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Performance

Arte y danza se unen en una performance sobre Millares

La bailarina Adriana Semprún ha realizado una improvisación sobre las arpilleras del pintor canario Manuel Millares, colección expuesta en la Fundación Antonio Pérez
De izq. a dcha. y de atrás a delante: Jesús Carrascosa, Adrián Martínez, Sara Vera, Silvia Córcoles, Adriana Semprún y Pía Troglio. // Foto: Adrián Martínez
25/07/2020 - Paula Montero

El arte de la performance llega a la Fundación Antonio Pérez (FAP) para reinterpretar la obra de Manuel Millares a través de la danza, la música y la improvisación de Adriana Semprún, la bailarina conquense que ha conseguido abstraerse y centrar toda su atención en la obra e historia del artista canario hasta ofrecer un video con motivo del Día Mundial de los Museos que, este año, se celebró el 18 de mayo cuando todavía el silencio, propio del confinamiento, reinaba en las calles de Cuenca.

Un proyecto que veía la luz el pasado 30 de junio tras la petición e iniciativa de Jesús Carrascosa, director de la FAP, y detrás del que se encuentran Pía Troglio y Silvia Córcoles a cargo de la dirección del producto audiovisual. Además, la grabación y edición corre de la mano del fotógrafo Adrián Martínez, mientras que el maquillaje es fruto de las brochas de Sara Vera.

Un espectáculo que ha requerido de un trabajo previo de documentación e indagación en la obra de Millares, en especial sobre las arpilleras expuestas en Cuenca, “para poder transmitir cómo el autor se construye una y otra vez desde la deconstrucción”, explica Semprún. Y es que las obras de Millares y su proceso creativo se caracterizan por la destrucción de la materia mediante el uso de arpilleras que en su apariencia de desecho expresan vitalidad. Un pintor que ensalza el valor de los elementos como vehículo de expresión.

Durante la performance aparecen diversos objetos como un libro, una cámara de fotos, un teléfono rojo, una cuchara o una bota, entre otros. Piezas actuales de la vida real que “pretenden atraer a la parte contemporánea algo antiguo y representar también la vida y la muerte”.

Asimismo, Adriana es uno de los elementos esenciales porque parece brotar de la tierra, “de un suelo dentro del suelo del museo”, para después explorar la materia que tiene a su alrededor hasta conseguir agitarla, revolverla o perforarla, como si se tratara del propio Millares que rompe, cose y descose sus cuadros.

Todo está relacionado y el vestuario va en consonancia, por ello Semprún viste pantalones de lino para simular el color ocre y la textura áspera y gruesa de las arpilleras de Manuel Millares. Por otro lado, aparece manchada de tierra puesto que “soy esa persona dentro de la obra de Millares que nace y que muere constantemente”, apostilla.

Un producto que fue grabado en la soledad y el silencio de un museo vacío, una experiencia que Semprún define como mágica, aunque también echaba en falta el calor del público, a lo que se sumaba el nerviosismo de salir por primera vez de casa tras pasar meses confinados y sin trabajar.