Trasvase

Cuando se cede un bien es porque sobra o porque quien lo cede no carece de él. Nadie en su sano juicio entrega algo que no tiene. Precisamente eso es lo que está pasando hasta ahora con el agua del Trasvase Tajo-Segura. Los embalses de cabecera llevan décadas enviando al Levante una fuente de riqueza que no abunda, antes al contrario, una fuente que podría haber cambiado no sólo la fisonomía de las comarcas a las que afecta sino también la vida de los esforzados agricultores que un año sí y otro también luchan contra la sequía. Y también podría haber mantenido vivo aquel incipiente turismo de interior que en los años 80 buscaba el agua de los pantanos de Entrepeñas y Buendía, que ahora se encuentra a gran distancia de las antaño urbanizaciones ribereñas. La vieja imagen del agua discurriendo por el acueducto mientras por debajo los campos se desertifican ya está grabada a fuego en el inconsciente colectivo de los agricultores castellanomanchegos y también de los vecinos de estos pueblos, que a menudo deben ser abastecidos con cisternas porque sus depósitos están vacíos.    

Ésta es sin lugar a dudas una de las asignaturas pendientes de los gobiernos regionales desde que entró en explotación el acueducto.  Los diferentes ejecutivos castellanomanchegos han sido testigos prácticamente impotentes del enriquecimiento desmesurado en los territorios regados por el Segura mientras se cercenaban las esperanzas de futuro de los vecinos en muchos pueblos de las Alcarrias y La Mancha.  Mientras las verdes huertas levantinas destilaban riqueza,  los secarrales de nuestra región languidecían según se iban sobreexplotando los acuíferos. Los diferentes recursos judiciales contra los trasvases apenas han detenido la sangría. Mientras, el cambio climático ha ido imponiendo su ley y el Tajo ya no es sino un espejismo de lo que en otro tiempo fue. Por eso, el cambio en las reglas del uso del trasvase aprobado por el Consejo de Ministros viene, y nunca mejor dicho, como agua de mayo...., aunque  nos haya llegado a finales de julio. Parece que esta legislatura de  Pedro Sánchez ha comenzado a cambiar la sempiterna tendencia que siempre oscilaba en contra de los intereses de la cuenca cedente  y eso ha abierto una ventana a la esperanza para los municipios afectados por las derivaciones hacia el Mediterráneo. Se reducen en 11 hectómetros cúbicos los máximos trasvasables, lo que mejora las expectativas para mantener en el Tajo un mayor caudal ecológico y en los embalses un nivel mínimamente aceptable para no nadar entre lodos. No obstante, se trata de un paso adelante para nuestra región, pero todavía queda un largo trecho para la supresión de una rémora que sigue lastrando el desarrollo de amplias zonas en Castilla-La Mancha.

 Si no fuera porque la incidencia de la pandemia se está disparando en la provincia, con algunos fallecimientos incluidos, podríamos afirmar que julio está siendo un buen mes. Porque al cambio de las reglas del trasvase podemos unir que el paro se ha reducido en 700 personas, que ya están en marcha las obras de los parques de bomberos de Priego y Cañete,  ya tenemos los presupuestos aprobados en la capital, pronto comenzaremos a recibir a muchos turistas  y porque en pocos días celebraremos la Feria y Fiestas de San Julián. Si no fuera porque continúa activo el coronavirus estaríamos en condiciones de afirmar que la próxima y deseada normalidad promete.