario y luego que llego la procesión a las puertas de la hermita, se paró aquella hasta vendecir esta, cuya solemne ceremonia executo don Jose Valiente, presbítero y secretario actual de Nuestra Hermandad, previa la licencia del ilustrísimo Señor Obispo, y concluida que fue, entro dentro la procesión colocando enseguida el santo, que fue llevado en andas por quatro hermanos…

En el año 2015 la Hermandad celebró el Bicentenario de la Traslación de San Isidro desde la iglesia de San Pedro a la ermita, con una estampa conmemorativa.

“Ruinas de una capilla cercana a Cuenca” (1810), dibujo del general francés Bacler

CONVENTO DE FRANCISCANOS

En el año 1857, y en la junta celebrada el 25 de octubre, la Hermandad isidril, a través del presbítero y tesorero Juan Marcos Saiz de Arce, y del secretario Juan José García solicitaron al gobernador civil que “les concediera la gracia del Retablo que había en la Iglesia del extinguido Convento de Padres Gilitos Descalzos de esta ciudad para la hermita de su Santo Patrón San Isidro…”.

Se trataba del convento de los franciscanos descalzos que se encontraba en la bajada de las Angustias, donde está situada por delante la famosa Cruz de los Descalzos, que tantas leyendas ha concitado. A los franciscanos se les conocía popularmente como “los gilitos”.

La Hermandad daba las gracias al gobernador civil por conceder la traslación –el convento había sufrido la desamortización de Mendizábal— y al efecto diez hermanos se encargaron de desmontarlo y subirlo a San Isidro y otros diez de montarlo en la ermita isidril, bajo la dirección de Pedro Lizondo, a quien se le pagó un jornal por parte de la Hermandad.

Pocos años duró el Retablo de los Franciscanos en la ermita de San Isidro, pues con las guerras carlistas y el Saqueo de Cuenca de 1874 volvió a ser pasto de la destrucción y de las llamas. Se reconstruyó tras la furia del paso de doña Blanca por Cuenca y de nuevo en la guerra civil (1936-39) la ermita fue objeto de incendios y saqueos.

En 1940 comenzó su reconstrucción en la forma que ahora vemos, rehabilitado en los últimos años en su cubierta y fachadas central y lateral , descubriendo a la hora de arreglar el yugo del campanario que en la campana aparece la siguiente inscripción: “JHS. JOSEP-MARIA, 1676”. Es decir, muy anterior a la construcción inicial de la ermita, lo que da a entender que fue colocada en una de las reconstrucciones.

En 1992 otro Retablo fue colocado en la ermita, que ahora luce sus mejores galas. Se trata del Retablo construido en los años 40 del siglo pasado en los talleres de Apolonio Pérez para la capilla del Asilo de Ancianos, sita entonces en el actual Museo de las Ciencias.

Una vez construido el nuevo Asilo de Ancianos entre el Colegio de las Josefinas y los antiguos Salesianos (Campus Universitario), el Retablo fue cedido por el Ayuntamiento a la ermita de San Isidro en 1990 y bendecido dos años después.

Víctor de la Vega completó la obra artística del Retablo con unos frescos entre las tres calles del mismo (una vista de la Hoz, el Cerro del Socorro y la ermita entre el paisaje) colocando en 1998 dos tablas, de San Julián, segundo obispo y Patrón de Cuenca y de San Juan del Castillo, el primer santo conquense, natural de Belmonte.

En los últimos años la ermita de San Isidro está conociendo su mejor esplendor con la obra del ebanista artesano Jesús Ruiz Villalba, que ha realizado en madera de nogal la lámpara central de ocho brazos con emblemas agrícolas; apliques, peanas, el sagrario y su baldaquino con la cúpula de San Pedro, además del mueble, y el ambón de las lecturas sagradas.

Este año ha puesto el broche con la puerta de la sacristía, réplica de una del Seminario. Su obra aún puede tener algún remate coral con este alarde artesano de la madera. Pero ésta es otra historia que contaremos Dios mediante.