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Exposiciones

‘Indómita luz’: tributo al coleccionista Antonio Pérez

La muestra recoge una veintena de obras del coleccionista conquense Ignacio Muñoz y su mujer, Irene Cábrez
Fotos: Saúl García
27/06/2018 - Gorka Díez

El Centro de Arte Contemporáneo de la Fundación Antonio Pérez cumplirá en octubre sus primeros veinte años de vida en el antiguo convento de las Carmelitas. Y, para celebrar esta efeméride y destacar la figura de su máximo impulsor, el coleccionista de Sigüenza Antonio Pérez, nombrado Hijo Predilecto de Castilla-La Mancha en 2017, el también coleccionista Ignacio Muñoz ha organizado una exposición en su homenaje, ‘Indómita Luz’, que se puede contemplar hasta el 3 de julio.

La muestra, compuesta por una veintena de obras de la colección Irene Cábez–Ignacio Muñoz de artistas internacionales como Geneviève Asse, Joachim Bandau, Domenico Bianchi o Irma Blank y nacionales como Prudencio Irazábal o José María Sicilia, tiene la luz, el color y el espacio como grandes protagonistas, según destaca su comisario,

Con simplicidad formal aparente, los autores buscan así los cambios de luz y reflexionan sobre el deseo de alcanzarla y la imposibilidad de dominarla, lo que hace de ‘Indómita luz’ una exposición de carácter poético que invita a la meditación.

Según su comisario, aunque los autores no son “archiconocidísimos” para el gran público, sí son artistas con una consolidada trayectoria que han expuesto en espacios como el Museum of Modern Art de Nueva York, el Centre Pompidou de París o la Bienal de Venecia.

Muñoz no duda en valorar el legado de Antonio Pérez, que en su museo cuenta con obras de artistas que fueron sus amigos como Antonio Saura o Manuel Millares, además de las suyas propias, conocidas como Objetos Encontrados. Se refiere a él como “un artista de gran sensibilidad, maravillosa persona y promotor infatigable del saber”.

La luz, el color y el espacio son las grandes protagonistas de esta muestra colectiva

La idea de dedicarle a él la exposición surgió, cuenta, “al darme cuenta de la hondura y profundidad” de su figura y el “trabajo colosal e inconmensurable que ha llevado a cabo de manera casi secreta, muy discretamente. Algo de lo que tengo la sensación de que Cuenca no se percata, porque, aunque es una persona muy amada, debería agradecérsele aún más su labor, de ahí que quisiéramos dar un toque de atención sobre su magnitud”.

Museo de Cuenca

En cuanto al museo que lleva su nombre, lo considera “un espacio singular, desconcertante, muy laberíntico, del que uno puede salir, según el espíritu que lleve, lo mismo muy cabreado que tremendamente sorprendido y encantado”, un museo “para pasárselo bien y perderte” donde se citan tanto “grandes nombres como otros conquenses e internacionales que hay que promover. Cada vez que lo visito me maravillo y envidio a los que trabajan en la Fundación”.

Finalmente, preguntado sobre su dedicación al arte, este coleccionista nacido en Cuenca pero que ha pasado la mayor parte de su vida en el extranjero, sobre todo en Roma, donde se dedicó a la docencia universitaria, pero también en París o Londres, tiene claro que es “una pasión”, como coleccionista una actividad “relativamente cara, porque implica gastarte dinero, a veces con gran esfuerzo, en cosas que otras personas nunca se gastarían”, pero que para él es una forma de vida. “Cuando te enamoras de una obra, intentas conseguirla. A veces puedes, a veces no, pero siempre lo intentas”.