Pepe Alfaro: "La evolución de las salas de cine es ahora mismo imprevisible"

Nadie sabe qué futuro les espera a las salas de cine, si lograrán o no sobreponerse a la crisis económica y de espectadores, pero está claro que las costumbres han cambiado y que mucha gente ya considera el séptimo arte una de sus principales fuentes de ocio. De esta evolución habla, entre otras cosas, Pepe Alfaro en su documentado libro sobre el cine en nuestra provincia, un texto disponible desde hace unas semanas en las librerías: ‘Cines de Cuenca: Películas de papel’.
Más de cien años de historia de cine es mucha historia. ¿Cómo ha ido evolucionando el séptimo arte desde que llegó a Cuenca de la mano de feriantes ambulantes hasta la actualidad?
El cine empezó siendo una atracción de feria. Más tarde se fue instalando en los teatros, donde compartía programa con múltiples espectáculos de variedades, para poco a poco convertirse en el principal espectáculo de la función. Las salas terminaron por dedicarse casi en exclusiva a las proyecciones cinematográficas y fueron surgiendo en prácticamente todas las poblaciones de la provincia. La verdadera eclosión empezó después de la guerra civil, y alcanzó su mayor auge al inicio de los años sesenta del siglo XX, con más de un centenar de salas en funcionamiento.
Cuenta que han llegado a contabilizarse 150 salas en la provincia. Ahora mismo solo queda una… ¿Cómo se ha llegado a esto?
El número de 150 salas es el total de locales que he logrado censar en la provincia, de los cuales llegaron a funcionar simultáneamente un centenar. En España, la crisis de los viejos salones de cine comenzó a sentirse al terminar la década de los sesenta. Entonces, en la capital conquense se cierran los tres cines de verano, al tiempo que los espectadores empiezan a abandonar paulatinamente la que hasta entonces fue su principal inversión de ocio. Uno de los elementos principales de la crisis fue la llegada de la televisión a los hogares españoles, de forma que en treinta años no quedará ni uno solo de aquellos entrañables coliseos; el último fue el Teatro-Cine Xúcar, cerrado en 1992.
¿El elevado precio está detrás de la crisis de espectadores actual?
Quizá sea uno de los factores más determinantes; pero hay otras circunstancias también importantes como el tamaño y calidad de las nuevas pantallas de televisión, el acceso gratis a las películas a través de internet, la escasa variedad del menú que ofrecen los cines comerciales. Todo ello ha influido para que la gente vaya perdiendo el hábito de ir al cine como una opción prioritaria en la inversión del ocio. Ahora se da la paradoja inverosímil de que la gente ve más películas que nunca pero es cuando menos va al cine.
¿Puede que el público de las salas no se haya rejuvenecido, que al cine van más personas mayores que jóvenes?
Yo creo que la situación actual es precisamente la contraria. Cuando voy al cine, el público mayoritario que uno se encuentra en la sala suele ser gente joven, lo que por otra parte es normal, porque es fundamentalmente al segmento de espectadores a los que van dirigidos los productos que nos facturan las productoras americanas, que son las que colonizan nuestras salas. Sin embargo, las sesiones del Cine-Club Chaplin aglutinan a numerosos aficionados con perfiles mucho más heterogéneos y variados.
¿Qué siente cada vez que se anuncia que cierra un cine?
Los cines a los que me refiero en mi trabajo desaparecieron definitivamente hace más de veinte años. El desarrollo posterior de las multisalas ha convertido las películas casi en un producto más de consumo inmediato del centro comercial. Lo que de verdad sentimos los aficionados fue la desaparición de los Multicines Cuenca, porque permitían cierto equilibrio entre el cine más comercial y otras propuestas diferentes. Desafortunadamente, la crisis social y económica que atraviesa el país fue despoblando nuevamente las salas y las abocaron a su cierre. Esperemos que la nueva empresa sevillana pueda despertar de nuevo el interés del público conquense.
¿Qué cree que se ha perdido con la desaparición de los cines, por mucho que la gente pueda ver esas mismas películas en sus casas?
Fundamentalmente, lo que de acto social tiene acercarse a una sala de cine, a compartir una historia. Pero también la disposición del espectador; es muy raro que cuando afrontamos la visión de una película en casa lo hagamos con la misma actitud; esa magia de la sala oscura, el haz de luz del proyector, los sonidos de la música, y todo lo que nos envuelve en la sala… para disfrutar sin ningún tipo de interrupción.
¿Cree que todavía le queda futuro al cine visto en las salas, que volverán a abrir algunos cines como va a ocurrir en Cuenca capital?
La evolución de las salas de cine ahora mismo es imprevisible. En estos momentos, la exhibición cinematográfica atraviesa un periodo de transición, marcado fundamentalmente por la desaparición de los rollos de celuloide y la adaptación a la proyección digital. En cualquier caso, lo que es seguro es que el cine no desaparecerá; el séptimo arte es un arte joven que seguirá vigente durante mucho tiempo, nutriendo de dramas, comedias, aventuras, realidades y animaciones a varias generaciones actuales y futuras. Eso sí, ahora mismo, lo de abrir nuevas salas se me antoja como género de ciencia ficción. En los últimos años se han cerrado en España el veinticinco por ciento de las salas por la pérdida de espectadores como efecto directo de la crisis social y económica que atravesamos.
En el libro habla de rincones de la capital que han estado muy vinculados al cine, ¿cuáles destacaría?
Las primeras barracas de feria donde los conquenses descubrieron el nuevo invento del cinematógrafo se instalaron en las inmediaciones de Carretería, la vía principal que empezaba a articular el desarrollo urbano de Cuenca más allá del casco antiguo. Posteriormente se realizaron proyecciones al aire libre en lugares públicos como la calle Calderón de la Barca y la Plaza Mayor. Cuando empezaron a abrirse salas de cine, hace justamente cien años, el cine entra en los teatros por la puerta grande para quedarse definitivamente. Otro lugar emblemático fue la plaza de toros, que acogió proyecciones cinematográficas en tres épocas estivales muy diferenciadas: en los primeros años treinta, en la segunda mitad de los cuarenta y en el último tramo de los años ochenta.
La gente sigue llamando Xúcar al edificio donde ahora está ubicada la tienda de Mango. ¿Por qué cree que dejó esa huella en la memoria ese edificio?
El emblemático Teatro-Cine Xúcar fue el último representante de su generación, el punto y final de una estirpe que nutrió de luces y sueños a los conquenses durante casi cuatro décadas, y un símbolo de la ciudad más allá de su mera significación cultural y recreativa. Es normal que las gentes lo recuerden como una parte de sus vidas, y su nombre haya arraigado en el acervo popular tan intensamente. Sus proyectores se apagaron para siempre hace más de veinte años, pero tanto su espacio vital como su estructura siempre llevará el nombre de Xúcar.
¿A los Multicines les falta quizá estar más en el centro?
Tradicionalmente, los cines han estado situados en las zonas más o menos céntricas, adonde los espectadores acudían paseando. La tendencia actual de situar las salas en centros comerciales conlleva un alejamiento de las zonas urbanas más cercanas, lo que supone la necesidad mayoritaria de utilizar un medio de transporte, como sucede con los Cines Ábaco; en el caso de los Multicines Cuenca se mejora notablemente la ubicación, pero yo creo que hoy en día esto no influye de manera decisiva en la asistencia de público.
¿Y qué le parece el cine visto en los grandes centros comerciales?
Han fagocitado las salas de cine, convirtiendo las películas en un producto más de la cadena consumista inmediata actual. Es la marca de nuestra época: los productos se convierten en reiterativas series interminables dirigidas a un público mayoritariamente juvenil, que por otra parte es el segmento de población más concurrente en las salas comerciales. Poniendo un símil gastronómico, es como si en todos los restaurantes de Cuenca nos ofrecieran el mismo menú a base de hamburguesas, con pequeñas variaciones en el acompañamiento.
¿Han pasado muchos directores, actores y actrices por Cuenca?
Nuestra querida ciudad de provincias, a pesar de estar situada relativamente cerca de la metrópoli, no ha sido excesivamente pródiga en visitas. Pero yo destacaría tres etapas: la primera, nada más terminar la guerra civil, y ante la falta de nuevos títulos de la industria norteamericana, debido al bloqueo por la alineación germanófila de nuestro país durante la segunda guerra mundial, los empresarios pusieron de moda una modalidad que consistía en proyectar un film folclórico (normalmente algo añejo) y después presentar alguna protagonista interpretando las canciones de la película sobre el escenario. En los años sesenta nos visitaron así René Muñoz, Pili y Mili, Javier Escrivá, Rocío Dúrcal, etcétera. La última etapa llega de la mano de las Semanas de Cine dirigidas por Gonzalo Pelayo: a su afortunada dedicación debemos la presencia en nuestra ciudad de numerosos actores y directores españoles para presentar sus más recientes trabajos.
Los festivales jugaron un papel fundamental, pero en la capital por ejemplo han desaparecido todos...
Cuenca ha sido pionera en la organización de diversos eventos relacionados con el séptimo arte, pero, como dice, hoy ya no queda nada, desafortunadamente. Desde mi punto de vista, el intento más afortunado y rentable para la ciudad fueron las Semanas de Cine.
Ejerce de crítico de cine en Onda Cero. ¿Es benevolente o no tiene piedad con algunos títulos?
Bueno, más que crítico me considero comentarista cinematográfico; principalmente, porque cuando se produce un estreno en nuestra ciudad todavía no lo he visto, así que me limito a trasmitir informaciones que puedan resultar interesantes a los espectadores relativas a la historia, el director, los protagonistas o cualquier otro aspecto relevante. Cuando ya he podido ver la película, intento destacar los valores positivos para no desanimar a la gente, teniendo en cuenta, además, que cada espectador tiene sus gustos personales, que es lo principal.
¿Y cuáles son sus gustos?
Prefiero el cine que de una u otra manera es reflejo de la época que ambienta la historia que se nos cuenta; los personajes que resultan creíbles y te atrapan en el conflicto que padecen. El mayor enemigo de las películas es el aburrimiento, pero el cine norteamericano actual solo sabe combatir el tedio con “fuegos artificiales”, es decir, con pura pirotecnia visual basada en el espectacular avance de los efectos especiales. El problema es que mientras funcionen en la taquilla no se va a cambiar la fórmula.
Alguna película que destaque…
Hay una muy reciente que me produjo emociones encontradas: ‘El consejero’, el último trabajo de Ridley Scott. Primero me pareció algo pesada, por el exceso de diálogos aparentemente inconexos, así que cuando empieza la acción vas a remolque y acabas perdido. Tuve que verla por segunda vez para intentar encajar las piezas de un puzzle tan fascinante como insondable. En el fondo es un ejemplo modélico de cine negro, con todos los ingredientes del género, desde la mujer fatal (y letal) al impotente antihéroe arrastrado a su propia autodestrucción. El guión de Cormac McCarthy es un rompecabezas imposible conformado con fragmentos filosóficos (desde el Destino inescrutable a Antonio Machado), violentos (quien quiera saber lo que es el “bolito” que no se la pierda), cinematográficos (snuff movies), históricos (ahí está Popea con sus leopardos) y también eróticos (esto no lo puedo contar).
Ese director que no puede faltar…
En mi videoteca particular tengo un poco de todo, desde Hitchcock a Tarantino, desde Coppola a Richard Brooks, este último por cierto un director escasamente recordado a pesar de contar con alguna obra maestra (‘A sangre fría’), un western inolvidable (‘Los profesionales’) y otro tan interesante como poco conocido (‘La última caza’). Entre los cineastas españoles, ahora mismo el más meritorio me parece Alejandro Amenábar, capaz de tocar todos los géneros y adentrarse en cualquier temática de forma solvente.
Un actor...
Influenciado por su escalofriante interpretación en ‘El consejero’, Michael Fassbender me parece uno de los valores más capacitados de la última generación de actores.
Una actriz…
Mi debilidad se llama Scarlett Johansson, tanto por sus papeles como por su indisimulable sensualidad.
Esa película que nunca se ha hecho pero usted todavía espera ver algún día como espectador... ¿Cómo sería?
Ahora mismo estoy expectante por el próximo trabajo de Juanra Fernández. Después de su prometedor debut con ‘Para Elisa’. Al parecer será una historia a caballo entre el suspense y el misterio, entre el thriller psicológico y el terror, difícil género en el que Juanra aspira a definir su estilo propio. Mi esperanza es que consiga filmarla en Cuenca, aprovechando nuestro inmenso patrimonio natural, arquitectónico y cultural, aunque puede que por cuestiones fiscales y económicas, como siempre, el proyecto vuele lejos, lo que sería una pena.